El rugby subacuático, como su propio nombre indica, se disputa debajo del agua. El balón es redondo, en vez de ovalado, y pesa alrededor de dos kilos para que se hunda lo necesario. En este deporte, los equipos están formados por seis jugadores y se puntúa encestando en las canastas que ubican a cada lado de la piscina. Es un juego muy versátil, que exige velocidad, fuerza y una gran capacidad para aguantar la respiración debajo del agua en apnea. Por eso, los partidos solo constan de dos partes de quince minutos.
La disciplina desembarcó en Pamplona en 2017 cuando la jugadora Laura Sambo, de 27 años, se mudó a la capital navarra para estudiar un máster de Materiales y Procesos de Fabricación en la UPNA. Aterrizó en la ciudad tras haber acabado sus estudios universitarios en Valladolid, donde vivía desde los diez años a pesar de haber nacido en Turín (Italia). Su llegada coincidió con la celebración de la Champions de este deporte en Berlín, campeonato para el que estaba convocada y para el que necesitaba entrenar aunque fuese lejos de su club: “Vine a Pamplona con una amiga de la universidad. Además, llevaba tiempo intentando que ella entrase en el equipo del que yo procedía, el Club Pirañas de Valladolid. En aquel momento, tenía que preparar la competición y no lo podía hacer sola, así que compramos un balón y entrené con ella como pudimos. Hacíamos pases, apneas… lo que pudimos. Y, al final, le gustó mucho”, recuerda. Así, ambas decidieron formar el primer equipo afincado en la Comunidad foral: el Club Leones Pamplona Rugby Subacuático.
Emergió en marzo de 2019. Y a pesar de ser un deporte todavía desconocido y de haberse visto inmerso en la pandemia poco después de constituirse, el equipo no solo resistió a las restricciones, sino que su número de integrantes ha ido creciendo de forma exponencial. “Empezamos cuatro en marzo, pero en julio ya éramos siete y nos estrenamos en nuestro primer campeonato de España. De normal, las plantillas están formadas por doce jugadores, seis en el agua y seis de recambio. Pero nosotros solo teníamos una persona para rotar. Gracias al boca a boca, hemos crecido mucho y muy rápido”, constata. En la actualidad, ya suman 30 miembros, de los cuales quince son mujeres y otros tantos hombres. El reto de cara al futuro es llegar a conformar una plantilla con 40 jugadores para poder competir con más holgura.
“Empezamos cuatro en marzo de 2019, pero en julio ya éramos siete y nos estrenamos en nuestro primer campeonato de España. Ahora estamos 30”.
La también entrenadora del equipo domina el medio en el que se desarrolla este deporte. La primera disciplina acuática en la que se sumergió fue la natación sincronizada, pero llegó un momento en el que cada vez le resultaba más complicado gestionar la alta exigencia de este deporte.
“Cuando dejé la ‘sincro’, buscaba un deporte de agua y me dijeron que probara con el rugby, que molaba un montón. Y me encantó. De hecho, la natación artística es una muy buena cantera, hay muchas chicas que se pasan al rugby después”, asegura.
Comenzó en las filas del club vallisoletano Pirañas hace doce años. Este equipo lleva dieciocho temporadas en activo y es uno de los cuatro que existen en España, junto con el de Barcelona, Madrid y Pamplona. Y aunque prácticamente acabe de aterrizar en la Península, al rugby subacuático le acompaña una gran historia. Nació en Alemania en los años 50 porque en el ejército germano necesitaban un método de entrenamiento para los buzos. Y, de alguna manera, acabaron inventando este deporte. Después fue evolucionando hasta convertirse en lo que hoy se conoce: “En el norte de Europa hay mucha cultura. De hecho, los germanos tienen dos ligas, la del este y la del oeste, porque no les da tiempo a meter todos los equipos en una. Los noruegos, suecos, finlandeses y daneses también son muy buenos“, resalta para añadir que en España aterrizó desde Colombia, vigente campeón del mundo. “De Alemania fue a Latinoamérica, después lo trajeron aquí. Es más, el fundador del club Pirañas es colombiano”.
