En el Día de la Madre -una fecha muy importante en nuestro calendario y en nuestra tradición-, hacemos una pausa. Una pausa para mirar atrás, para mirar dentro. Para recordar manos que arropan, miradas que sostienen, abrazos que curan y silencios que acompañan. Para rendir homenaje a esas madres que siempre están, aunque no siempre se vean.
Muchas veces su presencia no está en la foto, pero sí en el alma del proyecto. Me viene a la cabeza la imagen de esas madres que, mientras corrigen deberes, revisan facturas y planifican el día siguiente, también construyen futuro.
O aquellas que se levantan temprano, muy temprano, para organizar a su familia y luego acuden a sus empresas. Mujeres que son las últimas en acostarse, dejando todo preparado para que el negocio y la familia sigan adelante.
Hoy quiero hacer una mención especial a las madres de empresas familiares: muchas de ellas fundadoras, otras acompañantes esenciales en los proyectos de las familias empresarias. Porque han sido -y son- empresarias sin título, pero con un conocimiento profundo; con criterio; y, sobre todo, con valentía y arrojo.
Mujeres que han empujado desde atrás -y muchas veces desde abajo- para que otros pudieran estar delante. Mujeres que han sido la voz que anima cuando todo se tambalea, la cabeza que resuelve y el corazón que une.
En Navarra tenemos la fortuna de convivir con auténticas matriarcas: mujeres fuertes, trabajadoras, que han sabido hacer del hogar y de la empresa un único proyecto de vida. Han sido claves en el relevo generacional, en la transmisión de valores y en el arraigo de la cultura del esfuerzo. Han ido por delante de su tiempo en muchos casos.
No siempre figuran en los organigramas, pero sin ellas no hay empresa que se mantenga. Son el soporte esencial, el alma invisible, el pegamento que hace que todo encaje: en las familias, en las empresas y en esta Navarra que ha estado -y sigue estando- muy bien dotada de una estructura matriarcal basada en el conocimiento y en la diligencia, que le ha permitido alcanzar lo que hoy es.
Desde la montaña hasta la Ribera, las madres siempre han estado en los cimientos del crecimiento de las empresas familiares. Muchas veces han renunciado a una carrera propia para sostener la de otros. Han conciliado antes de que existiera la palabra y han sabido hacer crecer negocios sin dejar de lado lo más importante: las personas.
Por eso, hoy no quiero que pasen desapercibidas. Quiero decirlo alto: gracias por estar, por sostener, por construir. Tampoco quiero dejar pasar la oportunidad de llamar a la reflexión sobre el índice de natalidad que tenemos: el segundo más bajo de Europa. Sin niños, no hay futuro.
Me parece imprescindible lanzar un mensaje esperanzador: la maternidad no frena, potencia; no limita, refuerza; no resta, regenera. Y en las empresas familiares, el concepto de conciliación está integrado en su propio ADN. Por eso debemos seguir protegiendo y fomentando la natalidad en nuestras organizaciones, como siempre lo hemos hecho.
Los hijos son nuestro mejor legado. Una de las mejores formas de proyectar futuro, de transmitir principios, propósito y compromiso. Apostar por la maternidad, también desde la empresa, es apostar por la continuidad, por el arraigo, por una forma de hacer que pone a las personas en el centro.
En resumen, a todas las madres (empresarias, trabajadoras incansables, consejeras, financieras, creativas, animadoras, mediadoras…), pilares silenciosos de la familia y de la empresa: feliz día. Y gracias por tanto.
Iñaki Ecay
Presidente de ADEFAN