El próximo 22 de abril se cumplen 110 años del nacimiento de José María Arizmendiarrieta. Su figura trasciende ya los límites del tiempo y el territorio. No solo porque fue el impulsor de un modelo cooperativo sino porque nos sigue hablando hoy con una claridad asombrosa. En un momento histórico en el que necesitamos repensar cómo queremos que sean nuestras empresas y nuestra sociedad, las enseñanzas de Arizmendiarrieta resultan más actuales que nunca.
No fue un ideólogo encerrado en un despacho. Fue un humanista comprometido con las personas, un sacerdote que supo ver en la educación, en la empresa y en el trabajo comunitario los grandes instrumentos para construir dignidad y bienestar. Desde una pequeña localidad del interior del País Vasco, Arizmendiarrieta no esperó a que las soluciones llegaran de fuera. Se arremangó y, junto a un puñado de jóvenes, puso en marcha una revolución silenciosa basada en principios profundamente transformadores: la participación, la equidad, el compromiso con el territorio, la formación continua, la democracia económica. Una revolución profundamente humana.
Hoy, en pleno siglo XXI, esa visión resulta indispensable. En un mundo marcado por la incertidumbre, la polarización y la desconfianza hacia las instituciones, necesitamos más que nunca empresas que no solo generen beneficios, sino que también generen comunidad. Que no se deslocalicen ante la primera dificultad. Que no dejen fuera a nadie. Que entiendan que la diversidad no es un problema a gestionar, sino un enorme potencial que nos enriquece a todos.
Desde ANEL, la Asociación de Empresas de Economía Social de Navarra, llevamos más de cuatro décadas trabajando en esa dirección. Necesitamos cooperativas y sociedades laborales arraigadas a nuestra tierra, comprometidas con las personas y con vocación de perdurar. Por eso, reivindicar el legado de Arizmendiarrieta no es un ejercicio de nostalgia, sino una guía para la acción presente y futura.
«En un mundo marcado por la incertidumbre, la polarización y la desconfianza hacia las instituciones, necesitamos más que nunca empresas que no solo generen beneficios, sino que también generen comunidad»
El cooperativismo que él promovió nos demuestra que el desarrollo económico es un generador de cohesión social. Que el emprendimiento, cuando se hace de forma colectiva, no solo multiplica su impacto, sino que crea estructuras más sólidas, más resilientes, más duraderas. Que la formación no es un lujo, sino una condición necesaria para la libertad y el progreso. Arizmendiarrieta fundó una escuela técnica antes de fundar una fábrica. Ese detalle lo dice todo: primero, las personas; luego, los proyectos. Personas libres para construir proyectos abiertos a la sociedad en la que se desarrollan.
Por eso, en ANEL estamos acercando a los centros educativos (Bachillerato, Secundaria, Formación Profesional) y universidades los valores de este modelo empresarial. Más de 2.500 estudiantes de una treintena de centros han participado solo en este curso académico en charlas, sesiones y talleres. Como decía Arizmendiarrieta: «Primero formación, luego formación y después formación».
En este 2025, declarado por la ONU como el Año Internacional de las Cooperativas bajo el lema “Las cooperativas construyen un mundo mejor”, su legado cobra una dimensión aún más universal. Porque, efectivamente, si aspiramos a un mundo más justo, más sostenible y más democrático, debemos impulsar modelos empresariales que pongan en el centro a las personas. Y eso es precisamente lo que hacen las cooperativas: construir un mundo mejor desde lo local, con los pies en la tierra y la mirada en el largo plazo.
A lo largo de estos años, ANEL ha sabido adaptar ese legado a las necesidades cambiantes de nuestra sociedad y de nuestras empresas. Lo hicimos en los tiempos de las reconversiones, asesorando y respaldando la transformación en cooperativas; en la post crisis financiera, acompañando a quienes decidieron emprender de forma colectiva; en plena pandemia, demostrando que las empresas de Economía Social son capaces de cuidar sin dejar de competir; y lo seguimos haciendo ahora, impulsando la colaboración público-privada, participando en el diseño de políticas activas de empleo y desarrollo económico, promoviendo nuevas fórmulas de emprendimiento inclusivo y sostenible.
Hace dos años, el reconocimiento a ese trabajo llegó en forma de Medalla de Oro de Navarra. Pero el verdadero reconocimiento está en cada cooperativa y sociedades laborales que nace, en cada socia o socio que participa de las decisiones de su empresa, en cada proyecto que, apuesta por quedarse, por crecer desde aquí, por generar valor compartido.
Arizmendiarrieta decía que «las cooperativas no nacen para ser cooperativas, sino para resolver problemas». Hoy los retos son otros, pero el espíritu es el mismo. Frente al individualismo, comunidad. Frente a la especulación, arraigo. Frente a la precariedad, participación. Frente a la indiferencia, compromiso. Sigamos construyendo desde ahí.
Porque el mejor homenaje que podemos rendir a Arizmendiarrieta no es mirar atrás, sino seguir adelante. Con su ejemplo como faro y con nuestras convicciones intactas: que es posible —y urgente— construir empresas más humanas para una sociedad más justa.
Ignacio Ugalde
Director de RRHH en Tafalla Iron Foundry y presidente de ANEL