La rapidez en la expansión de la pandemia del Covid-19 por todo el planeta ha provocado una brusca revisión de las previsiones económicas. Hace pocas semanas, con el problema limitado a China, diferentes organismos advertían de una ralentización del crecimiento mundial. Hoy se habla directamente de recesión global, más profunda y más extensa geográficamente que la de 2009, pues afectará a prácticamente la totalidad de países. Nos enfrentamos a una crisis sanitaria y económica sin parangón, con importantes derivadas sociales y políticas. En pocas palabras, el Covid-19 será un hito fundamental en nuestra historia.
En términos económicos, el coste de esta crisis va a depender en gran medida de la pérdida de confianza que provoque. Nadie esperaba un cataclismo económico de esta magnitud hace unas semanas, aunque lo vivido en otros países debería haber alertado a nuestros gobiernos de la necesidad de políticas preventivas, especialmente en el ámbito sanitario en el que faltó anticipación. Ahora no debemos caer en ese mismo error en materia de política económica, hay que generar confianza.
Nos enfrentamos a un riesgo desconocido, capaz de alterar nuestro modo de vida e impedirnos actividades cotidianas en las que antes apenas si reparábamos y que hoy nos parecen un lujo inalcanzable. De algún modo, seguimos en shock, rodeados de incertidumbres acerca del futuro. Incertidumbres que impiden hacer previsiones macro fiables. Habrá recesión, de eso no cabe duda. Pero su duración, su magnitud y la posterior recuperación estarán marcadas por lo que hagamos ahora; por cómo reaccionemos todos, sea personalmente, sea como organizaciones y empresas o sea como sociedad.
“El futuro para muchas empresas dependerá de si son capaces de diseñar un curso de acción acorde con sus capacidades y riesgos”.
Así, la pandemia se podrá manejar mejor desde el punto de vista sanitario si todos actuamos con responsabilidad para con los demás y para con nosotros mismos. El futuro para muchas empresas dependerá de si son capaces de diseñar un curso de acción acorde con sus capacidades y riesgos. La cohesión social del mañana dependerá de cuanta solidaridad y empatía sepamos desplegar hoy. A las autoridades les corresponde, lógicamente, un papel determinante en la gestión de la crisis porque son las responsables de tomar las medidas sanitarias y económicas oportunas. También porque al hacerlo pueden y deben procurar que con sus decisiones se abran algunos espacios de certidumbre, que ayuden a rebajar temores y ansiedades.
Por desgracia, no hay fórmulas mágicas para la acción de los gobiernos; no hay remedios instantáneos para la pandemia ni para la incertidumbre. Pero eso no puede ser argumento para la improvisación. Tendrán que ir avanzando con cautela y siguiendo un plan de actuación claro, que señale los pasos a dar según sea el escenario en que nos hallemos, y dicho plan deberá ser comunicado lo antes posible para que los agentes económicos y sociales conozcan el terreno de juego definido. Un plan adaptativo en que los diferentes agentes puedan apoyar sus expectativas para la toma de decisiones y que les genere confianza, que les ayude a entender cualesquiera cambios que se introduzcan.
“Ni podemos volver a la actividad como si nada ocurriera, ni podemos confinar a toda la población de manera indefinida”.
Hasta el momento, las medidas adoptadas en materia de política económica con carácter urgente apuntan en la dirección adecuada, pues aspiran a generar cierta seguridad económica tanto para las empresas como para las personas. Necesitamos de esa seguridad para superar la fase en que nos encontramos y para situarnos en mejor posición de cara a la salida de la crisis. Por ello, las medidas urgentes han tratado de asegurar la liquidez para las empresas, mediante una política de avales públicos que facilite el acceso a crédito abundante y barato (gracias también a las ingentes inyecciones monetarias del BCE). Así mismo, se ha procurado reducir la carga inmediata de diferentes obligaciones de pago y fiscales a empresas, autónomos y hogares especialmente vulnerables. Por último, las medidas de carácter urgente han incluido mecanismos para facilitar el acceso a prestaciones y ayudas a personas en necesidad.
Evidentemente, las medidas deberán ir adaptándose, ya que en algunos casos surgen dificultades en su diseño e implementación. En concreto, los requisitos a que están sujetas crean dificultades administrativas y de gestión que les restan operatividad. En otros casos, la rapidez con que se ha legislado ha restado claridad al contenido de las leyes sobre las que se sustentan. Por último, algunas de las medidas van a crear dificultades futuras, como sucede con el permiso retribuido recuperable: será complicado recuperar esas jornadas de trabajo en los plazos contemplados por la ley para aquellas empresas que hayan visto mermada su actividad económica.
Las próximas políticas tendrán que responder a fórmulas eficientes, permitiendo el control de la pandemia, la atención a quienes enfermen y la reactivación económica. Ni podemos volver a la actividad como si nada ocurriera, ni podemos confinar a toda la población de manera indefinida. Cuanto más tardemos en reiniciar la maquinaria productiva, más daño sufrirá y mayores serán los costes económicos para todos. En el mejor de los casos, la solución definitiva a la crisis sanitaria llegará con el descubrimiento de una vacuna, pero hasta completar ese recorrido necesitamos dar soluciones que nos permitan seguir caminando. El recurso de forma masiva a test de contagio y pruebas serológicas nos da una vía prometedora en la medida en que nos ofrezca garantías y confianza en una drástica reducción de la probabilidad de infección, sobre todo si va acompañado de cambios en nuestras costumbres hacia una mayor distancia social una vez se relaje el confinamiento. Todo ello redundará en una vuelta más rápida a una cierta normalidad en términos económicos y sociales.
“Debemos potenciar la colaboración público-privada, que tan buenos resultados está dando: unamos el conocimiento de las empresas con el liderazgo público que requieren las actuales circunstancias”.
Nos esperan aún meses difíciles, dramáticos para muchos hogares y empresas. Pero hay algunas lecciones que, como sociedad y como integrantes del tejido productivo de nuestra comunidad, podemos extraer de los acontecimientos recientes para encarar ese futuro inmediato.
En primer lugar, debemos potenciar la colaboración público-privada, que tan buenos resultados está dando: unamos el conocimiento de las empresas con el liderazgo público que requieren las actuales circunstancias. En segundo lugar, reparemos en la fortaleza de algunos de nuestros sectores estratégicos, como el agroalimentario, y apostemos con más fuerza por sectores vitales a corto, medio y largo plazo, como el biosanitario, del que vendrán muchas de las respuestas a las incógnitas actuales. Por último, apoyémonos en la experiencia que muchos de ustedes tienen en tomar decisiones complejas en escenarios de gran incertidumbre. Y así, a pesar de todas las dificultades, podremos ir trasladando nuestra atención a cómo serán nuestras empresas en el futuro.
María Jesús Valdemoros Erro
Economista y parlamentaria foral de Navarra Suma