viernes, 3 mayo 2024

Cecilia Wolluschek, de los clústeres a reinventarse como consultora

En el fondo es lo que siempre ha hecho: fundó su propia academia cuando era adolescente, recorrió Europa en solitario con 18 años, trabajó en una editorial y en un museo y se doctoró en Ciencias Físicas. Esta argentina llegó a Navarra para estudiar y terminó quedándose por amor. En el camino ha construido una rica trayectoria profesional, pasando por Cemitec, Focke Meler, el Functional Print Cluster, Enercluster y NAGRIFOOD. Tras todo ese bagaje adquirido, desde hace unos meses centra su atención en su propia consultora.


Pamplona - 29 septiembre, 2023 - 17:30

Desde 2018, Wolluschek es miembro de la junta y secretaria en la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de Navarra. (Fotos: Ana Osés)

Decía Antonio Muñoz Molina que “hay un momento en que los ojos se abren de pronto al arte, igual que los oídos a la música o a un idioma que hasta entonces se ha estudiado con la sensación de no avanzar, o de hacerlo muy despacio”. Lo que el escritor cuenta en El atrevimiento de mirar le ocurrió a Cecilia Wolluschek muy pronto, cuando tenía 11 años. Fue entonces cuando sus padres decidieron hacer un viaje por Europa y, tras darle varias vueltas, optaron por llevarla con ellos. Cautivada por la belleza de las calles, iglesias y museos que visitó, la capacidad de asombro de aquella niña argentina parecía escribir, sin que ella fuese del todo consciente, una especie de destino: su futuro se gestaría, de alguna manera u otra, en el Viejo Continente. Así sucedió.

La historia no empezó con aquella mudanza, sino mucho antes, en la casa de una familia de clase media afincada en la provincia de Buenos Aires. Allí vivía una adolescente Wolluschek, a la que se le daban de miedo las asignaturas de Física, Matemáticas y Química. Tan de maravilla que era ella quien resolvía las dudas de sus compañeras de pupitre. Avispada, pronto aprovechó la oportunidad de capitalizar ese don y comenzó a dar clases particulares a una de sus vecinas. “La madre me pagó con una monedita -rememora-. Puede ser una tontería, pero ese fue mi primer contacto con el dinero propio”. El boca a boca surtió su efecto y la joven Cecilia, con apoyo de sus progenitores, instaló una pizarra y una “supermesa” en el trastero de su hogar. Desde allí atendió a “entre cincuenta y setenta” alumnos que llegaban a aquella academia improvisada, algunos de los cuales “venían de lejos”.

En esa misma época tomó otra decisión que configuraría el resto de su trayectoria. En lugar de la tradicional fiesta de quinceañera, habitual en muchos países de Latinoamérica, Wolluschek pidió regresar a aquel lugar en el que sus ojos se abrieron de verdad por primera vez. Tuvo que esperar a cumplir la mayoría de edad para materializar su sueño. A los 18 partió a la Alianza Francesa de París, con la idea de perfeccionar el idioma que ya manejaba con cierta fluidez. Pasó el resto del tiempo recorriendo distintas ciudades y, cuando volvió a Argentina, ya tenía claro que quería estudiar Ciencias Físicas en la Universidad Autónoma de Buenos Aires. “No sabía muy bien por qué, pero me atraía, me parecía una carrera sexy. Quería hacer experimentos y, sobre todo, divertirme y cacharrear”, confiesa.

«La Física me atraía, me parecía una carrera sexy. Quería hacer experimentos y, sobre todo, divertirme y cacharrear»

Durante los últimos años de carrera, compaginó los estudios con dos empleos. Así, además de convertirse en monitora del Museo de Ciencias de Buenos Aires -donde enseñaba experimentos a familias con niños pequeños-, también comenzó un trabajo a tiempo parcial en una editorial universitaria. “Éramos tres personas en la sede argentina de la compañía estadounidense Addison-Wesley. Luego llegó Longman, que editaba los famosos libros de inglés, y pasamos a ser un equipo de cincuenta. Tras la adquisición de ambas por Pearson, hubo que crear toda la filial para América Latina desde Buenos Aires. Pasé de esa labor comercial con dos compañeros a una multinacional de 5.000 trabajadores”.

Con “muchísima pena”, dejó atrás ese capítulo de su vida a finales de los años 90 para centrarse en su carrera científica. Antes de presentar su tesina, hizo una estancia de seis meses en el Departamento de Fluidos de la Universidad Complutense de Madrid, bajo la tutela de los profesores Manuel Velarde y Agnes Paterson. La vida le sonreía: quería dedicarse a la física experimental aplicada a la industria, desde la Universidad de Navarra la contactaron para ofrecerle la oportunidad de cursar un doctorado y, por otro lado, la embajada italiana de su país quería concederle una beca para investigar los láseres de Alejandrita -“que hoy en día se utilizan en la depilación”- en el Instituto de Óptica de Florencia. El mismo «que gestiona el laboratorio que fue de Galileo».

Antes de comenzar su doctorado, Wolluschek se dedicó a investigar láseres en Florencia.

Antes de comenzar su doctorado, Wolluschek se dedicó a investigar láseres en Florencia.

