Hace unas fechas tuve el placer de asistir a la presentación del nuevo Anuario 2016 de Navarra Capital que, por cierto, es “obligatorio” si se quiere tener una visión global y definitiva de la realidad empresarial actual de nuestra Comunidad
En dicho Acto y entre los discursos y comentarios de unos y otros percibí la repetición frecuente de una expresión, “músculo empresarial”, con la que se definía la capacidad de nuestras organizaciones productivas para “mover” el desarrollo económico de Navarra.
Es obvio que, en una primera acepción, la empresa actúa en el escenario de la economía usando y modificando los numerosos ingredientes que ésta contiene. Sin embargo, este territorio se queda ya pequeño. Su rasgo de músculo para la economía se amplía hasta alcanzar el de “motor” social.
… Y la prueba la estamos viendo en estas semanas con la reacción de un buen número de empresas ante las decisiones que el nuevo presidente USA, Donald Trump, está adoptando sobre los inmigrantes. Goldman Sachs, Ford, Apple, Alphabet (Google), Amazon, Starbucks, Netflix, Microsoft… son algunas de ellas y, dejando de lado el valor de la imagen de sus respectivas marcas, hablamos de un colectivo cuyo poder financiero conjunto es superior al PIB de la mayoría de países del mundo.
Estas empresas están manifestando inequívocamente, aunque no con igual intensidad, y por distintos medios su posición contraria a las medidas pretendidas –y ahora interrumpidas— del nuevo Presidente. Les va en ello su imagen y su “inteligencia” corporativa apoyada con frecuencia en la sabiduría y buen hacer de profesionales por encima de fronteras y orígenes.
¿Cómo podemos interpretar esta reacción empresarial ante un problema que parece, en principio, estrictamente social? Creo que debemos hacerlo en clave del nuevo reparto de papeles que los cambios globales van otorgando a cada uno de los actores
Podemos pensar que tal postura novedosa (la identificación del poder económico con ”el pueblo” más que con el establishment político) es solo táctica. A fin de cuentas, parecen defender tan sólo una mano de obra en unos casos muy barata y en otros muy cualificada. Sin embargo, visto con una cierta perspectiva, que solo el tiempo corroborará, me gustaría pensar que es una cuestión ya estratégica.
La empresa tiene una indiscutible función social. La sociedad de hecho ya no es solo el entorno en el que la empresa se desenvuelve, sino que ésta última, con sus múltiples derivadas, está modificando y creando en muchos casos una sociedad diferente. Ejemplo de ello es que, si vamos al lado más oscuro de tal realidad, comprobamos cómo el paro –la falta de una empresa a la que ir a trabajar—está generando otras capas sociales y obligando a estamentos de todo tipo a cambiar postulados y adoptar decisiones.
La Empresa pues es social por definición. Tanto es así que su rentabilidad no es más que el pago que recibe por el servicio social que desarrolla, entendido éste en su sentido más amplio (laboral, mercantil, económico…)
Creo que, sumando esta realidad identitaria de la Empresa con la reacción observada ante los acontecimientos que acontecen en los Estados Unidos, quizá haya motivos para ser optimista y pensar que, de una vez, la Empresa va entendiendo qué es en el fondo eso de la Responsabilidad Social. Sí, en efecto, ese compromiso en el que lo “social” califica y da sentido a un comportamiento que busca ser responsable. Solo aplicando el adjetivo “social demostraremos entender lo sustantivo.
Javier Ongay
Consultor de Comunicación y Marketing. Formador