miércoles, 11 diciembre 2024

El golfista que ganó el campeonato de España y hoy es el único cadi profesional de Navarra

Jesús Legarrea, de 37 años, hace mucho más que transportar los hierros del golfista español Jorge Campillo. Además de acompañarle en sus viajes, le ayuda a diseñar la estrategia, analizar las condiciones del campo y estudiar el desempeño de sus adversarios mientras se preparan juntos física y psicológicamente. El cadi navarro, que está pasando unos días en Pamplona antes de comenzar la temporada, repasa su trayectoria para Capital Sport junto a su padre, quien recientemente ha ampliado las instalaciones de Golf Indoor Center.


Mutilva - 4 diciembre, 2024 - 05:58

Jesús (izda.) ejerce de cadi, mientras que su padre (dcha.) dirige Golf Indoor Center en Mutilva. (Fotos: Sergio Martín)

Pies separados, rodillas flexionadas y hombros relajados. Toma aire, arma el swing y golpea. Con el cuerpo arqueado y el palo trazando una especie de perpendicular con su espalda, otea el horizonte para ver caer la bola. Sonríe de oreja a oreja mientras levanta los brazos para celebrar su gesta. Jesús Legarrea, con solo seis años, ha superado el río Ultzama de una orilla a otra. “Serían unos quince metros de vuelo”, rememora entre risas. “¡Artista! ¡Campeón!”, le gritaba su padre, Jesús Mari. “Cuesta levantar la bola a esa edad. El subidón es gigante cuando sale bien por primera vez”, añade este con orgullo paternal.

Para desarrollar el talento de su hijo, Jesús Mari lo inscribió en diferentes torneos del País Vasco y Aragón cuando tenía ocho años. Y, a los diez, debutó en el Campeonato de España de 1997, celebrado en Murcia. “Fue cuando se disputó la histórica Ryder Cup en Valderrama. La primera vez que salió de las islas británicas”, relata el progenitor tras precisar que Jesús ganaría el campeonato nacional dos años después.

“Es un empleo precioso porque, aunque no tienes la tensión del jugador, sientes algo parecido. Cada semana es un torneo diferente y, cuando obtienes un buen resultado y el domingo puedes celebrarlo, el lunes ya piensas en cómo afrontar el siguiente”

Con quince, participó en diferentes torneos al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos. “Gané el Doral Junior en los campos que Donald Trump posee en Florida“, indica el joven. Su principal rival fue Bronson Burgoon, actual jugador del PGA Tour. “Su bola se fue al agua a falta de dos hoyos”, señala mientras enseña en el móvil una foto de ambos en el podio.

Padre e hijo, de 65 y 37 años respectivamente, llevan toda la vida con la bolsa de hierros al hombro. Nunca mejor dicho, ya que Jesús es el cadi del golfista profesional Jorge Campillo. Acaba de llegar a Pamplona desde Dubái, donde recientemente tuvo lugar la final del DP World Tour Championship. Y en unos días volará a Sudáfrica para arrancar la temporada en el Nedbank Golf Challenge de Johannesburgo.

“Es un empleo precioso porque, aunque no tienes la tensión del jugador, sientes algo parecido. Cada semana es un torneo diferente y, cuando obtienes un buen resultado y el domingo puedes celebrarlo, el lunes ya piensas en cómo afrontar el siguiente”, remarca para admitir acto seguido que hay días en los que no tiene muy claro dónde despierta: “Sobre todo me ocurre cuando vuelvo aquí tras un viaje largo”.

Los días de competición se despierta a las 7 de la mañana, y a las 5 si el torneo se disputa en una zona calurosa. Primero, dedica entre quince y veinte minutos a realizar algunos ejercicios para activarse y baja a desayunar con el resto de cadis, separados de los golfistas. “Tenemos que desconectar los unos de los otros porque pasamos muchas horas juntos”, apostilla su padre.

