El confinamiento hizo aumentar notablemente la utilización de dispositivos digitales hasta sobrepasar las nueve horas y cuarto de uso diario. Así lo asegura el informe ‘El bienestar personal y el uso de la tecnología en confinamiento’, elaborado por investigadores del grupo ‘Jóvenes en Transición’ del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra y publicado por el Observatorio Social de «la Caixa».
Para realizar este trabajo se llevó a cabo una encuesta internacional, con más de 9.300 respuestas procedentes de España, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Perú, Uruguay y Venezuela. Los datos se recogieron entre el 29 de marzo y el 20 de junio de 2020. Y los resultados indican que el 16 % de encuestados tiene niveles bajos de bienestar, el 57 % medio y el 27 % restante, altos.
El 19 % de los encuestados afirma que su tiempo frente a las pantallas aumentó mucho, mientras que en el 52 % de los casos subió bastante.
Así, un 19 % afirma que su tiempo frente a las pantallas aumentó mucho y un 52 %, bastante. Tan solo un 3 %, según detalló la Universidad de Navarra, dice no estar usando la tecnología más que antes de la pandemia.
Quienes dedican más de dos horas diarias a la tecnología para redes sociales, entretenerse o comunicarse presentan un bienestar alto con menor frecuencia que quienes logran hacer un uso moderado (dos horas o menos al día). Y se han encontrado evidencias de que el ejercicio físico y el tiempo de ocio dedicado a aficiones sin pantallas (cocinar, leer, pintar o tocar un instrumento, entre otros) se asocian a niveles más altos de bienestar personal y psicológico.
«Del mismo modo, en un contexto de distanciamiento social, se ha detectado que las relaciones personales con amigos o familia se muestran especialmente valiosas para evitar el malestar y promover altos niveles de bienestar», añade la entidad.
Por otra parte, ciertos usos “como el cotilleo o la búsqueda de información sobre la pandemia aparecen asociados con un menor bienestar”, sostiene Javier García-Manglano, investigador principal de ‘Jóvenes en Transición’. Este experto del ICS añade que, sin embargo, sería precipitado concluir que esas actividades son la causa del malestar. “Podría ocurrir al revés: que la gente con más problemas recurra más a la tecnología como escapatoria… para olvidarse por un momento de lo que les hace sufrir. Con nuestro estudio podemos ver relaciones, pero no distinguir causas y efectos”, puntualiza.
LOS JÓVENES, MÁS AFECTADOS
Las mujeres, los jóvenes y las personas sin estudios superiores lo han pasado peor. Asimismo, llaman la atención las diferencias entre franjas de edad: no hay apenas mayores de 50 años con niveles bajos y más del 40 % presentan un nivel alto de bienestar, mientras que solo un 14 % de los participantes de 18 a 22 años tiene niveles altos de bienestar. “Esto sorprende, ya que los mayores son la población de riesgo frente al Covid-19”, precisa Charo Sádaba, decana de la Facultad de Comunicación e investigadora colaboradora del ICS.
Según indica, la hipótesis que manejan y seguirán explorando es que “la disrupción de rutinas diarias (no asistencia a la escuela o al trabajo, cambio en patrones de ocio y deporte, menor vida social, etc.) ha afectado más a los jóvenes que a los mayores, para quienes el confinamiento, quizás, ha supuesto un menor cambio en sus hábitos de vida”.