jueves, 12 diciembre 2024

El velocista que compitió en los “océanos rojos” de los EPI

Danel Murua es campeón español y navarro de 4 x 400 en la categoría de mayores de 35 años. Y, al mismo tiempo, es socio de Erabaki 2010-Manaca Medical, firma especializada en la importación y fabricación de productos médicos y hospitalarios. En una entrevista concedida a Capital Sport, cuenta las situaciones tan inverosímiles y frustrantes que le tocó vivir cuando su empresa, que factura unos 2 millones al año, decidió adentrarse en el mercado de los EPI al principio de la pandemia: "Llegamos a tener contratos, incluso contenedores de EPI ya comprados, y cuando iban a salir venía otro cliente y te los quitaba por mucho más dinero. Como si fuese una película del oeste, de estar en el aeropuerto y llevarse el pedido en tu cara". Ahora, la compañía ha retomado su actividad habitual, que como tantas otras se está viendo afectada por la crisis del transporte internacional.


Pamplona - 31 enero, 2022 - 06:02

El nuevo reto del atleta, que ha sabido sobreponerse a numerosas lesiones, son los decatlones. (Foto: cedida Daniel Zudaire )

“Me gusta rodearme de talento, de personas que sepan más que yo y aprender de ellas”. Es la máxima que el atleta y empresario Danel Murua, de 39 años, sigue en su día a día tanto a nivel deportivo como laboral. En el atletismo, su clave para crecer son los entrenadores, además de poder compartir pista con deportistas de talla mundial. En el mundo empresa, escuchar a los mercados, adaptarse y innovar.

El velocista siempre ha tenido muy clara la necesidad de labrarse un futuro profesional más allá de las pistas. Por eso, ha compaginado su carrera deportiva con una buena formación. “En Navarra no hay muchos profesionales del atletismo, solo dos (Asier Martínez y Sergio Fernández). Y, en general, en todo el Estado, tampoco existen tantos. Es un deporte con gente muy preparada, muy formada en materia de estudios. Hay un montón de arquitectos, médicos, ingenieros… Lo que suele pasar es que, mientras eres estudiante, no tienes excesivos problemas para compatibilizar, aunque hay mucha gente que lo deja cuando empieza la universidad. Sobre todo, en categoría femenina”, explica este licenciado en Administración y Dirección de Empresas.

Cuando era pequeño, Murua iba corriendo a todas partes. En su entorno siempre se había respirado el deporte y, con solo nueve años, él ya mostraba una clara predilección por el atletismo. “En el colegio ganaba a todo el mundo corriendo (risas). Mi padre jugó a fútbol y estuvo a punto de fichar por la Real Sociedad, pero tuvo que ir a la mili y se le pasó el tren. Mi abuelo era pelotari profesional de Lekeitio, Julián Txopitea. Y la pregunta en casa era esa: ‘¿Qué deporte vas a hacer?'”.

Todavía recuerda cómo, por casualidad, cayó en sus manos un flyer que contenía el siguiente mensaje: “Apúntate a atletismo con entrenadores nacionales”. Fue la señal definitiva que le llevó a dar el paso de buscar un equipo. Entonces tenía catorce años, y comenzó a entrenar en el Collado Villalba (Madrid). “Estuve a punto de dejarlo porque, al principio, empezamos a hacer cross y yo soy velocista. Pero cuando me llegó la oportunidad de realizar carreras de 100 metros, empecé a hacer marcas a nivel nacional”, indica este guipuzcoano afincado en Navarra desde hace dieciocho años.

Esas dudas por ciertos tipos de carreras no le frenaron. Tampoco las lesiones que lleva sufriendo desde que debutó en su primer campeonato de España en categoría juvenil (16 años). “Roturas de aductores, isquiotibiales, rodillas… Toda la vida me han acompañado las lesiones, pero no me impidieron seguir”, asegura a Capital Sport. De hecho, logró clasificarse para seis competiciones nacionales y, tras un año parado porque se fue de Erasmus, pasó a competir en 400 metros. Lo hizo corriendo para distintos clubs de División de Honor como Academia Postal (Galicia), Real Sociedad, (San Sebastián) y Pamplona Atlético.

Ahora, es integrante del GANA (Grupo de Atletismo de Navarra), con el que se coronó campeón de España y de Navarra en relevo 4 x 400, en la categoría de mayores de 35 años. Una edad a la que también empezó a hacer decatlones: “Al llegar a categoría máster perdí velocidad, pero aun así me dio para ganar estos campeonatos. Con el decatlón es cuando mejor me lo he pasado haciendo atletismo. Con mi facilidad para lesionarme, terminar una competición de este estilo es un exitazo”, apunta Murua.

