Corría el año 2011 cuando Arturo Silva conoció el aislamiento insuflado. Y lo hizo de la mano de su cuñado, que a su vez había tropezado en Alemania con esta técnica poco conocida en aquel entonces. «Consiste en abrir algunos huecos en la pared e inyectar a presión el material aislante triturado dentro de cámaras de aire existentes en las paredes, techos o suelos, utilizando maquinaria especializada y sin necesidad de recurrir a obras. Por eso, él y yo pudimos aislar su casa de una forma sencilla», resume entre risas este ingeniero en telecomunicaciones tudelano.
Lejos de ser una mera curiosidad, este descubrimiento supuso para Silva un nuevo comienzo. Precisamente, tiró de ingenio empresarial cuando vio ahí una oportunidad de negocio a los 44 años y tras haber cerrado su anterior empresa de informática. Así, bajo el nombre de Aislahome, Silva echó a andar desde Tudela después de adquirir algunas máquinas de insuflado y junto a un equipo de cuatro personas, entre las que había arquitectos técnicos.
«Fue necesario encontrar al talento adecuado porque las viviendas muchas veces tienen patologías, de modo que hay que saber dónde taladrar, qué instalaciones hay detrás…»
«Fue necesario encontrar al talento adecuado porque las viviendas muchas veces tienen patologías, de modo que hay que saber dónde taladrar, qué instalaciones hay detrás de las paredes… Desde el principio vi que tenía que rodearme de gente con mucha experiencia técnica», explica Silva.
Con el paso del tiempo y la expansión de su actividad, la firma fue creciendo «a doble dígito» e inauguró tres delegaciones más en País Vasco, Madrid y Castilla y León, para atender estas y otras regiones como La Rioja, Cantabria y Aragón. De esta forma, aumentó también su plantilla a lo largo de una década hasta sumar en la actualidad entre 30 y 40 personas, una cifra que depende del volumen de trabajo.
«Nuestra demanda está conformada por particulares, de modo que crece durante los meses de invierno. Aunque en estos últimos años, también lo ha hecho por la crisis energética originada a raíz de la guerra en Ucrania», detalla Silva, cuya empresa ya factura alrededor de 4 millones de euros tras aumentar «entre un 10 % y un 20 %» en los últimos años.
GRAN MERCADO POTENCIAL
Aislahome espera mantener su crecimiento gracias al vasto mercado al que se dirige su actividad. Según el informe La sostenibilidad del parque de viviendas en España 2024, publicado por ST Analytics, España cuenta con 25,8 millones de viviendas, de las que «apenas el 10 %» tiene una calificación energética A, B, C o D. Una situación debida, entre otros factores, a «la antigüedad de los inmuebles, la mitad de ellos construidos antes de 1980». En este panorama, Navarra, «con apenas un 17 %», es la cuarta comunidad con más viviendas verdes en el país.
En paralelo, la Directiva de Eficiencia Energética en Edificios (EPBD), revisada en 2024 por el Parlamento Europeo, obliga a que todas las viviendas tengan un certificado de eficiencia energética «igual o superior a la letra D antes de 2033». Por eso, la situación representa un desafío de importantes dimensiones. «En este sentido, aplicar el aislamiento insuflado puede elevar el nivel energético de una vivienda hasta en dos letras. Un proyecto de este tipo en un piso puede costar entre 1.500 y 2.000 euros, mientras que en una vivienda unifamiliar entre 2.000 y 4.000», concreta Silva.
Al mismo tiempo, el propietario de Aislahome confía en otras herramientas de promoción de la eficiencia energética en residencias, como las deducciones fiscales o los recientemente incorporados Certificados de Ahorro Energético (CAE), que permite monetizar el ahorro para abaratar los costes de la transición energética. «Por nuestro tamaño, trabajamos directamente con fábricas de aislamientos de todo tipo, donde nos comentan que somos los más grandes del sector. Estamos convencidos de que esto nos permitirá atender gran parte de la demanda en el país».