Mikel Luzea llegó al mundo de la peluquería con 19 años e inició una trayectoria que le ha llevado, 31 años después, a ser considerado como uno de los mejores en su profesión a nivel internacional.
Estudió hasta 3º de BUP y, tras probar varias opciones en las que no encajaba, ingresó en la academia donde se podía estudiar peluquería en Pamplona. No era su vocación, “los chicos tiramos más por oficios como bombero, policía… yo quería ser piloto ¡imagínate! Pero desde el primer día que pisé la academia me encantó y supe que eso era a lo que me iba a dedicar toda mi vida. Lo mío con la peluquería fue un flechazo”, comenta con una sonrisa que se le extiende por toda la cara.
Desde el principio se propuso no ser un peluquero más, “tenía que ir más allá, llegar a lo más alto en la peluquería, no me iba a conformar con poner un salón, y en eso he puesto todo mi empeño desde el primer momento”.
Si por algo se caracteriza es por tener las ideas muy claras, y lo demuestra que, cuando supo que Londres era la meca de su profesión, decidió que tenía que ir “porque era donde estaban los mejores”. Acertó: “En Londres maduré profesional y personalmente, y todo lo que sé lo aprendí en Londres, todo”.
“Me propuse no ser un peluquero más, llegar a lo más alto, no me iba a conformar con poner un salón”
A partir de ahí, trabajo, constancia, dedicación e, insiste, “tener las cosas claras, porque no puedes vender algo que tú mismo no te crees”. Sin olvidar que la formación “es la base de todo, porque hoy todo evoluciona ¡buf! rapidísimamente, como no estés continuamente poniéndote al día te quedas atrás”.
Pero en Londres aprendió algo más. “Allí los peluqueros saben venderse muuuuy bien. Tienen unos premios desde hace 30 años, y ya entonces la ceremonia salía en la televisión, en las revistas de moda, en los periódicos… los premiados son auténticas estrellas. Comprendí que necesitábamos unos premios de referencia para promocionar el sector y que la prensa se fijara en ellos para que nuestra profesión fuera valorada”. Le dio muchas vueltas “pero solo no podía hacer nada”, lo intentó en vano, hasta que intuyó que la solución podía ser crear una asociación nacional de peluqueros que organizase los premios.
“Reuní en Madrid a los que pensé que eran los mejores peluqueros de España, les expliqué mi idea y la verdad es que les convencí, entraron todos de cabeza”. Así nació la asociación, el Club Fígaro, que empezó a trabajar en la organización de los premios Fígaro bajo la dirección de Mikel Luzea, que el año pasado, tras llegar al límite de 8 años que se había impuesto, dejó la presidencia de la asociación pero sigue dirigiendo los premios.
Los galardones Fígaro se han hecho algo muy grande, el sponsor cubre un presupuesto importante y tienen el respaldo de Ifema. La ceremonia se transmite a todo el mundo vía streaming y aparece en revistas internacionales de peluquería y moda: “Son lo que siempre había querido que fueran, es un sueño hecho realidad”, comenta con legítimo orgullo. “Cada año va teniendo un poco más de repercusión, vamos paso a paso y tenemos claro a lo que aspiramos”. Una vez más, las ideas claras.
UN SECTOR EN EXPANSIÓN
No sería Mikel Luzea si se hubiera conformado con eso. Aprovechando la experiencia de los Fígaro, y ante la carencia de unos premios internacionales organizados y otorgados por los propios peluqueros, hace cinco años se lanzó a la aventura. Lo intentó en Río de Janeiro, en el Guggenheim de Bilbao, pero por una cosa o por otra el proyecto no despegaba.
