Para David Ruiz, hacer ejercicios de integrales o tiros parabólicos era como armar un puzle. Ya desde pequeño jugaba con las distintas ramas de las ciencias sin decantarse por una de ellas. Hasta que dio con un profesor de Química en el bachillerato. Él le ayudó a descubrir el mundo parándose sobre hombros de gigantes, y su guía puso un punto y final a un proceso “de cocción larga”, que finalmente le llevó a estudiar esta disciplina en la Universidad de Navarra.
“Me decanté por este camino, incluso a pesar de que había personas que no me lo recomendaban -apunta Ruiz entre risas-. Al final, elegir una carrera es tirar un dardo entre cinco futuros distintos”. Más aún cuando son tantas las inquietudes. Desde la ESO, Ruiz entrenaba a niños de nueve y diez años en el Club de Baloncesto de Tafalla porque se quedó prendado de su filosofía: “Apuestan por el talento de su cantera para que llegue a otras divisiones”.
También obtuvo el Diploma de Gestión y Emprendimiento Científico y participó en el Club de Debate durante sus estudios universitarios en Pamplona, donde pudo compartir con otros esa curiosidad por diversos ámbitos del saber. “Ser así de movido es muy navarro”, sentencia este tafallés de 29 años.
“Aquí aprecian mucho a los graduados de España porque nuestra educación es mejor en comparación con la de otros países”
Eso sí, su principal motor seguía siendo el estudio de la composición, la estructura, las propiedades y las transformaciones de la materia a nivel molecular y atómico. Y centró sus esfuerzos en el mundo de los materiales inorgánicos, que descubrió gracias al buen hacer de uno de sus profesores. “De hecho, en el tercer curso del grado, otros compañeros y yo iniciamos junto a él una investigación para caracterizar un material que, debido a unas propiedades, era capaz de limpiar el ambiente de gases tóxicos. Ese mismo verano, pude ir a la Universidad de Aberdeen para culminarlo”, rememora.
Su primer contacto con la investigación científica fue tan positivo que, tras culminar sus estudios de grado, inició en 2016 un máster en Nanociencia y Nanotecnología en la Universidad de Barcelona. Esa formación lo catapultó al doctorado, por el que aterrizó un año después en la Universidad de Mánchester. ¿Su objetivo? Estudiar los precursores químicos de la corrosión dulce, la degradación gradual de estructuras metálicas causada por el agua dulce y otros factores atmosféricos que afecta a los equipos utilizados en industrias.
“Se me llenaba la boca al decir que iba a este centro tan prestigioso. Pero lo cierto es que aquí aprecian mucho a los graduados de España porque nuestra educación es mejor en comparación con la de otros países. Saben, además, que nos dedicamos en cuerpo y alma a lo que hacemos, y por eso ponen a disposición del talento investigador los recursos necesarios”, reflexiona. Fiel a sus costumbres, Ruiz no dudo en hacerse con un certificado en Gestión de Proyectos por el Project Management Institute.
DE LA INVESTIGACIÓN AL PROFESORADO
Sin embargo, las oportunidades que más llamaron la atención al investigador navarro fueron las que estaban relacionadas con la docencia. Por ejemplo, fue tutor de Química en The Brilliant Academy, una organización sin ánimo de lucro que trabaja junto a la comunidad de doctores para “ayudar a estudiantes poco favorecidos a acceder a las universidades más competitivas y tener éxito cuando lleguen a ellas”. Al mismo tiempo, se involucró en la iniciativa ResLife, cuyo objetivo es apoyar a estudiantes de residencias universitarias en su educación y su vida personal.
Casi sin darse cuenta, Ruiz estaba siguiendo los pasos de esos profesores que tanto le habían ayudado a crecer. Y, así, emergió su vocación por la educación: “Dar clases se convirtió en mi motivación más poderosa, incluso por encima de la propia investigación. Ser tutor me permitió experimentar la alegría de enseñar, y la experiencia en ResLife me formó mucho en apoyar a los estudiantes en un contexto lleno de problemas de salud mental y falsas expectativas. He tenido a gente que me ha llamado en su peor momento”.
Junto a esa labor, Ruiz encontró la oportunidad de conseguir una plaza exclusivamente dedicada al profesorado en la Universidad de Mánchester. Dichos perfiles, casi inexistentes en el modelo español, se dedican a la atención al estudiante, a dar clases y a la metodología de la enseñanza, de modo que no realizan trabajos de investigación. “El apoyo a los estudiantes es tanto académico como moral. Tienes un impacto instantáneo y muy importante. Que hables con el estudiante puede ser la diferencia entre que deje la carrera o la continúe”, valora.
Así que este joven tafallés sigue disfrutando, como cuando era pequeño, con los cálculos físicos y las fórmulas químicas en las clases que imparte en el Foundation Year programme del centro educativo inglés. Este módulo permite a los estudiantes cursar de forma transversal asignaturas de la Facultad de Ciencias e Ingeniería. “Son horas intensas de preparación y trato con los estudiantes. Pero querría hacerlo toda la vida. Por eso, no descarto mudarme a otros países que también ofrezcan este tipo de plazas”, concluye. Eso sí, siempre que puede vuelve a Tafalla, donde le esperan su familia y los pimientos cultivados en el huerto de su padre.
Esta entrevista forma parte de la Estrategia NEXT del Gobierno de Navarra.