En la pintura impresionista, cada pincelada parece caótica y fragmentada cuando se observa de cerca, pero al alejarse revela una imagen vibrante y compleja. Así como Claude Monet o Pierre-Auguste Renoir dibujaban con luz y color, cada campo del saber -la economía, la ciencia, la filosofía- aporta su matiz particular para captar lo intangible y difuso del porvenir. La perspectiva individual de cada disciplina podría parecer incompleta, pero es en su conjunto donde se vislumbra un paisaje de posibilidades. Un futuro que solo puede entenderse cuando todas las miradas se funden en una obra común, dinámica y cambiante.
Precisamente, la VII edición de ‘El Mundo que viene’ buscó este jueves aportar pinceladas sobre la sociedad del mañana. Así lo hizo de la mano de seis investigadores e investigadoras de renombre convocados por el Consejo Social de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) con el objetivo de divulgar entre los representantes del entorno empresarial, institucional y educativo, así como de los clubes profesionales de la entidad educativa, algunos de los cambios sociales, económicos y tecnológicos que se avecinan y que, a buen seguro, cambiarán la forma en la que nos relacionamos, trabajamos o vivimos.
Tras los saludos institucionales de Mar González, presidenta de la Comisión de Relaciones con la Sociedad en el Consejo Social, tomó la palabra Joaquín Sevilla, que hizo de anfitrión de la jornada celebrada en el Navarra Arena durante el XVII Encuentro de Empleo y Emprendimiento. En su breve presentación, estableció un símil entre el impresionismo y eventos como ‘El Mundo que viene’: “Tenéis que imaginar un cuadro blanco. Tenemos seis pintores que darán pinceladas ágiles para atisbar el futuro, un grupo que también es representativo de la red de colaboración local e internacional de la UPNA”.
EL PERÍMETRO DE LA SOLIDARIDAD
¿En qué medida es la solidaridad un deber social? Las reflexiones de Javier Martín-Lanas, doctor en Filosofía del Derecho y miembro del Departamento de Derecho de la UPNA, versaron sobre el “escurridizo perímetro” de la esfera individual ante este dilema. Abordando la cuestión desde la filosofía moral, el académico inició su intervención aludiendo a dos extremos: “Si el perímetro fuera robusto y amplio, nunca nadie estaría en su derecho de exigirnos solidaridad. Pero si por el contrario fuera estrecho, frágil y casi inexistente, estaríamos a merced de los antojos de cualquiera”. Así, y desde un punto de vista utilitarista, Martín-Lanas definió lo correcto como “promover el bienestar general”.
“El utilitarismo es una doctrina poco compartida y tiene el defecto de tener muchas divisiones internas. ¿Pero qué entendemos por bienestar y a qué nos referimos por general?, ¿y cómo lo medimos? Aunque sea complicado dar respuesta a todo, pienso que es muy útil para aproximarnos a la cuestión. Porque sospecho que, en todas las posibilidades, se cumple una regla. Cuando el acto solidario no supone apenas esfuerzo para la persona que lo practica y resultaría un gran beneficio a la persona que lo recibe, es siempre lo correcto”, defendió.
Sin embargo, matizó esta afirmación con dos objeciones. En primer lugar, se refirió a aquellos actos que traen beneficios a la mayoría en el corto plazo, pero pueden ser dañinos en el largo plazo. De la misma forma, los llamados “actos heroicos” no pueden ser exigibles. “Si tuviera que decir dónde está perímetro exacto de la solidaridad, es el punto medio entre los dos extremos que comentamos anteriormente. Pero mi propósito no es dar respuesta exacta para un asunto tan complejo”, culminó el académico.
HACIA UNA “INMOVILIDAD” SOSTENIBLE
La Ley Europea del Clima, aprobada en 2021, establece dos objetivos ambiciosos: reducir un 55 % las emisiones de gases invernaderos en 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050. En este camino resulta clave el cambio de paradigma de la movilidad, un asunto que los asistentes a la jornada exploraron de la mano de Txus Pintor, director científico tecnológico en NAITEC. “Desde el sector, buscamos que la sociedad torne sus ojos a la movilidad eléctrica de la misma forma disruptiva con la que irrumpió el coche para reemplazar los carros de caballos o la revolución de los smartphones“, resaltó.
