Hace varias décadas, un pequeño hotel de Sangüesa invitaba cada tarde a vecinos de aquí y de allá a disfrutar de su acogedor salón. Allí, mientras esquivaba tacos de billar y bolas de futbolín, un jovencito de trece años servía cafés. «¿Con leche? ¿Con hielo? ¿Cortado?», preguntaba a toda velocidad, muy atento a las peticiones de los clientes. Ese fue el primer contacto que Javier Anadón tuvo con la hostelería. Hoy, a sus 69 años, dirige casi una veintena de locales en Ibiza bajo el nombre de Grupo Mambo y todavía recuerda al detalle sus inicios tras la barra.
Aunque nació en Pamplona, pasó su infancia y parte de su juventud en Sangüesa. Cuando gozaba de tiempo libre, aprovechaba para sumergirse en lecturas que hablaban sobre grandes viajes. Aspiraba a ser un trotamundos. Con Robert Louis Stevenson como novelista favorito, se imaginaba surcando mares y explorando islas remotas, viviendo grandes aventuras a lo largo y ancho del planeta. Entre páginas y páginas de intrépidas hazañas, soñaba con que llegase el momento de emprender un gran viaje «de esos que te cambian la vida».
«Pamplona se me quedaba muy pequeña, yo quería comerme el mundo. Siempre tuve el gusanillo de viajar, viajar y viajar»
Estudió en la antigua Escuela de Comercio de Pamplona y, en cuanto tuvo oportunidad de conocer otras ciudades, lo hizo. Su primer destino fue Lloret de Mar, en Girona. Con dieciocho años recién cumplidos, decidió marcharse allí para trabajar como camarero durante tres meses. «Pamplona se me quedaba muy pequeña, yo quería comerme el mundo. Siempre tuve el gusanillo de viajar, viajar y viajar», relata orgulloso a Navarra Capital. Después de aquella breve estancia en la Costa Brava, puso el punto de mira en Marbella, donde permaneció nueve meses, también como camarero.
Pero el amor llamó a su puerta y, de nuevo, Javier cambió de rumbo. No dudó en hacer las maletas, coger un vuelo y plantarse en París junto a la chica francesa que había conquistado su corazón. Allí, el glamur de los bares y restaurantes acaparó toda su atención. Las luces, el estilo distinguido de los clientes, ese exquisito acento francés que envuelve de finura las conversaciones… «¡Qué elegancia la de Francia!», pensaba al admirar lugares emblemáticos como la Torre Eiffel o Notre Dame. Pero ni siquiera los encantos de la capital gala le convencieron para echar raíces…
RUMBO A IBIZA
Imaginó un futuro en Barcelona y, durante un tiempo, trabajó allí como vendedor. «Necesitaba más sol y más playa», apostilla justo antes de narrar su desembarco en Benidorm, donde ejerció como barman en una discoteca. Pero no, la Comunidad Valenciana tampoco lo sedujo. Así que, todavía en busca de su ubicación soñada, aterrizó en Ibiza sin imaginar que sería precisamente allí donde su espíritu emprendedor despegaría. En aquella ocasión, también el amor llamó a su puerta, ya que conoció a la mujer que hoy es su esposa. «No había estado nunca en Ibiza, pero sentí que era mi lugar. Me gustó desde el primer día. Tenía sol, playa, fiesta y ese punto jipi y bohemio que tanto me atraía», remarca al mirar hacia el pasado.
Durante tres años, se dedicó a ahorrar mientras trabajaba como camarero. El objetivo estaba claro: deseaba comprar un local y dirigir su primer negocio. Y así adquirió el pub Bucanero, en Cala de Bou. «El establecimiento me dio suerte desde el primer día. Además, sus vistas del atardecer son muy inspiradoras», expresa sonriente tras recalcar que se considera un profundo creyente de que la suerte «influye mucho» a la hora de «triunfar» en el mundo empresarial.
El éxito inicial que tuvo con Bucanero se tornó aún más notorio cuando compró el Café Mambo, que este año cumple tres décadas de andadura. Poco a poco, bajo el nombre Grupo Mambo, nuestro protagonista amplió su portfolio hostelero, que hoy ya suma dieciocho establecimientos de copas, discotecas, restaurantes, chiringuitos y hoteles.
CLIENTES DE TALLA MUNDIAL
Para hacerse un hueco, Javier pensó en cómo marcar la diferencia: «Me hice amigo de los DJ más importantes del mundo y aprendí de música». Así, combinando los contactos que iba forjando con el «entorno privilegiado» del que gozaban sus establecimientos, pronto triunfó en el sector. Poco a poco, Café Mambo fue ganando popularidad. «Se ven puestas de sol de lujo, espectaculares. Entre la música en directo y los atardeceres, a la gente le parece un sitio perfecto para pasar un buen rato», apunta al tiempo que incide en que la mayoría de sus clientes son personas de nivel adquisitivo medio que desean disfrutar de buenos cócteles.
«No había estado nunca en Ibiza, pero sentí que era mi lugar. Me gustó desde el primer día. Tenía sol, playa, fiesta y ese punto jipi y bohemio que tanto me atraía»
Pero al Café Mambo también acuden celebridades como Leonardo DiCaprio o Kate Moss. De hecho, las paredes del establecimiento están adornadas con infinitas fotografías que muestran a nuestro protagonista, sonriente, junto a conocidos actores y artistas. «Nick Mason, el batería de Pink Floyd, me regaló sus baquetas», apostilla alegre.
Lo cierto es que Javier es todo un «entusiasta» de las puestas de sol. Por eso, el Hostal La Torre también goza de una ubicación mágica. Situado en la cima de un monte, cada día se llena de personas que desean disfrutar de una estampa idílica, con el sol reflejándose en la inmensidad del mar. Lo mismo ocurre con Casa Maca, aunque este negocio está más enfocado a acoger a clientes de alto nivel. «Alberga un pequeño hotel y un restaurante de lujo. Damos de comer a cuatrocientas personas. Cuando algún famoso visita Ibiza, siempre viene aquí. Leonardo DiCaprio, por ejemplo, ha venido un par de veces», detalla.
Con el restaurante Sa Capella como última adquisición, anuncia que próximamente le gustaría abrir un establecimiento en la Comunidad foral con ese «toque especial ibicenco» que luce su marca. Enamorado de la región en la que se crio, suspira: «Soy muy navarro y, como tal, adoro Navarra. Es tan bonita… A veces tengo la sensación de que no se conoce lo suficiente. Creo que a la Comunidad foral le falta marketing«.
Amigo de conocidas figuras como el exfutbolista Ronaldo Nazario o el ciclista villavés Miguel Indurain, nuestro protagonista reconoce que la hostelería le ha brindado la suerte de relacionarse con «personas increíbles». Pero, aunque se siente «tremendamente agradecido» por todo lo que Ibiza le ha descubierto desde que aterrizó en ella por primera vez, admite que se han dado muchos cambios en estos últimos años. «Ahora hay demasiado discotequero, distintas modas de gente joven, todo se ha encarecido, apenas hay viviendas… Se puede morir de éxito, y eso es algo que le puede pasar a la isla», lamenta justo antes de añadir que, a pesar de que Ibiza ha cambiado y seguirá haciéndolo, su magia siempre permanecerá intacta.