El lunes 28 de abril vivimos un momento histórico en España. Con toda la cautela posible de no conocer el origen del apagón y sin querer en absoluto ser oportunista (ahora que mucha gente aprovecha para arrimar el mochuelo a su olivo), trabajo en una consultora con presencia en Australia y EEUU especializada en la integración en red. De ahí que hayamos visto sucesos similares con cierta frecuencia. Sin ir más lejos, en Chile hace dos meses, Brasil estuvo a punto de sufrirlo en 2023, Texas en 2021, Australia en 2017… Así que, por si puede servir de algo, lanzo algunas lecciones y cuestiones que sucedieron al hilo de estos fenómenos:
1. Tras eventos de este tipo, la tendencia natural y generalizada ha sido revisar y reforzar los procedimientos que dan seguridad y robustez a la red e información precisa al operador. Por lógica, una red de pocos y grandes generadores síncronos es más sencilla de gestionar y más robusta que una de centenares (o más) de pequeños generadores no síncronos (renovables), luego la hoja de ruta de implementar exigencias y tecnologías que refuercen esta integración se verá muy probablemente mejorada. Nuestro país ve este año la llegada de los primeros pasos en la línea del Grid Forming, un nuevo paradigma de control de las renovables en las que no solo se incorporan a la red, sino que «generan red» y con ello pueden hacerla más robusta. En concreto, es necesario ya (de hecho, mi consultora los está haciendo) para los proyectos de baterías validar que estos cumplen el requisito de BlackStart o arranque de cero. Esta manera de trabajar «generando red» de las renovables se multiplica exponencialmente cuando se combina con baterías. Precisamente, Australia pisó el acelerador con las baterías y el almacenamiento en general desde el gran apagón de 2017, y es donde también desde 2022 se están implementando proyectos en los que la renovable adquiere más protagonismo y relevancia a la hora de reforzar y dar estabilidad a la red.
2. Se volvió a sopesar el equilibrio entre rentabilidad (mercado) y necesidad. Este debate es más complejo, pero tras estos eventos se llega a momentos en los que se reevalúan las prioridades. En Australia, por ejemplo, se remunera desde entonces la contribución a reforzar la red. Tener almacenamiento gestionado por el operador (compatible en todo lo posible con desarrollo privado) es una medida útil para ocasiones como esta. Europa en general es barroca y lenta para el desarrollo de estas normativas e inversiones. En España, llevamos más de dos años con el borrador de una normativa que podría haber ayudado y que no ha visto la luz. ¿Seremos capaces de desatascar (o cortar) el nudo gordiano que las atenaza?
3. Se valoró más la autosuficiencia y la seguridad que dan el autoconsumo o una microrred. De repente, ya no será solo el doble decimal del modelo financiero, pesarán también (o pesarán más) otras cuestiones en la balanza.
4. Las inversiones en redes ganan importancia. Muchas veces son las grandes olvidadas de la transición energética, y eso que son claves para evitar problemas y sucesos como el gran apagón. Si tenemos suerte, volverán a salir del cajón donde duermen en el sueño de la permisología.
Dichas estas reflexiones, mi solidaridad con quienes se han pegado doce horas o más seguidas para gestionar esta incidencia, con quien sufrió la claustrofobia en un ascensor etc. Y, como soy un optimista implacable, mi enhorabuena al índice de natalidad español y a todos esos padres que verán nacer a sus criaturas en nueve meses. 😉
Xabier Barón
Director de Operaciones en SiG Coop.