Hasta que llamó de nuevo a las puertas de Ifema, que se abrieron de par en par y con ello llegaron los patrocinadores. Acaba de presentar la primera edición de los International Hairdressing Awards, que se celebrará en enero de 2019 en Madrid, y contará con el apoyo de Revlon y de la revista ‘Estética’, “que es para la peluquería lo que Vogue para la moda”. Será el preámbulo de la Madrid Fashion Week, “y de esa forma conseguimos algo que siempre había querido, sacar los premios del entorno de la peluquería, pasando esa barrera de la profesión”.
Afirma que el nivel de los peluqueros españoles “ha subido en diez años de una forma… vamos, ¡espectacular!, y todo es por los Fígaro ¿eh? Porque la gente se presenta a los premios pero si quieres ganar tienes que hacerlo muy bien. Así, al final consigues lo que consiguieron los ingleses en su día, que el nivel general de la peluquería suba. Unos premios bien hechos, rigurosos, serios, imparciales… son una herramienta increíble para potenciar cualquier sector”.
“No es un buen negocio, no se gana dinero, pero me gusta mucho mi profesión, vivo la peluquería con pasión”
¿Es fácil llegar a ser un buen peluquero? Mikel Luzea asegura que “cortar el pelo bien es muy complicado, requiere muchos años de formación y experiencia”. Sin embargo, cada vez hay más peluquerías, ¿quiere decir que no siempre son de fiar?
“Mira, cortar el pelo mal lo hace cualquiera, pero abren y cierran. Tiran los precios y son inviables. En España hay una peluquería por cada 900 personas, cuando la media mundial es de una por cada 1.500”. Añade que hay tantas “porque es un sector sin regular, no necesitas ser peluquero para abrir una ¡es alucinante!, no se te exige nada, tú puedes poner una mañana sin ningún problema, y tampoco es caro montar una peluquería digamos que normal”.
“GANO UNA MIERDA”
Entre una cosa y otra “la peluquería no es un buen negocio, no se gana dinero”. Explica que su IVA era del 8% y que se lo subieron al 21 hace cinco años. En plena crisis no podía elevar sus precios un 13% y tuvo que asumir un 8% de esa subida. “Pero el cliente estaba pagando más y nosotros cobrábamos menos, y si a eso sumas la crisis la gente dejó de venir, por lo que además tuvimos que bajar los precios… aquello fue un desastre, un mazazo increíble del que el sector no se ha recuperado”.
Mikel Luzea tiene dos salones por los que paga “unas rentas alucinantes”, en los que ha invertido “mucho dinero” y donde trabajan diez empleados, “si tienes en cuenta todo eso lo que gano es una mierda, no merece la pena”.
Entonces, ¿por qué sigue? Hace una pausa, sonríe y suspira antes de responder que “es que me gusta mucho mi profesión, vivo la peluquería… con pasión. Ojo, que vivo bien, pero no gano lo que tendría que ganar de acuerdo con la responsabilidad que asumo con mis empleados y con las inversiones que he hecho. No pierdo dinero, pero no es rentable”. Claro que, reconoce con sinceridad, las peluquerías son una parte de su negocio, junto a la organización de eventos.
La conversación que hemos iniciado en su salón ha continuado en una terraza frente a sendos tés. Hablamos de lo bien que se siente alguien tras un buen corte de pelo, lo que le lleva a lamentar que la sociedad no reconozca el papel que juegan los peluqueros: “Alguien que se ve fatal y viene a la peluquería sale renovado, estupendo, con otra actitud, le sube la autoestima. Y también tenemos algo de psicólogos, se desahogan con nosotros, nos cuentan sus cosas”.
Pasamos a la variedad de cortes y colores que lucen quienes pasan a nuestro lado –“es que vale todo”– y se me ocurre preguntarle si alguna vez ha reconocido un corte ideado por él en otra ciudad que no sea Pamplona. Sonríe de nuevo y dice que sí, que sus dos colecciones anuales sirven de inspiración a otros peluqueros. Antes de despedirnos vuelve a los International Hairdressing Awards: “Me voy a dejar la piel para que sean un éxito mundial, y lo voy a conseguir porque soy muy cabezón”.