Eso sí, reconoció, este cambio no está resultando “tan atractivo” a la sociedad. Precisamente, los turismos electrificados que se han introducido en el mercado entre enero y junio suponen un 20 % del objetivo marcado para 2024, situado en los 280.000 vehículos. Por eso, el directivo de NAITEC propuso una serie de oportunidades para cambiar el futuro del transporte de personas. En esta línea, enumeró aspectos como la multimodalidad, es decir, la convivencia de distintas tecnologías; el uso de baterías; o la aplicación de la Inteligencia Artificial (IA) a los sistemas de transporte.
Así mismo, puso el foco en la creación de espacios urbanos que prohíban el paso de vehículos contaminantes. Un punto que, a su juicio, puede promover el la idea del transporte como servicio y no como propiedad. “Rediseñar los espacios públicos de manera climáticamente neutra no solo permitiría conseguir ciudades sin polución, sino que también abriría el paso a estilos de vida que se dirijan hacia la movilidad compartida y sostenible. Se trata de un cambio que, unido a la cultura de la suscripción, será terreno fértil para plataformas que ofrezcan distintos servicios como el carsharing, los patinetes o el renting“, reflexionó.
UNA COMPUTACIÓN QUE EXPRESA EMOCIONES
Tras Pintor, Sonia Elizondo, profesora y miembro del Departamento de Estadística, Informática y Matemáticas de la UPNA, compartió una mirada humanística sobre la computación afectiva, una rama de la tecnología que reconoce, entiende y expresa emociones. Y es que, para conseguir que los dispositivos repliquen esta experiencia humana, primero es necesario que los desarrolladores la redescubran.
“Las emociones son reconocibles gracias a comportamientos como las expresiones, los movimientos de manos o las modulaciones de la voz, y características fisiológicas como el latido del corazón, la respiración o la sudoración en las manos. Todo esto es reconocible para la máquina gracias a sensores, como los que todos llevamos hoy en día en la muñeca en forma de smartwatch“, desglosó Elizondo. Posteriormente, los investigadores se basan en disciplinas como la neurología, las humanidades o la psicología para dotar a los dispositivos con habilidades interpretativas.
Por último, toda esta información permite a la máquina expresar emociones: “No queremos crear una conciencia, sino a dotar a la tecnología de habilidades que nos permitan interactuar con ella de forma similar a como lo haríamos con otra persona”. En última instancia, se trata de permear los espacios digitales de “esa cercanía humana” a través de la imitación de sensaciones físicas y conductuales para, entre otros usos, “crear nuevas herramientas educativas o de comunicación a distancia”.
CÓMO REGULAR EL USO DE PLÁSTICOS
Desde que el plástico se introdujera en los hogares en la década de 1950, la industria no ha hecho más que crecer. Incluso varios estudios apuntan a que la producción de este material se triplicará para 2060. De ahí que numerosos científicos como Stephanie Reynaud, doctora en Química e investigadora de la Universidad de Pau y Pays de l’Adour, se hayan unido a la Coalición Internacional de Científicos, que apoya la creación de “un tratado vinculante” para acabar con la contaminación por plásticos en 2040.
Sin posicionarse a favor o en contra del uso de plásticos, Reynaud citó las dificultades científicas para cuantificar el impacto de la presencia de plásticos en el medio ambiente. Este es el ámbito en que se enmarca la actividad que desarrolla su equipo en el Instituto de Ciencias Analíticas y Fisicoquímicas para el Medio Ambiente y los Materiales (IPREM), perteneciente a la universidad gala. En concreto, su trabajo se ha centrado, sobre todo, en definir las propiedades físicas de los micro y nanoplásticos, así como su desplazamiento por distintas matrices.
