“Hoy tendríamos que estar con ese bur bur de los últimos preparativos en la Casa Consistorial, repasando el bando y que todo estuviera ya casi a punto… con mucho estrés pero con mucha ilusión y todo monopolizado por las fiestas”. No es así, y aunque pasado mañana no se lanzará el chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento, las fechas sanfermineras siguen dando quebraderos de cabeza a Enrique Maya.
“Es que la preparación de las fiestas año tras año es muy repetitiva. Sabes lo que te va a venir, pero ahora hay muchas incógnitas y estoy más intranquilo porque tenemos que conseguir que esa pandemia que tanto miedo nos da no rebrote con comportamientos irresponsables, que puedan producirse con la excusa de nuestras fiestas”. La actividad en la Casa Consistorial y la del alcalde va a ser durante estos días “la habitual”: “Si alguien tiene que transmitir ese mensaje de normalidad porque no hay Sanfermines es el Ayuntamiento y, en concreto, el alcalde. Estaré en mi despacho con una agenda lo más parecida posible a la de cualquier otra semana porque es lo que tengo que hacer”.
Al adoptar el acuerdo de que se suspendían las fiestas, se impuso la razón a la emoción, “pero fue muy doloroso”. Con una sonrisa triste, añade que “el día de mañana, cuando repase con mi nieto la historia de los Sanfermines, tendré que decirle ‘mira, ese año 2020 yo era el alcalde’… No va a ser nada agradable”. Al menos siente el alivio de que ha sido una decisión “muy bien comprendida, y quiero agradecerlo a la ciudad en general y al resto de partidos políticos en particular porque me he sentido muy apoyado”.
“Suspender los Sanfermines fue una decisión muy dolorosa, pero muy bien comprendida”.
El coronavirus le infectó e hizo que su estado fuera grave. Pero tras una costosa recuperación, regresó al despacho con algunas secuelas que nos explica sin disimulos y que se resisten a abandonarle. Se anima al contarnos que su padre, Isidoro, también ha superado la enfermedad con 88 años. Ambos estuvieron hospitalizados al mismo tiempo, lo tenía en la planta inferior a la suya. “Me desasosegaba pensar que estaba ahí, quizás a tres metros, y que pudiera morirse sin tener la posibilidad ni siquiera de verle”. Aprovechamos la ocasión para recordar que los padres de Enrique Maya se conocieron en la capital de Uruguay, Montevideo, donde habían llegado cada uno por su lado a principios de los años 50 en busca de trabajo. Ella procedía de Tudela y él, de Aoiz. Nació en 1959 y, cuando tenía tres años, la familia hizo el camino de vuelta y se instaló en Pamplona. Con dinero ahorrado y prestado, compró un modesto piso en la calle de Goroabe y su padre abrió un taller de chapa y pintura en la paralela, Santa Marta. Gracias a la cercanía a El Sadar, se convirtió en un “tremendo aficionado” de Osasuna, del que recuerda partidos y alineaciones de la época.
UN MUNICIPALISTA
Estudió Arquitectura en la Universidad de Navarra. Y la necesidad de asegurar el futuro -fue padre con 26 años- le empujó a conseguir vía oposición, en 1984, la plaza de arquitecto municipal del Ayuntamiento de Tafalla. Cinco años después, ingresó en la Oficina de Rehabilitación Municipal del Consistorio de Pamplona y, en 1999, pasó a dirigir su Área de Urbanismo y Vivienda coincidiendo con la llegada de Yolanda Barcina a la alcaldía, cargo en el que la sucedió tras las elecciones de 2011. Después fue concejal y, el año pasado, recuperó la alcaldía. ¿Por qué no ha aceptado las ofertas que ha tenido para ocupar puestos de mayor responsabilidad política?
Sin dejarnos acabar, lo aclara. “Es que para mí la municipal es la política más importante. Soy un defensor total y absoluto del municipalismo. Estoy muy satisfecho de las oportunidades que he tenido como funcionario municipal, he sido director gerente de Urbanismo, prácticamente lo máximo a lo que se puede llegar en un ayuntamiento. Y cuando termine mi carrera política, lo normal sería que volviese a mi vida municipal, que además me apasiona… Bueno, que ya tengo 61 años. He sido el hombre más feliz del mundo trabajando en la Oficina de Rehabilitación, es una pasión que he conseguido trasladar al ámbito político siendo alcalde. ¿Si no aspiro a algo más? ¿Qué más que ser alcalde?”.
“Yo sí quería ser alcalde, no estar en la oposición, y la verdad es que cuando me quedé como concejal fue duro”.
Aun intuyendo la respuesta, le preguntamos dónde ha estado más cómodo, si con la vara de mando en sus manos o en la oposición. Pero nos sorprende porque, sin dar rodeos, afirma que “hombre, evidentemente como alcalde”. Y añade, con una sinceridad inhabitual entre los políticos, que “hay gente muy llorona, esa que dice buf, qué difícil, me he metido en un lío… ¡Pues no te metas! Esos que parece que te están haciendo un favor cuando están en determinados sitios me molestan mucho… Yo no quería, lo he hecho por el bien de la ciudad… Yo sí quería ser alcalde, no estar en la oposición, para trasladar mis ideas a la ciudad. Y la verdad es que cuando me quedé como concejal fue duro. A cambio aprendí muchísimo, son ‘aprenderes’ que no quieres tener, pero reconozco que me ha formado mucho ser concejal”.
