Una humedad densa, casi masticable, envuelve la atmósfera. Decenas de arrozales inundados brillan bajo un inclemente sol y, entre las hileras de plantas que emergen del agua como el periscopio de un submarino, los agricultores recogen los granos. Esta escena es fácil de imaginar en el sudeste asiático, pero no tanto en la Ribera navarra.
Aunque los datos son provisionales, el Departamento de Desarrollo Rural y Medioambiente del Gobierno de Navarra estima que la superficie dedicada al cultivo de arroz en 2024 alcanzó las 1.870 hectáreas. «Debido a la climatología, la recolección del año pasado se alargó durante todo noviembre e, incluso, creo que fue en diciembre cuando se terminó de cosechar. Por eso, este dato es menos fiable que el del año 2023», apunta a este medio José Miguel Bozal, técnico de Experimentación de INTIA.
A priori, esta cifra supondría un incremento de 500 hectáreas en comparación con las 1.369 de 2023, un 36,6 % más. De esta manera, se superaría por primera vez la barrera de las 1.800 hectáreas desde 2021 y se deja atrás el retroceso experimentado en 2022 y 2023 fruto de «la escasez de lluvias y la proliferación de hierbas», que se tradujo en una caída de la producción de entre el 30 % y 40 %. En este sentido, desde Grupo AN precisaron no obstante que esa bajada de la superficie cultivada y el rendimiento fue menor que en otras comunidades autónomas más acuciadas por la sequía.
De lo que no hay duda es de que el sector arrocero navarro, concentrado en Arguedas, Caparroso, Rada, Mélida, Carcastillo, Villafranca, Bardenas, Tudela, Figarol y Santacara, afronta una lucha constante en la que también influye el aumento de los costes de producción. De hecho, la Comunidad foral superó las 2.000 hectáreas cultivadas entre 2015 y 2019, un hito que parece difícil de alcanzar en la actualidad.
PRIMEROS GRANOS
Según Bozal, el arroz comenzó a echar raíces en la Comunidad foral en 1987, cuando se registraron oficialmente los primeros cultivos. «Aunque algún agricultor veterano me comentó en su momento que, en la década de los 60, ya había quien poseía pequeñas producciones cerca de Tudela, en Soladrón, y llevaba el grano a la plaza de toros para secarlo», rememora. El experimento duró poco, aunque veinte años después germinó adecuadamente en la recta de Arguedas. «Había una serie de parcelas que no eran rentables para trigo, cebada u hortalizas. En un momento dado, a alguien se le ocurrió probar con el arroz y se trajeron regadores del Levante para actuar con tino y dar con las variedades de grano correctas», incide.
En concreto, se decantaron por el guadiamar, una clase de semilargo que se adapta muy bien a los terrenos de las localidades mencionadas, caracterizados por contener una gran cantidad de sal. «Antes se plantaba remolacha, pero ahora solo se puede cultivar arroz», señala Raquel Sesma, directora de Frutas y Hortalizas en Fresco del Grupo AN y responsable de la Cooperativa Agrícola San Esteban de Arguedas: «Hasta hace unos años, la tonelada se pagaba a 500 o 600 euros. Ahora mismo, el mercado ofrece la mitad, pero nosotros no lo hemos vendido todavía a la espera de que suba. Y los costes de producción y el precio de los productos fitosanitarios se mantienen». «El control de las hierbas es el gran hándicap que tenemos hoy en día. Las tierras con arroz son desfavorables para el resto de cultivos y los agricultores se ven obligados a plantar solo arroz o a dejarlas en barbecho», agrega Bozal.
Tras la cosecha, la cooperativa de Arguedas recibe cerca de diez millones de kilos de arroz desde Caparroso; Figarol; Santacara; y, en menor medida, Tudela. Los granos se secan, se almacenan y finalmente se envían a empresas arroceras del Delta del Ebro y de Valencia, líderes en el mercado nacional. «No hay muchas más opciones, y los grandes exportadores, como Taiwán, nos hacen daño porque les cuesta producir mucho menos que a nosotros. Trabajamos con clientes que venden incluso en Irán«, detalla Sesma. «El Delta del Ebro cultiva 20.000 hectáreas; Valencia, 15.000; Andalucía, 20.000; y, aunque últimamente ha descendido, Extremadura llegó a tener 40.000», desglosa Bozal.
ARROZ ECOLÓGICO
Arroz El Alcaraván, fundada en 1996, acaba de cumplir veinte años cultivando este producto, aunque también comercializa lentejas, garbanzos, guisantes, avena y distintas harinas. Con sede en Arguedas, fue fundada por Miguel Bienzobas, ya jubilado a sus 87 años. Sus instalaciones cuentan con 2.000 metros cuadrados entre almacenes, cámaras frigoríficas y oficinas, y emplean a una decena de personas. En la actualidad, los encargados del negocio son sus hijos, Ignacio, Elena y José Miguel. «Vendemos sobre todo en Navarra y País Vasco, aunque también en Cantabria; Asturias; Galicia; y, en menor medida, el sur de Francia«, desgrana este último.
El 70 % de la superficie que cultiva esta firma es ecológica. De ahí que el pasado diciembre participara en la jornada ‘Economía circular: soluciones locales para un impacto global’, celebrada en el marco del proyecto Navarra Zirkular, en colaboración con el Ayuntamiento de Arguedas y junto a empresas como Yenxa, Ingredalia o Icer Brakes.
Entre todos sus cultivos, la empresa ribera trabaja más de 700 hectáreas, 150 más que hace ocho años, en Villafranca, Tudela, Bardenas, Arguedas y Valareña (esta última en Aragón). En 2024 cultivó 208 hectáreas con arroz convencional y 47 en ecológico. Y eso que trasladar el compromiso de la producción ecológica al arroz es un reto especialmente complicado. «Hemos apostado fuerte y no es fácil. El campo debe estar inundado todo el tiempo y, al no usar pesticidas, aparece una enorme cantidad de hierbas. Además, solo podemos plantar arroz cada tres o cuatro años», desgrana el agricultor, de 58 años. «La mala hierba es un problema importante en la zona porque no la podemos tratar y ocupa mucho terreno. Cada día tenemos menos posibilidades de atacarla porque hay muchas limitaciones sobre el tratamiento que se puede emplear», lamenta Sesma.
En ese contexto, el técnico de INTIA ensalza la especialización de los agricultores como Bienzobas, aunque advierte de que la estructura comercial del sector está cada vez más debilitada: «El agricultor, como cualquier otro empresario, necesita rentabilidad. Yo me puedo empeñar en hacer algo, pero si los números no salen, no vamos a estar dándonos cabezazos contra la pared. Si el precio de venta no soporta el coste de producción, apaga y vámonos», lamenta Bienzobas tras dejar entrever que algunos agricultores se verán forzados a cambiar de cultivos. «Otra cosa es la calidad. La del arroz navarro es buenísima. Pongo la mano en el fuego por él», remarca.