El buen gusto se respira por todos los rincones de sus nuevas oficinas. El pasado diciembre, Bantec «se vistió elegante» para inaugurar sus instalaciones en el barrio pamplonés de Lezkairu. ¿El motivo? Continuar con el gran crecimiento que está experimentando la compañía y «aumentar el espacio de trabajo». Miguel Isaacs, fundador y CEO de la firma, derrocha alegría mientras nos invita a conocer los entresijos de esta. Nos detenemos en cada detalle. Una amplia colección de libros del conocido Ken Follet reposa junto a varios dibujos de campos de golf. Casi sin querer, acabamos de descubrir la gran afición de nuestro protagonista. Esta es la historia de un hombre que siempre ha tenido un buen swing.
Su padre es inglés; su madre, valenciana. Pero él nació en Bilbao y se considera «un clarísimo PTV». «¿Cómo puede ser eso?», preguntamos curiosas. Él sonríe: «Llevo en Pamplona desde los tres años. Así que esta es mi tierra». Habla de Navarra con un cariño inmenso. Quizá porque casi todos los recuerdos que atesora en su memoria se ubican precisamente aquí. La infancia le lleva a un acogedor chalé ubicado en Obanos, en el que vivió infinitas anécdotas…
Más allá de la casa, un pequeño riachuelo se convertía en el escenario principal de las aventuras de nuestro protagonista que, junto a sus seis hermanos, jugaba a saltar por encima del agua. Una vez atravesado el arroyo, la misión era clara: buscar todo tipo de palos y piedras para construir una original cabaña y crear un puente por encima del riachuelo. Sin Instagram, TikTok ni tecnología alguna, dejaban volar su imaginación en plena naturaleza. A veces, lo más sublime reside en la sencillez.
UNA CLARA VOCACIÓN EMPRESARIAL
Cuando llegaba el invierno y el frío acechaba, nuestro protagonista permanecía al calor de la chimenea del salón. El crepitar del fuego era hipnótico. Las llamas se levantaban y se retorcían con una gracia inquebrantable, creando sombras que danzaban sobre las paredes. En estos casos, su pasatiempo favorito consistía en introducir varias castañas en una lata agujereada y colocarla sobre los leños. Ya por aquel entonces tenía muy clara su vocación: deseaba montar una empresa.
«Mis padres solían decir: ‘¡De mayor, Miguel será empresario!’. Y, finalmente, así ha sido», reconoce mientras nos invita a tomar asiento en su despacho. «Era un crío muy observador, muy inquieto y muy intuitivo. Eso es caldo de cultivo para emprender», apostilla.
«Era un crío muy observador, muy inquieto y muy intuitivo. Eso es caldo de cultivo para emprender»
Aunque estaba convencido de que en un futuro lograría materializar su sueño, se decantó por estudiar Derecho en la Universidad de Navarra. Lo cierto es que forjó infinitas amistades durante aquella etapa, pero la carrera no le gustó demasiado: «Detestaba memorizar conceptos. Acabé lo que empecé, pero tenía claro que realmente lo que me atraía eran la empresa y los números». Por eso, realizó después un Master of Business Administration (MBA) en IESE Business School. Y aquello le ayudó a confirmar que, efectivamente, su vocación se encontraba en el mundo empresarial. «Aprendí a pensar y a razonar. La vida se conforma por casuísticas que te van ocurriendo. Y siempre hay que tomar decisiones. Ahí empecé a sentirme seguro para emprender», relata.
EMPRENDER Y APRENDER
Después de contraer matrimonio y mudarse a San Sebastián, fichó por el centro tecnológico CEIT como director general adjunto, puesto que ocupó durante siete años. Precisamente fue allí donde conoció el «llamativo mundillo de la I+D», ámbito en el que se enfoca la empresa que hoy lidera. Así, se aventuró a fundar su primera compañía, basada en una red de Business Angels: Lidera Value. Pero la iniciativa «no llegó a buen puerto», de modo que creó la startup Olus Tecnología. «Era una empresa centrada en el mundo de las verduras. Por ejemplo, utilizábamos I+D para conservar pimientos del Piquillo sin ningún aditivo ni proceso de congelación», resalta tras detallar que los productos aterrizaron en supermercados como Mercadona, BM o El Corte Inglés.
