La Organización Mundial de la Salud cifra en más de 600 millones las personas que padecen lumbalgia en todo el mundo. De hecho, se trata de la enfermedad más común entre las que afectan a huesos, músculos o ligamentos (osteomusculares). Y aunque se puede tratar gracias a la fisioterapia, no todas las localidades navarras cuentan con ese servicio. Por suerte, el valle de Roncal ha dejado de formar parte de esa lista, ya que cuenta con su primera consulta de este tipo desde mayo. Concretamente, en Isaba.
La profesional detrás de este esperado servicio se llama Estíbaliz Hernández, nacida en Pamplona hace 31 años, quien detalla a Capital Sport que los dolores lumbares y cervicales son el principal motivo por el que llaman a su puerta. “Sobre todo ahora que los vecinos vuelven a trabajar a la huerta. Muchos se resienten cuando se pasan una tarde entera labrando después de una temporada sin hacer ejercicio”, resalta.
En paralelo, ha puesto en marcha en el gimnasio de Isaba un programa de entrenamiento de fuerza pensado para mujeres y centrado especialmente en el suelo pélvico. “Son tres sesiones semanales y a cada una acuden entre dieciséis y dieciocho personas. La gente está muy contenta y agradecida por no tener que trasladarse a Pamplona para actividades como esta”, subraya Estíbaliz.
EL ORIGEN DE LA IDEA
Esta joven emprendedora guarda una relación especial con el deporte y la salud desde muy joven. Solía jugar a fútbol en Albalate del Arzobispo (Teruel), el pueblo de su padre, Carlos, hasta que se topó con un problema entonces bastante común entre muchas futbolistas. “No podía federarme en un equipo masculino y tampoco existía la posibilidad de formar uno mixto”, lamenta. Hoy, el fútbol todavía corre por sus venas ya que es una fiel seguidora del Real Zaragoza, a pesar de los “intentos en vano” de su madre, Idoia, por vestirla de osasunista.
“En verano, el tiempo de espera para coger cita solía ser de una semana y media, mientras que ahora puedo agendar para pasado mañana sin problemas”
Tras probar suerte también con el patinaje artístico, estudió Fisioterapia en la Universidad de Zaragoza, donde observó que muchos de sus compañeros de clase se habían matriculado pensando en lo fascinante que debía de ser trabajar en un club deportivo. Al terminar la carrera, le picó el gusanillo de la osteopatía, así que se apuntó a un máster que cursaba los fines de semana: “Duró cinco años, aunque luego he seguido formándome en ramas como la respiración, la pediatría, la traumatología o el suelo pélvico”.
Posteriormente, trabajó en la Policlínica Nuestra Señora del Rosario de Alhama de Murcia entre 2016 y 2018, cuando se trasladó a Pamplona. “Mis padres se mudaron a Isaba, el pueblo natal de mi madre, y la distancia era demasiado grande para visitarles con regularidad”, lamenta. Así, se incorporó a la plantilla del Hospital García Orcoyen de Estella, donde se enfrentó al caso más peliagudo de su carrera: “Un politraumatismo. Nos llegó un chico que se había caído de la bici, tenía fracturas en escápula y clavícula y una costilla le había seccionado la carótida. Le tuvieron que intervenir porque se desangraba”, rememora antes de agregar que después se incorporó al Hospital Universitario de Navarra.
FISIOTERAPIA Y MATERNIDAD
Actualmente, Estíbaliz celebra gestionar su propia consulta. “La parte positiva de trabajar por cuenta propia es que organizo las citas según el horario que me conviene”, resalta. No obstante, ahora debe compatibilizar su trabajo con la lactancia de su hija, Haizea, de tan solo ocho meses. “Sé que puedo trabajar tres horas por la mañana y otras tres después de comer, aunque suele estar más cansada sobre las siete de la tarde”, explica.
En este sentido, el verano fue todo un reto para ella debido a que la población del valle de Roncal aumenta en gran medida. De hecho, amplió su horario de atención a los sábados debido a que la lista de espera era demasiado extensa. La consulta era un continuo entrar y salir de pacientes desde las ocho de la mañana, cuando Haizea aún dormía. De modo que, para evitar despertarla, instaló un timbre que solo se escucha desde la consulta, ubicada en su propia casa. “Estaba con ella de nueve a diez y, desde entonces, sin parar hasta la una de la tarde. Aquellos días, el tiempo de espera para coger cita solía ser de una semana y media, mientras que ahora puedo agendar para pasado mañana sin problemas”, atestigua.
La joven pamplonesa reconoce que, al principio, le daba bastante respeto ser la única fisioterapeuta del valle. Incluso creía que muchos vecinos la pararían por las calles de Isaba para comentarle sus molestias. “Nada más lejos de la realidad, la gente es muy respetuosa y educada aquí”, agradece.