Las personas estamos hechas para perder dinero, ¿qué podemos hacer?
Parece obvio que lo primero que debiéramos hacer es saberlo. Cuando alguien riguroso se plantea poner en marcha un negocio, se interesa por conocer todo lo relativo al mismo para que las posibilidades de éxito sean elevadas. Se está jugando su dinero, su tiempo y su estado anímico en el intento.
Sin embargo, algo tiene el mercado financiero que, a pesar de causarnos temor y respeto, consigue que, sin apenas formación ni información, arriesguemos una parte de los ahorros que tanto nos ha costado ganar. En la denominada “Teoría Económica Clásica”, que ha prevalecido durante prácticamente toda la segunda mitad del siglo XX, se describía a los inversores como “racionales”, lo que suponía que las personas que invertíamos en bolsa tratábamos de maximizar el valor final de nuestra riqueza, y que además, éramos reticentes al riesgo.
Si esto fuese así, cuando una persona estuviese ganando 1.000 euros en bolsa debiera experimentar un grado de “utilidad” (para entendernos mejor llamémosle “satisfacciíon”) justamente opuesta al de otra persona que estuviese perdiendo esa misma cantidad. Es decir, el nivel de “satisfacción” de la persona que estaba ganando debiera ser exactamente igual al de “insatisfacción” de la persona que estaba perdiendo la misma cantidad. Sin embargo, esto no es así. Los experimentos del economista y premio Nobel Maurice Allais primero y, de los también Nobel Daniel Kahneman y Amos Teversky después, han demostrado este hecho.
¿Qué nos viene a decir esto? Pues, que cuando estamos ganando 1.000 euros con acciones de, por ejemplo, Telefónica, nuestra satisfacción es muy elevada, y tenemos unas ganas tremendas de venderlas para no perder lo que llevamos ganando. De este modo, dejamos de ganar mucho dinero cuando las acciones llevan una fuerte tendencia alcista o el ciclo económico es favorable. Ganamos 1.000 euros, es cierto, pero dejamos de ganar otros varios miles de euros por haberlas vendido demasiado pronto.
Sin embargo, cuando estamos perdiendo 1.000 euros, nuestro grado de insatisfacción no es tan intenso, y en vez de querer vender rápidamente para evitar perder más, nos aferramos a la esperanza de que se recuperen. ¡En términos estrictos matemáticos nos volvemos muy arriesgados! Y lo que suele ocurrir es que las pérdidas se hacen cada vez más abultadas. De este modo, si la primera inversión es buena ganamos 1.000 euros. Pero si la segunda inversión que hacemos sale mal, ¿creen que perdemos solamente 1.000 euros y nos quedamos en paz? Por supuesto que no. Con esa segunda inversión terminaremos perdiendo muchísimo más de lo que hemos ganado con la primera.
Las personas siempre terminamos por perder dinero en bolsa. Si ocurre esto no se culpen. Se trata de algo propio del ser humano actuar de este modo, ¿Qué podemos hacer? Modificar un sesgo inherente a nuestra naturaleza humana es harto complicado, como podrán comprender.
A los que nos apasiona el mundo de los mercados financieros nos puede ayudar las “terapias de la modificación de la conducta”. Se trata, por resumir, de una fuerte generación de hábitos positivos, repetición, y ofrecernos a nosotros mismos premios o penalizaciones en función de que cumplamos con el plan previsto. Se trabaja tanto el plano cognitivo (dar un enfoque correcto a nuestros pensamientos) como conductual (generación de conductas correctas y tratar de desterrar las nocivas).
Pero hay que tener en cuenta que la naturaleza humana es muy fuerte y cuesta mucho tiempo y esfuerzo modificarla. Hay que ser paciente. Se trata, en fin, de un área bastante desconocida y menos divertida que hacer un curso con gráficos, sintiendo la adrenalina producida por el sube y baja de las cotizaciones. Pero, lo divertido no tiene por qué ser rentable.
Si las personas tenemos una conducta que es justamente la opuesta a la necesaria para que nos vaya bien en la bolsa no nos queda más remedio que modificarla. Si el inversor tiene un sesgo como el que he expuesto, no va a ser capaz de aplicar correctamente los conocimientos formativos que adquiera. Su naturaleza inherente le traicionará en algún momento, metiendo la pata de mil formas distintas.
Es preciso que se entrene a sí mismo: Hacer una pequeña inversión simbólica, y si la acción sube y la tendencia de fondo es alcista, mantenerla tanto como pueda. Morderse las uñas si es necesario, pero aguantar. Sin embargo, si la acción comienza bajando hasta un punto no esperado, vender rápidamente y no dejar aumentar las pérdidas. Este último es un planteamiento demasiado genérico y simplón, pero un punto de partida para aferrarnos a la conducta apropiada para tratar de ganar dinero en bolsa.
Jorge Labarta
Economista, analista técnico bursátil y autor del libro “Así me hice trader”