Tras siete años al frente de Olus Tecnología, la firma cerró. Y entonces llegó el momento de fundar la consultora Bantec. «Soy la antítesis del procrastinador. Si tengo algo claro lo hago, a pesar de que pueda equivocarme. Emprender es aprender», aventura para acto seguido recalcar que su objetivo consistía en crear una compañía que pudiera conseguir financiación para impulsar proyectos de I+D.
Miguel tenía tan solo 34 años cuando fundó Bantec. Este año, la compañía cumple sus bodas de plata. Con sedes en Madrid, San Sebastián, Pamplona y Bruselas, también está presente en Austria, Republica Checa, Francia, Alemania, Grecia, Italia, Holanda, Lituania, Polonia, Portugal, Suecia y Reino Unido a través de una red de colaboradores. Especializada en la gestión de ayudas para la realización de actividades de I+D+i, internacionalización, diversificación de negocio, inversión en activos productivos e innovación tecnológica, busca «clientes que quieran desarrollar proyectos nuevos de cara al futuro».
«Nuestro principal objetivo es saber la capacidad que tiene esa empresa y los desafíos del mercado. Así, determinamos qué haría falta para que la iniciativa pueda llevarse a cabo», detalla nuestro protagonista. Uno de los proyectos que recuerda con especial cariño es el innovador sistema de elevación de torres de aerogeneradores de la navarra Nabrawind: «Fue un reto muy arriesgado, pero muy bonito».
UNA FACTURACIÓN ANUAL DE 6 MILLONES
«En Gipuzkoa, una de cada tres empresas trabaja con nosotros. En Navarra, una de cada cuatro», apunta para ilustrar el gran crecimiento que está experimentando Bantec, formada por unos 80 profesionales. «Existen numerosos estudios que demuestran cómo las regiones que más innovan tienen una mejor calidad de vida, servicios, infraestructuras… Y eso es a lo que aspiramos nosotros», puntualiza. Acto seguido, remarca que, aunque Navarra se encuentra «por detrás de muchas regiones, lo está haciendo muy bien».
«Queremos crecer un 5 o 10 % anualmente en facturación y, entre otras cosas, tener mayor presencia, por ejemplo, en Aragón»
De cara a 2025, el reto de la firma consiste en alcanzar una facturación de 6 millones de euros: «Queremos crecer un 5 o 10 % anualmente en facturación y, entre otras cosas, tener una mayor presencia, por ejemplo, en Aragón«. Para lograrlo, asegura que es fundamental «retener talento joven»: «Es importante generar un entorno donde nuestros jóvenes se sientan cómodos. También es esencial invertir en la formación de las personas y motivarles a seguir aprendiendo». De hecho, resume la esencia de su plantilla en tres valores muy concretos: trabajo en equipo, humildad y proactividad. «Queremos que sean emprendedores internos», enfatiza.
Nuestro protagonista también tiene claro que realidades como la Inteligencia Artificial (IA) han llegado a nuestras vidas para quedarse. De hecho, proyecta utilizarla como herramienta de ayuda para consolidar el crecimiento de Bantec: «Entendemos que el futuro va por ahí y apostamos por ello».
Sus palabras flotan en el aire acompañadas de una breve pausa hasta que, de pronto, reparamos en un detalle que habíamos pasado por alto. Expuestas sobre una mesita, varias pelotas de golf nos invitan a apreciar de cerca sus peculiaridades. Están firmadas por golfistas de renombre. Justin Thomas, Xander Schauffele… «Esta es mi colección. Todo mi tiempo libre lo empleo en este deporte», concluye justo antes de mencionar que fue campeón de la BMW Golf Cup International 2003. El verde intenso del césped y su preciado set de palos de golf representan a la perfección lo que significa para él la palabra «felicidad».