Una misteriosa construcción abandonada se alza, prominente, entre los concejos de Elía y Eransus. Semioculto entre los pliegues del Valle de Egüés, recibe a aquellos que se acercan a curiosear, en busca de una dosis de misterio. Se trata del caserío de Amocáin. Aunque el paso del tiempo ha convertido sus paredes en ruinas, su historia todavía persiste. ¿Te atreves a conocerla?
Lo cierto es que Amocáin es un fragmento olvidado del rompecabezas que en el pasado conformaron los antiguos territorios de Navarra. Su trayectoria se remonta al año 1553, cuando este pequeño asentamiento, que entonces formaba parte del Valle de Arce-Artzibar, aparecía en los registros como un lugar modesto, que albergaba apenas una vivienda. Poco a poco, sus habitantes fueron aumentando hasta alcanzar los veinte durante el siglo XIX, pero nunca llegó a ser una comunidad numerosa. Más tarde, Amocáin se unió al Valle de Egüés-Eguesibar y, pasado el año 1950, el caserío quedó completamente despoblado..El pequeño pueblo, que se ubica a tan solo quince kilómetros de Pamplona y al que se puede acceder desde Ibiricu dando un agradable paseo, contaba también con una pequeña ermita dedicada a la aparición de San Miguel, conocida comúnmente como Nuestra Señora de Amocáin. El 5 de junio de 1796, el obispo Igual de Soria llevó a cabo una inspección en la localidad y, cuando entró en la ermita, se la encontró en un estado lamentable. No había ningún tipo de adorno y, al parecer, se trataba de una iglesia profanada. Así, decidió suspender de manera inmediata cualquier actividad religiosa. Hoy, los escombros de lo que fue aquella ermita todavía permanecen, aunque su puerta de acceso perdió sus piedras originales tras una restauración fallida.
Las ruinas de la casa-palacio de Amocáin, con su arco adovelado de medio punto y las ventanas esculpidas en piedra, vigilan el entorno navarro desde la cima de una colina. El mutismo de sus muros se opone a la energía que en otro tiempo habitó en ellos. Tal vez, de vez en cuando, un visitante curioso se tome un momento para percibir esos murmullos del pasado, esos ecos de una comunidad que perduró durante siglos antes de caer en un profundo abandono.
Hoy, Amocáin es un caserío privado, pero sus ruinas y su historia continúan siendo parte del patrimonio olvidado de Navarra. El silencio de sus piedras contrasta con la vida que alguna vez vibró dentro de ellas. Quizá, en algún momento, algún visitante curioso se detendrá para escuchar esos susurros de otro tiempo, esos ecos de una comunidad que resistió durante siglos antes de desvanecerse en el olvido.