Admite que ver las cosas desde el otro lado le ha dotado de “comprensión, aunque luego critiques políticamente, hacia la labor del equipo de gobierno porque sabes de las dificultades que hay. ¡Es que no han hecho…! Y yo pienso, porque conozco los entresijos, ¡cómo van a hacer si no podían! Asirón a veces me critica con mucha dureza, pero el hecho de haber sido alcalde nos pone en un plano de complicidad, salvando las distancias”, señala con una discreta risa.
LOS ZABORRAZOS DE LA POLÍTICA
Cuando acabe la legislatura tendrá 64 años. Aún falta mucho, pero igual conseguimos la noticia. Así que le preguntamos si se siente con fuerzas para seguir. Hace un amago de gesto de contrariedad, pero responde con la cordialidad de siempre: “No es tanto cuestión de fuerza porque con los años la vas perdiendo. Yo he sido pelotari y había algunos maravillosos y muy mayores que, sin correr ni mover casi los brazos, daban unos zaborrazos tremendos… La edad te da y te quita. El planteamiento no es ese, es qué le interesa a mi partido y qué interesa hacer en Pamplona. No voy a decir nada concluyente, no es el momento. Pero en política, más de doce años… El partido tendrá que reflexionar si ha llegado el momento de buscar nuevas personas, nuevas ideas y aires, y ver qué es lo mejor para Pamplona”.
“El hecho de haber sido alcaldes Asirón y yo nos pone en un plano de complicidad, salvando las distancias”.
Si personal y familiarmente la lucha contra el coronavirus “ha acabado bien”, el alcalde se muestra alarmado por los posibles rebrotes “y por la situación social y económica que puede dejarnos”.
“Creo que los partidos deberíamos poner el foco en la salida de esta situación tan difícil, pasar por encima de diferencias y trabajar por lo que sea mejor para Pamplona, Navarra, España, Europa… Porque nos jugamos muchísimo”, subraya. Cree que algunos debates que se han producido en el Congreso de los Diputados “han sido muy poco positivos. Estoy convencido de que a algunos no les importa, sobre todo a los populistas, pero está en juego la propia democracia. A esos que dicen bah, la política no vale para nada, habría que preguntarles: Si no hay política, ¿qué queda? Frente a una mala acción política, solo cabe una buena acción política, frente a una mala democracia solo cabe una buena democracia. No hay otras alternativas”.
Salva a las corporaciones locales: “Estar permanentemente junto a los ciudadanos nos lleva a ser más prácticos y a pensar en lo que les preocupa. La que fue alcaldesa de Tafalla, Cristina Sota, dijo que los ciudadanos quieren certezas y equidad. Me parece una frase muy buena porque cuando ven claro responden perfectamente, pero si reciben los mensajes contradictorios de la falta de unidad política no podemos esperar que lo hagan. A pesar de las tremendas dificultades, han mostrado una enorme responsabilidad durante el confinamiento. Pero si les vamos con mascarilla sí mascarilla no, o nos ven a palos todo el día, la sociedad dejará de creernos”.
“No voy a decir nada concluyente, no es el momento, pero estar en política más de doce años…”.
ENGANCHADO A LA DOCENCIA
Otra faceta de la vida de Enrique Maya es la docencia. De hecho, sigue siendo profesor asociado en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. “Este curso he llevado dos trabajos fin de grado y un tribunal. Mantengo el gusanillo de mi relación con la universidad, en la que estoy ahora en excedencia como profesor asociado. Pero estoy, aunque sea un par de horas al mes, porque para mí es fundamental la docencia. Siempre lo he dicho, si tuviera que dejar una de mis profesiones, arquitecto municipal, político o docente, la que más me costaría sería la docencia. Engancha muchísimo”. Además, dice que los alumnos son “como una proyección mía porque, al ser funcionario, no he podido hacer proyectos de arquitectura. Pero cuando un alumno tuyo triunfa, dices ‘¡joé, han aprendido, algo habré hecho!’ Eso es algo precioso”.
No obstante, reconoce que eso de no haber diseñado proyectos “es una espina” que tiene ahí clavada: “Bueno, no he hecho, pero he participado en muchos. Yo creo que estaré siempre vinculado a la arquitectura, al urbanismo, a Pamplona… ¿Cuál sería mi gran ilusión? Pues poder escribir un libro sobre la ciudad y su evolución, sobre sus virtudes y defectos. Aunque nunca se edite, poder recopilar todo lo que tengo”. Se queda un momento pensativo y añade que “el sello de las cosas que he planteado está ahí y, por tanto, a nivel personal la satisfacción es máxima. Cuando con el coronavirus me decían ‘joé, ¡estás mal!’, analizaba y pensaba que he hecho unas cuantas cosas. No es que creyera que me iba a morir. Pero por eso creo que no me tengo que plantear grandes retos”.
“Si tuviera que dejar una de mis profesiones, arquitecto municipal, político o docente, la que más me costaría sería la docencia”.
Al despedirnos, hablamos de planes para el verano, que en el caso del alcalde será parecido al de otros años, con unos días de vacaciones, escapadas “para respirar” a la huerta de su padre y así volver “a tope para sacar adelante los proyectos, a pesar de las dificultades que vamos a tener”. Comenta que “los que van a ser radicalmente distintos son los días de San Fermín, porque antes tenías que estar aquí las 24 horas, con tensión…”. Y aprovecha para hacer un nuevo llamamiento al comportamiento responsable de los pamploneses. “Pasado mañana no va a haber chupinazo, que la gente no venga al centro a ver qué hay porque no va a haber nada, que nadie espere una sorpresa. No podemos permitirnos como ciudad, tanto desde el punto de vista sanitario como de imagen, transmitir otro mensaje que no sea el de normalidad en una situación absolutamente excepcional. Los de 2021 sí van a ser los mejores Sanfermines. ¡Echaremos el resto!”