Apenas queda mes y medio para el comienzo del verano. En esta época, cuando el calor empieza a hacerse notar, José Tejedor se decanta por los vinos espumosos. En concreto, tiene especial devoción por los eslovenos, «muy finos y elaborados con una materia prima de calidad». En su vinoteca también se apilan botellas que reserva para ocasiones destacadas. «Lo bueno del vino es que hay uno para cada estado de ánimo», reflexiona.
Aunque nació en Logroño en 1978, vivió hasta los dos años en Bargota. En la actualidad, acaba de retomar el negocio vitivinícola de su difunto abuelo, al que ha bautizado como Bodega Casa del Risco, y ultima el lanzamiento de su primer vino, ‘El Arriero Martín’, en honor a su antepasado Martín Echaide, figura histórica durante la Primera Guerra Carlista. «Él supuso un gran impulso para la casa. Gracias a su oficio, Echaide suministraba provisiones a ambos ejércitos y podía cruzar el frente sin peligro. Fue el mensajero que transmitió las ofertas de paz entre los generales Espartero y Maroto para firmar el Abrazo de Vergara en 1839″, narra José a Navarra Capital.
Aunque no se conoce la fecha exacta en la que se levantó la casa familiar, todo indica que su origen se remonta a 1600. Su apariencia actual, sin embargo, la adquirió durante el siglo XIX, tras una importante reforma en la que se amplió el inmueble para albergar establos destinados a las mulas de Echaide.
Posteriormente, la hacienda pasó a manos de su abuelo materno, José Fernández, que falleció en un accidente de tráfico mientras transportaba el vino que él mismo elaboraba. Tras su muerte, el padre de José, Herminio Tejedor, asumió el reto de revitalizar la finca. «Mis abuelos tuvieron seis hijas y un hijo que se hizo fraile. Y mi abuela, Felisa Arrieta, tuvo la gran visión de hacer la casa más habitable para hospedar a las familias de sus hijas. Hoy la casa tiene capacidad para veinticuatro personas», destaca José.
EXPERIENCIA INTERNACIONAL
Aunque José siempre sintió una conexión especial con el campo, su padre, profesor de Lengua y Literatura en un instituto de Logroño, le aconsejó «ganarse el pan» en una profesión «que no dependiera de la meteorología». Así que estudió Ingeniería Industrial en la Universidad de La Rioja. «Siempre he sido muy ingenioso, valga la redundancia. Busco una solución cuando surge un problema. Me especialicé en mecánica, y esa formación me ha resultado muy útil a lo largo de mi trayectoria», resalta.
Realizó su proyecto de fin de carrera en Calais (Francia) y, en 2008, se incorporó a la empresa logroñesa Cerámica SamPedro. Durante los dos años que pasó allí, comenzó a sentir el deseo de regresar a Bargota para retomar la tradición familiar de elaborar vino. «La producción se había detenido desde la muerte de mi abuelo. Para prepararme, cursé un Máster en Viticultura, Enología y Dirección de Empresas Vitivinícolas por la Universidad de La Rioja y, al percibir que se avecinaba una crisis en el sector de la construcción, decidí ampliar mi formación en enología en Montpellier«, recuerda.
Durante su estancia en la ciudad francesa, pudo viajar a California para realiza un curso en la Universidad de Davis, donde conoció a un profesional del sector que le abrió las puertas de su bodega en Oregón. Sin dudarlo un instante, vendimió allí durante siete meses. Al año siguiente, en 2012, encadenó varios viajes a Nueva Zelanda, la Toscana y Chile, donde recibió una oferta de trabajo de Bodega Numanthia, ubicada en Toro (Zamora) y propiedad de Louis Vuitton. «Allí estuve desde 2013 a 2015, cuando me mudé durante cuatro años a la capital del vino: Burdeos. El broche de oro a mi vuelta al mundo lo puse en Narbona, al sur de Francia», apunta para aclarar acto seguido que, en 2022, regresó a España porque a su padre le diagnosticaron cáncer.
Mientras su progenitor estuvo convaleciente, José fichó por Bodegas Cosme Palacio, ubicadas en Laguardia y pertenecientes al grupo Entrecanales Domecq e Hijos. «Un año más tarde, trabajé en Altavitis, spinoff de la Universidad de La Rioja especializada en viticultura de precisión». Cuando un primo de su madre sufrió un ictus, José decidió asumir la gestión de la hacienda familiar. Y así, desde entonces, aparcó los viajes y pasó a encargarse del mantenimiento de las parcelas de su familia, que en total suman veinte hectáreas de viñedo, la mitad de ellas pertenecientes a su primo.
‘EL ARRIERO MARTÍN’
«Aunque todavía falta un último impulso administrativo, tengo mi propia etiqueta y podré vender las primeras botellas este mismo año. El objetivo es no perder la tradición vitivinícola de mi familia y de Bargota», celebra José. Será una producción pequeña de tempranillo, de un máximo de 2.000 unidades, aunque no descarta añadas de garnacha en el futuro. «Es un vino muy fácil de beber, con frescura, una acidez muy controlada y el alcohol disimulado. Posee un color ‘ojo de gallo’ muy bonito y elegante», define con pasión. «No tendrás que esperar a tener un chuletón delante para abrir una botella», prosigue para matizar acto seguido que, en la actualidad, combina este proyecto personal con su labor en la bodega Granja Nuestra Señora de Remelluri, ubicada en Labastida.
‘El Arriero Martín’ está elaborado con la misma técnica que usaban sus antepasados, pero con la experiencia de quien ha recorrido medio mundo. «Una formación exhaustiva y ver cómo operan en otros países me ha otorgado mucha información para servir un buen vino. Mis contactos lo están probando y gusta», enfatiza con orgullo.