Posteriormente, destina otros cuarenta minutos a preparar la jornada: calibra el viento, mide la temperatura y analiza cómo arrancan los primeros adversarios. “Si me sobra tiempo, me acerco hasta los dos últimos hoyos para ver cómo reacciona la bola en los greens antes de estirar y calentar con Jorge”, apunta.

“En este trabajo aprendo de los mejores del mundo, pero también resulta sacrificado porque paso demasiado tiempo sin ver a mi familia y amigos”

Esta minuciosa rutina es común entre los cadis, cuya profesión está atravesando un proceso de cambio. En los tiempos de Jesús Mari, los golfistas profesionales solían recurrir a conocidos para que les ayudaran con el equipo. “La idea de que bebían mucha cerveza estaba superextendida. Hoy, todos se cuidan como si fueran deportistas”, señala su hijo. Y es que actualmente también se encargan de aconsejar sobre las condiciones del terreno, la meteorología… En ocasiones, incluso actúan como psicólogos.

Este año, Jesús ha pasado largas temporadas en Estados Unidos. “Nunca había estado en el PGA Tour, donde metes más horas. Jorge lleva muchos años de experiencia y se conoce los campos casi de memoria. Qatar es su favorito porque hace calor y bastante viento”, subraya el navarro. Aunque en sus ojos se atisba el hambre de un competidor nato, reconoce que tiene algunas dudas sobre su futuro a largo plazo. “Es un trabajo muy apasionante porque aprendes de los mejores del mundo, pero también resulta sacrificado porque paso demasiado tiempo sin ver a mi familia y amigos”, lamenta tras presumir de esposa e hijos, Tomás y Lucas, que cuentan 7 y 4 años respectivamente.

GOLF INDOOR CENTER

Según su padre, Jesús siempre fue excesivamente trabajador. “Daba demasiadas bolas y, en ocasiones, le tenía que frenar por su bien”, concreta. Tanto es así que la espalda del muchacho llamó la atención de los médicos porque había desarrollado unos músculos más que otros. Para corregir esa anomalía, empezó a acudir al gimnasio con solo doce años. “En mi época solo entrenábamos en el campo de golf, y daba igual si eras zurdo, como yo, porque no existían palos adaptados. Así de tocados estamos algunos ahora”, bromea el progenitor entre risas. “Cuando yo empecé, jugaba con palos de madera. Hoy en día son de grafito, más ligeros. En la actualidad y con esas facilidades, hubiera sido mejor golfista”, agrega.

Golf Indoor Center, en Mutilva, cuenta con dos simuladores que permiten jugar en 300 campos de todo el mundo.

Golf Indoor Center, en Mutilva, cuenta con dos simuladores que permiten jugar en 300 campos de todo el mundo.

No obstante, Jesús Mari fue jugador profesional desde los 18 hasta los 28 años, cuando decidió centrarse en cuidar a su familia porque no podía vivir del deporte. Seguidamente, trabajó diecisiete años como profesor en el Club de Golf Castillo de Gorraiz. Y hoy dirige Golf Indoor Center, donde acaba de instalar un segundo simulador Trackman. De esta forma, el usuario puede competir con personas conectadas desde otros lugares y elegir entre 300 campos de todo mundo, el doble que hace dos años. “También tiene juegos infantiles donde pueden matar monstruos a bolazos. Así es más fácil que los jóvenes se enganchen”, incide.

En sus instalaciones de Mutilva se respira una mezcla de tradición y tecnología. Nada más entrar, a la izquierda, está el pequeño taller donde padre e hijo reparan los hierros de sus clientes. Sobre el suelo, junto a los módulos de entrenamiento, se apilan cientos de pelotas blancas como perlas. Y al fondo se vislumbra una montaña de palos de golf, cuyos mangos sobresalen como lanzas en una armería. Junto a ellos pueden distinguirse varias bolsas que una vez pertenecieron a José María Olazábal, Alfredo García Heredia, Pablo Larrazabal, Mikel Lorenzo-Vera y un tal Rory McIlroy. “Nos la mandó quince días después de que Jorge Campillo jugara un amistoso contra su manager en Dubái”, remata Jesús Mari con orgullo.


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