No pudo elegir y se empeñó en hacer las dos cosas. Por eso, después de medio año en la capital toscana -donde aprendió italiano “de forma acelerada”, aterrizó en Pamplona, una ciudad que antes no conseguía situar en el mapa y en la que ha permanecido desde entonces. La etapa que inició con el cambio de siglo consistió en un estricto régimen diario de horas dedicadas al estudio y a la investigación. Contó con la “suerte”, eso sí, de haber sido acogida por distintas cuadrillas multiculturales. Se acercaba el momento de presentar la tesis doctoral y Wolluschek, “un poco ambiciosa cuando se trata de trabajo”, preparaba su siguiente salto: en ese momento, en concreto, barajaba la posibilidad de continuar su labor investigativa en París o en Nueva York.

Y entonces se cruzó por su camino Ignacio, “el chico navarro”. En ocasiones, está claro que el corazón gana a cualquier otro anhelo, por legítimo que sea este. En Navarra apostó por construir una familia y dar un vuelco a su carrera profesional. Coincidiendo con sus inicios como profesora universitaria -ha impartido clases durante quince años ininterrumpidos en la UN, en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)-, se incorporó a Cemitec (actual NAITEC) como responsable de Proyectos en Fluidos e Ingeniería Térmica.

SALTO A LA INDUSTRIA

Siete años más tarde comenzó a trabajar en el Departamento de I+D de Focke Meler Gluing Solutions y, en 2013, creó su propia empresa, CW Consulting. “Empecé a trabajar por mi cuenta y me iba muy bien. Recuerdo que la primera gran empresa que me contrató fue Ikusi-Velatia (Donostia, Gipuzkoa), pero también ayudé a muchas pymes navarras”, recuerda. Un año después se adentró en el mundo de los clústeres de la mano de Mar González, actual directora gerente de Tracasa Instrumental, quien en ese momento estaba al frente del Functional Print Cluster. “Nos acercamos a lo que se estaba gestando en Corea del Sur y Alemania y lanzamos la startup LanPrintech”, resume.

Manuel Rodríguez, anterior presidente del Clúster de Energías Renovables de Navarra (Enercluster), llamó a su puerta en 2018. “Él venía del sector -remarca Wolluschek-, pero necesitaba a alguien que tuviera más experiencia dentro de un clúster; que supiera desarrollar la colaboración no solo entre las empresas grandes, sino con toda la cadena de valor; y, sobre todo, que se sintiera cómoda trabajando por proyectos. Ese era mi ámbito natural». Convertirse en directora de Proyectos de esta asociación le permitió, en cierta medida, regresar a a sus orígenes como estudiante, cuando llevaba a cabo investigaciones relacionadas con la energía térmica.

En 2021 atendió otra llamada. Esta vez era Sandra Aguirre, gerente del Clúster Agroalimentario de Navarra (NAGRIFOOD), quien buscaba a una nueva directora de Proyectos. La destinataria volvió a decir que sí. “Pudimos organizar el departamento y planteamos una estrategia de redes que costó mucho esfuerzo -constata-, pero que ha funcionado. En unos pocos meses, estábamos presentes y de forma activa en dos de los seis grandes consorcios agroalimentarios aprobados por la Comisión Europea”.

«Las mujeres tenemos que entrar en ese lugar en el que se toman las decisiones y se maneja el dinero»

La última década de clústeres la ha combinado con su participación en otras iniciativas: “Desde muy temprano me di cuenta de que el asociacionismo aporta riqueza. Así se reparten riesgos y surgen oportunidades de emprender proyectos mucho más ambiciosos de lo que una sola persona puede abarcar”. Entre  2017 y 2019 fue vicepresidenta de la Asociación Navarra de Consultores (ANEC) y desde hace algunos años pertenece también a la Asociación Navarra de Altas Capacidades (ANAC), a la que llegó “principalmente” para ayudar y comprender a sus hijos. Nuestra entrevistada es madre de dos adolescentes -una chica y un chico-, con los que viaja frecuentemente a Argentina.

“Viajan en plan de turismo y familia, o sea, viven una situación utópica. Yo les digo que la vida real no es así. Pero creo que, al ser yo migrante, no se han quedado solo con la visión que puede tener una familia europea. Les he transmitido también los problemas que tenemos en Latinoamérica y, por consiguiente, en el mundo”, sostiene. Esa convicción social se ha trasladado a muchos otros ámbitos, aunque quizá el más notorio sea el de la igualdad. Wolluschek llegó a la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de Navarra (Amedna-Neeze) en 2016, animada por una conocida. Actualmente es miembro de la junta directiva y secretaria de la organización. Dentro de la entidad, concretamente, lidera una iniciativa para impulsar la presencia de mujeres y niñas navarras en áreas STEM.

«Estoy disfrutando esta transición, ansiosa por saber qué es lo que viene. Y si no, pues ya me lo inventaré»

“Nuestro claim -defiende- es que el mundo va a cambiar muchísimo, lo estamos viendo con la Inteligencia Artificial y la robótica. Se va a empezar a dividir entre los que controlan estas áreas y los que no. Va a haber una brecha enorme y se necesita de un gran esfuerzo para que las mujeres entren a ese lugar en el que se toman las decisiones y se maneja el dinero”, vaticina.

Ella da ejemplo en este sentido porque -como no puede “quedarse quieta”- sigue estudiando y leyendo sobre sostenibilidad, digitalización, programación no code, la plataforma Unity… A nosotras esto nos pilla demasiado desprevenidas, así que finalizamos aquí la entrevista. Antes de despedirnos, eso sí, les contamos que todo este movimiento tiene una razón de ser. Wolluschek ha retomado su consultoría y desde hace unos meses ha introducido nuevos servicios a su cartera. “Estoy disfrutando esta transición, ansiosa por saber qué es lo que viene. Y si no, pues ya me lo inventaré”, sentencia. Quedamos atentas a lo que se traiga entre manos.


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