“Se trata de una línea de investigación importante porque nos enfrentamos a una crisis en la que convergen cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación. Tres aspectos que hay que tratar de forma conjunta”, enumeró. Y este es precisamente el objetivo del tratado en el que está trabajando junto a más de 4.000 representantes públicos, científicos y sociales en los comités intergubernamentales de negociación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El último se celebró el pasado mes de abril, y el siguiente tendrá lugar el próximo noviembre.
INTESTINO: ¿EL SEGUNDO CEREBRO?
La importancia de la microbiota ha ido ganando peso a pasos agigantados en los últimos años. Su impacto en diversos ámbitos biológicos que trascienden la propia digestión da pistas de la importancia que ejerce en la salud humana. ¿Pero se puede considerar al intestino un segundo cerebro? A esta pregunta quiso dar respuesta Ignacio López-Goñi, microbiólogo y miembro del Departamento de Microbiología y Parasitología en la Universidad de Navarra.
Con rotundidad, negó que sean equiparables ambos sistemas, ya que el cerebro es “infinitamente más complejo” que el sistema nervioso intestinal. “Pero sí es verdad que hay una relación directa entre las bacterias intestinales y el cerebro, llamada el eje intestino-cerebro. De esta conexión obtenemos importantes moléculas para la vida humana, desde neurotransmisores como la serotonina hasta metabolitos como los ácidos grasos de cadena corta. Múltiples estudios ya han probado la relación entre el desequilibrio de la microbiota y enfermedades como la depresión”, detalló.
Así, López-Goñi trazó una comparación entre las posibilidades abiertas gracias a la secuenciación del genoma humano hace veinte años y las que vendrán por los mismos tipos de estudios en microbiota: “De la misma forma, las terapias podrán hacerse más personales gracias a la identificación de los microorganismos que tengamos en nuestra microbiota. Aún estamos en la edad de piedra, pero nos encontramos al inicio de una nueva era en la medicina personalizada”.
CÓMO REPARAR EL ASCENSOR SOCIAL
La última ponencia se centró en el círculo intergeneracional de la pobreza y su impacto en la desigualdad social. Ambas cuestiones han sido ampliamente estudiadas por Lucía Martínez, doctora en Trabajo Social y miembro del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la UPNA. “Según clasificaciones de la OECD, España es el segundo país donde mas heredamos. Pero cabe mencionar que no solo heredamos propiedades y riquezas, sino también pobreza”, reflexionó como punto de partida.
Para esbozar la situación actual, detalló unos cuantos datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y Eurostat. Una de cada cinco personas nace con dificultades económicas y, de ese grupo, el 45 % solo cursan los estudios obligatorios. Un problema únicamente se da en el 5 % de las personas criadas en hogares ricos. Así mismo, cuatro de cada diez personas procedentes de hogares pobres viven de alquiler, el doble que en el caso de quienes gozan de una buena situación económica. Navarra sigue la estela nacional.
“España es el tercer país de Europa con una mayor desigualdad de oportunidades, solo superado por Bulgaria y Rumania. Y la clasificación permanece intacta, con lo que es estructural a pesar de la coyuntura económica. La desigualdad lastra el crecimiento económico. Y arreglar el ascensor social es un problema multifactorial que no solo se resuelve desde la educación pública. Debemos atender al principal problema, que es la situación económica de las familias de origen, con refuerzos y ayudas en todos los niveles de la sociedad. Pero, sobre todo, debemos incorporar esta forma de ver a la sociedad a título personal”, culminó Martínez.
Tras una mesa redonda en la que los expertos y expertas contestaron a preguntas del público, el rector de la UPNA, Ramón Gonzalo, puso el broche de oro a este foro con una reflexión sobre la importancia de la divulgación científica. “Es un debe y un deber de las universidades dar a conocer lo que hacemos. La pandemia supuso un aliciente en esta misión porque los beneficios de la investigación fueron más tangibles. Pero el tiempo va pasando y los responsables de mantener el pulso científico necesitan razones para justificar la financiación a la innovación. Así que con más razón debemos reforzar la divulgación”, remató.