Modestia aparte, (cuestión de canas, nada más), yo aún alcancé a conocer, en la prehistoria de la informática, el sistema de las tarjetas perforadas. Y el ordenador con el que perdí mi virginidad digital admitía un sólo programa, el Ability, y una pantalla monocroma en verde.
Sirva el preámbulo para sustentar el título, porque «As time goes by…», a medida que pasa el tiempo, aquello apenas dejaba entrever la revolución que la humanidad lleva experimentando estos últimos años, gracias a todo lo digital y a su territorio por excelencia que es internet.
Dicho fenómeno ha puesto en evidencia, en mi opinión, que la tecnología digital se ha hecho mayor y casi “apropiado” de nuestras vidas a partir de tres rasgos que le son propios:
- Su capacidad creciente para acumular información e interrelacionarla.
- Su innegable utilidad como vehículo de comunicación instantánea e ilimitada.
- … Y su aceptación y difusión como plataforma de participación.
La información se produce y se acumula como nunca antes. Y lo que es mejor, la velocidad de análisis y procesamiento de los datos hace que podamos vincularlos de formas novedosas para extraer de ellos nueva información y de estos datos nuevas conclusiones.
Del cúmulo de información que circula por la red y que buscadores como Google «organiza» en nuestro beneficio, surge el concepto Big Data. Para entenderlo mejor, el B.D. adquiere todo su sentido si asumimos, como afirma Alejandro Jiménez, CEO de EMC España, que «cada dos años generamos tanta información como todos los años anteriores juntos». Es el nuevo bisturí con el que las empresas pueden diseccionar su mercado con una precisión inimaginable. Los 340 millones de tuits diarios, que vienen a ocupar 8 Terabytes/día u 80 MB/segundo, por ejemplo, suponen todo un reto de gestión de información, en manos de la llamada Business Intelligence, que está dando los primeros pasos y va a ser, dentro de muy poco, el campo de batalla de la competitividad.
La tecnología digital que nos inunda nos sugiere también un nuevo vehículo de comunicación, que está cambiando de alguna forma nuestra convivencia. Es otra manera de comunicarnos, reconozcamos que algo paradójica, pues exige primero “aislarnos” frente una pantalla para encontrarnos con nuestro interlocutor. La mesa camilla se ha hecho virtual.
Y por último, todo lo digital, representado por Internet, ofrece un nuevo escenario de participación. Foros, blogs, likes, retuits, etc. hacen de cada opinión particular un mensaje que nunca soñó con audiencia tan numerosa. Cada uno conformamos nuestra propia tribuna para opinar, exigir, rechazar, entronizar o ignorar todo lo que se nos ponga por delante. A veces es ágora respetable; otras, patio de vecinos divertido.
Es lo que hay ¡Y hay de las empresas que aún no lo hayan entendido…!
Ya tenemos la herramienta, pero «as time goes by…» estoy convencido que en esta revolución deben aún alcanzar más relevancia el contenido, el análisis y el trasfondo ético del fenómeno, que los pixeles de la pantalla. Aún estamos obnubilados por los «artilugios» (perdón, debo decir gadgets) que nos impiden perspectiva para analizar y reposo para asimilar.
Javier Ongay
Consultor de Comunicación y Marketing. Formador