El salto cuantitativo que han experimentado los Leones también se percibe a nivel deportivo. El último hito del equipo navarro ha sido su reciente debut en una competición internacional. Fue en Mülheim, Alemania, el pasado mes de noviembre (2021). La misma localidad que albergó el primer torneo de rugby subacuático de la historia en los años 50. En junio les espera un nuevo torneo en Burdeos, mes en el que Sambo viajará a Noruega con la selección española para participar en el Europeo junto a otros tres compañeros. También forma parte del proceso de selección para participar en el Mundial de Canadá. Los elegidos se darán a conocer dentro de un año: “Al inicio de cada temporada, hacemos una propuesta y decidimos a qué competiciones vamos. Durante el curso viajamos una vez al mes para competir por la Península o Europa. El formato no es una liga como tal, son ‘open’, es decir, torneos abiertos con diversos partidos durante una jornada y todo se decide ahí”, concreta. Dentro de sus próximos objetivos está ganar el Campeonato de España.
Como precursora de la modalidad, insiste en que “lo más importante para crear un club es tener una estructura interna, contar con unas instalaciones y saber a quién tienes que dirigirte”. “En mi caso, es como si tuviera dos trabajos. Por un lado, mi labor como ingeniera en el Departamento de Compras en Liebherr y, por otro, el equipo. Me encargo del grupo, de las inscripciones, alquiler de calles en la piscina, organización de viajes, el abono de la mensualidad… Junto a mí están Sara, la secretaria, y Quique, que es el tesorero”.
Toda la financiación corre a cargo de los integrantes del equipo, que se costean el alquiler de las calles de la piscina, los torneos, viajes y el equipamiento.
Toda la financiación corre a cargo de sus integrantes, que se costean el alquiler de las calles para nadar, los torneos, viajes y el equipamiento necesario: “La cuota de los socios es de 20 euros al mes. La utilizamos para pagar el alquiler de las instalaciones y, si sobra algo, lo guardamos para las inscripciones de los torneos”.
Su equipación está compuesta por unas aletas, tubos, gafas de buceo, gorro y bañadores. “Es bastante cara. Todo sale por unos 200 euros para cada jugador, pero es una vez y ya. Yo llevo con el mío diez años. Lo realmente caro son todos los gastos de viajar para competir y, en numerosas ocasiones, para entrenar”, recalca.
LAS CARENCIAS
Otro hándicap que también incrementa su partida de gastos son los desplazamientos para entrenar y jugar los partidos: “En Pamplona tenemos un obstáculo extra. El rugby subacuático se juega en una piscina de 3,5 metros de profundidad y, aquí, la máxima es de 2,20. El problema es que jugamos mucha gente en muy poco espacio. Cuando vas a una piscina de tres o cuatro metros de profundidad esto cambia, y se abre un mar de posibilidades para jugar. El equipo de Burdeos organiza días de entrenamiento abiertos y, en ocasiones, vamos allí para poder ejercitarnos en condiciones más similares a las que nos encontramos en los torneos”, matiza. Pero también se desplazan a Madrid y Barcelona.
“El equipo de Burdeos organiza días de entrenamiento abiertos y, en ocasiones, vamos allí para poder ejercitarnos en condiciones más similares a las que nos encontramos en los torneos”.
Este año, la Federación Navarra de Actividades Subacuáticas ha sido seleccionada para organizar el campeonato nacional en conjunto con la del País Vasco. Será el 30 de julio y, debido a esta carencia, las instalaciones donde se desarrollará se ubican en Bilbao: “Hemos tenido que alquilar una piscina en el Club Martiartu. Contar con un espacio de medidas oficiales en Navarra abriría muchas puertas tanto para entrenar como para celebrar campeonatos oficiales de cualquier deporte acuático. Nosotros incluso podríamos alojar un europeo o un mundial”. Esa mejora de las instalaciones es una inquietud que comparten con la Federación Navarra de Natación, en concreto con los equipos de natación sincronizada y waterpolo. “A todos nos interesa tener una piscina más profunda y con medidas reglamentarias en Pamplona que esté orientada a los deportes federados”, reivindica.
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