Todo comenzó, como no podía ser de otra manera, con un brindis memorable. En una abarrotada sala Ciudadela de Baluarte, resonó un contundente «¡que vivan los vinos Ochoa!». Un grito que se alzó sobre el bullicio, seguido por el armónico estallido del cristal provocado por el choque de copas. Ese estruendo lleno de júbilo fue el pistoletazo de salida con el que se empezó a celebrar la pasión por la excelencia de esta centenaria empresa familiar navarra.
Bodegas Ochoa presentó su nueva identidad visual en lo que Javier Cirujeda, comunicador gastronómico y conductor del encuentro, calificó como «el gran acto». Luego, reconoció la valentía de sus promotoras, las hermanas Adriana y Beatriz Ochoa, «por tomar decisiones tan significativas para una bodega tan arraigada al buen hacer y la calidad de sus elaborados y comunicarlo un 20 enero que, con esto del ‘Blue Monday‘, se ha situado como el día más triste del año», bromeó provocando las risas de los asistentes.
Sin embargo, no hubo ni un atisbo de nostalgia y sí mucha celebración y fiesta, algo consustancial a una buena copa de vino compartida con amigos. Y como anfitrionas, las ya mencionadas Adriana y Beatriz. La primera, enóloga y directora técnica de Bodegas Ochoa, rememoró la historia de amor que mantiene con su profesión. «Comenzó cuando, con dieciocho años, decidí hacer las maletas e irme a Burdeos a estudiar Enología sin saber apenas francés», apuntó. Así, tras trabajar en Francia, Australia y otros proyectos nacionales, volvió a su casa, a Olite. «Acepté el reto de cuidar el legado familiar, de hacerlo crecer, de seguir innovando y de cuidar nuestro viñedo, nuestro lugar en el mundo», confesó.
Algo similar expresó Beatriz. Cuando inició su carrera profesional, la CEO de Bodegas Ochoa no tenía del todo claro si deseaba vincularse a la empresa familiar. Pero hoy se muestra orgullosa y feliz de su decisión. «Será porque soy la pequeña y siempre tenemos un espíritu más rebelde», resaltó en tono jocoso. En ese momento, su propósito era aprender, ver mundo: «Sin yo saberlo, durante ese tiempo acumulé experiencias importantísimas que me han sido de gran ayuda a posteriori«. Así que, después de muchos años trabajando en Inglaterra, comenzó a sentir algo en su interior que llamaba a su corazón: «Los vinos de Ochoa me estaban esperando al otro lado».
Efectivamente, la cita sirvió para rendir un homenaje a las seis generaciones que han gestionado una firma con 180 años de tradición, innovación y valentía a sus espaldas. Y, sobre todo, para representar la culminación de un proceso de traspaso generacional que, durante los dos últimos años, se ha rematado a nivel visual y conceptual junto a la agencia Moruba para conectar su pasado, su presente y su futuro. Todo ello resumido en un claim: «Ahora. Aquí. Siempre«. Una forma de reflejar el compromiso renovado que esta firma vitivinícola mantiene con su legado familiar, la sostenibilidad y la conexión emocional con el mundo del vino.
EL NUEVO RELATO
Dicho mensaje se materializa en el rediseño de sus etiquetas, para las que se han recuperado fotografías históricas de la familia (anécdotas, paisajes y vivencias), con especial protagonismo de las imágenes tomadas por su padre, Javier Ochoa, uno de los enólogos más prestigiosos de España y del mundo. Junto a su mujer, Mariví Alemán, contribuyó con su pasión y su sacrifico a lo que hoy es esta bodega. Además, en línea con su compromiso con la sostenibilidad, la empresa ha introducido botellas de menos peso y más eficientes dentro de un «cambio radical», ensalzó Cirujeda.
Si algo representa el «Ahora. Aquí. Siempre«, es el nuevo relato de la compañía. Toda una declaración de intenciones que parte de una serie de valores que la identifican. De esta forma, la serie «Ahora» incluye las variantes rosado de lágrima, crianza origen, Blanco Lías, Tinto Nude y Moscato de Ochoa, y es una representación de su respeto al ecosistema, el paisaje y la biodiversidad. «Una invitación a disfrutar del momento y que nosotras vinculamos a conceptos como resiliencia, tradición, honestidad, celebración de la amistad o búsqueda de la alegría», comentó Adriana.
«Aquí«, por su parte, aglutina las propuestas Otxoa, Mil Gracias, Labrit, Labrit Rosado, Zarpas, Uva Doble y Moscatel. Según especificó Beatriz, «cada vino de esta colección nace de una finca concreta y de una única variedad». Por ello, representan virtudes tan destacadas como el destino, la diversidad, la naturaleza, la evolución y su condición de pioneros. «Con ellos queremos reflejar el vínculo profundo que mantenemos entre vino, tierra y familia», añadió.
Finalmente, «Siempre» tiene que ver con el legado, aquellos vinos que trascienden el tiempo y han construido el prestigio de Ochoa. Aquí están los Gran Reserva, Reserva, Alma de Finca Secadero y Corazón de Finca Montijo. «Todos ellos han nacido de generaciones que han trabajado con amor la viña. Son clásicos con capacidad para detener el tiempo nacidos de uvas muy seleccionadas», explicó Adriana aprovechando su faceta de enóloga.
HORIZONTES PROMETEDORES
Acto seguido, los asistentes pudieron maridar los vinos en un exclusivo cóctel diseñado por el chef Nacho Gómara y que incluyó croquetas de cocido, cogollos del grumillo con anchoa costera de Santoña, cebolla porrona en tempura con mostaza de Dijon y arrope, así como gambón salvaje con reducción de Agraz Verjus de Bodegas Ochoa. También hubo cardo de Peralta y foie grass de Las Landas; rodaballo salvaje a la sal con berza y patata cascada; lagarto ibérico, crucíferas y puré de boniato. Como remate no faltaron las frutas del Moncayo, acompañadas de lima y menta con escamas de sal y regadas con Ochoa Moscatel de vendimia tardía 2023.
Y mientras los comensales disfrutaban de este festín al paladar, acompañados por la música en directo de DJ Budin, quedó de manifiesto que la sexta generación de Bodegas Ochoa ha abierto un episodio apasionante en la larga historia de la compañía. «Estamos muy ilusionadas con el cambio porque nos ha servido para adaptarnos a lo que somos y lo que queremos transmitir», reflexionó Beatriz. Pero este camino no ha hecho más que empezar. «Se vienen muchas cositas con el moscatel seco y las garnachas», avanzó Adriana con un cierto tono de misterio para rematar con esta petición: «Solo os pedimos que deis una oportunidad a nuestros vinos».