Hace ya catorce años que compagina el atletismo con su trabajo en Erabaki 2010-Manaca Medical, empresa afincada en Cizur Menor y que creó su padre. Antes, tras finalizar un Máster de Comercio Internacional en la UPNA, había trabajado en una firma de consultoría de proyectos europeos. Pero ese mundo no le acabó de convencer: “Fue una gran experiencia, pero a mí me gusta más el ‘barro’. Una empresa que sea más industrial, que vendas o compres algo… como es nuestro caso. Nosotros vendemos productos sanitarios de uso único y, sobre todo, estamos especializados en sábanas absorbentes e impermeables para mesas de quirófanos. Empezamos en 2001 y el crecimiento ha sido exponencial”.

Ahora, de hecho, tiene una facturación de 2 millones de euros aproximadamente. Allí trabaja junto a su hermano, Ander, y otra persona más. La compañía cuenta con una licencia de importación y fabricación y vende sus productos a nivel internacional: “En Pamplona somos un equipo pequeño, pero luego tenemos distribuidores en Latinoamérica (Ecuador, Colombia y Chile), Israel, Polonia, Italia, Eslovenia, Grecia… En mi caso soy el financiero, el telefonista, el jefe de compras, de ventas…Vamos a decir que me toca de todo. Digamos que el máster que hice me vino muy bien (risas)”, enumera.

EL TRANSPORTE INTERNACIONAL Y LA PANDEMIA

Este velocista, que ha adaptado su carrera deportiva por las lesiones, ha tenido que hacer lo propio a consecuencia de la pandemia, sobre todo debido a la actual crisis que experimenta el transporte internacional. “Nos gusta aplicar el método Kaizen de mejora continua. Y el ‘Just in Time’ no porque ya no existe (bromea). Antes todo funcionaba de maravilla, pero ahora es imposible. Nosotros movemos muchos contenedores y, en este momento, en el transporte internacional hay un desastre en cuanto a los tiempos. Esto repercute en la falta de producto”, resalta.

Algunas mercancías que antes le llegaban en un mes ahora pueden tardar hasta tres. Una situación que, del mismo modo, repercute en los precios. “Traer un contenedor desde Shanghái a Barcelona nos costaba 3.000 euros en 2019, antes de la pandemia. Ahora ronda los 13.000. Unos costes de transporte tan brutales están totalmente relacionados con la inflación. Quien tenía poco margen ha dejado de comprar en China“, añade.

Murua rememora cómo la proliferación del Covid-19 les empujó a innovar y adaptarse a las demandas del momento. Por un lado, les perjudicó ya que, en los momentos de mayor incidencia, una gran cantidad de operaciones se aplazaron y muchos quirófanos “permanecieron cerrados”. De modo que los pedidos de sábanas menguaron. Pero, por otro, la situación sanitaria hizo que sus clientes habituales, sobre todo los hospitales, les solicitasen EPI, especialmente batas y mascarillas.

“Cuando empezó todo era un lío porque no estaba clara la normativa, igual las traías y te las podían confiscar…Tampoco se sabía si iban a ser obligatorias o por cuánto tiempo… Es uno de los motivos por los que había muy poca oferta. De hecho, hicieron una moratoria en la que aceptaban el modelo KN95 porque no había FFP2. Y poco después terminó esa licencia. Entonces, para poder venderlas solicitaron un montón de documentos que muchos proveedores no tenían, y eso ha hecho que mucha gente se haya pillado los dedos. Nosotros también lo sufrimos”, evoca.

Precisamente, la escasez de producto fue el motivo que recrudeció la competencia entre las empresas proveedoras por conseguir hacerse con la mayor cantidad posible de ‘stock’: “Nunca nos habíamos metido en esos mercados. Se llaman océanos rojos porque hay un montón de competencia. Conocer a los fabricantes nos dio la posibilidad de acceder con más facilidad. Pero, aun así, llegamos a tener contratos, incluso contenedores de EPI ya comprados, y cuando iban a salir venía otro cliente y se los llevaba por mucho más dinero. Como si fuese una película del oeste, de estar en el aeropuerto y llevarse el pedido en tu cara… Eso nos ha pasado a nosotros”.

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