Compartir una vida juntos y construir un futuro en común es una aventura apasionante. Hay a quien esa sensación de subidón le dura toda la vida y no se cansa de decir que ha encontrado el amor verdadero como si su vida fuera un constante revival de ‘La Princesa Prometida’ y a quien, por el contrario, esa sensación del primer instante se le marchita tan pronto como sube a esa montaña rusa llamada amor.
Es lo que tienen los sentimientos que, de puro efímeros, son totalmente impredecibles. Sin embargo, no queremos dejar pasar la ocasión para preguntarnos una vez más: ¿qué factores pueden influir en el éxito o el fracaso de una relación? Ahí está, por ejemplo, el tiempo en sus variantes de duración e intensidad de tal modo que son pistas a las que hay que estar atento o atenta el hecho de que estar con tu pareja se haga largo, monótono y repetitivo o breve, intenso y sorprendente. Ni que decir tiene que si estás en el primer caso, la cosa no pinta bien. 
Otro elemento que habría que considerar es una cierta coincidencia en gustos y aficiones. Es decir, si tienes miedo a volar, resultaría extraño que tu media naranja sea piloto; lo mismo que si pasas del fútbol y te enamoras perdidamente del portero de grada lateral del Estadio Metropolitano. ¡Hombre! La excepción marca la regla y, como todo en botica, puede suceder. Pero lo más habitual es que en esas situaciones la relación vaya tocada de ala, como popularmente suele decir.
Igualmente, un tercer aspecto que podría tenerse en cuenta es el de la apariencia física, aunque hay que apuntar que este último factor pierde importancia conforme se cumplen años y una o uno se va dando cuenta de que el príncipe o la princesa azul no existen. El caso paradigmático al respecto quedó reflejado en la gran pantalla con el bueno de Forrest Gump, símbolo incontestable de dos grandes sentencias que mueven el amor en el mundo como «quien la sigue la consigue» o «no hay método más efectivo que el pico y pala».
En todo caso, parece ser que, por encima de todos estos condicionantes que acabamos de mencionar, hay uno que sobresale en su influencia sobre el devenir presente y futuro de una relación. Sentimos trasladar esa imagen de «duros materialistas sin corazón», pero las últimas estadísticas concluyen que tomar conjuntamente decisiones financieras como la compra de una casa, invertir en un negocio o, simplemente, afrontar los pagos pendientes pueden suponer la muerte de l’amouuuuuur. 
Tanto es así, que la manera de administrarse y administrar el dinero y la aparición de dificultades económicas no previstas ha supuesto la separación del 20% de las parejas españolas, según apunta el último informe evacuado al respecto por Intrum, empresa que se define como ‘líder’ en gestión de crédito y activos. Profundizando en esos números, sus autores afirman que España es el segundo país en el que más parejas se rompen por este tipo de cuestiones, solo superados por los griegos y por encima de otras nacionalidades que se entienden como más frías y racionales a la hora de tratar el tema del ‘parné’ como británicos, alemanes o franceses.
El estudio en cuestión señala, asimismo, que en la gestión de las fianzas, los jóvenes españoles de entre 18 y 35 años (vamos los conocidos millennials) son las más propensos a separarse en cuanto la curva financiera enfila hacia el sótano. No obstante, los autores del informe también apuntan que el dinero no solo rompe parejas sino que, también, las mantiene unidas. Los gastos que conlleva la gestión del dinero, hacer frente al alquiler o, incluso, la cesta de la compra, frena a muchas parejas a coger caminos separados.
Es más, como refuerzo de este argumento, el 21% de los españoles reconoce que su situación económica ha sido el principal motivo para no dar por finiquitada su relación sentimental, lo que nos coloca cuatro puntos por encima del promedio europeo (situado en el 17%). Aquí, la gran excepción la marca Hungría donde 7 de cada 10 encuestados afirman que su situación económica ha sido el factor clave para no dar por terminada su relación. ¡Ole, Budapest! ¡A eso se le llama resiliencia!
En todo caso, después de tanto número y estadística, tal vez lo único que nos queda es ponernos en situación zen y compartir lo que expresó en su momento nuestro Nobel de Literatura Jacinto Benavente cuando vino a decir aquello de: “El dinero no puede hacernos felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo”. 
