Mucho antes de convertirse en los fundadores de Microsoft, Bill Gates y Paul Allen eran amigos. Así se puede enumerar un sinfín de ejemplos conocidos como los de Apple, AirBnB, Google, Spotify o Wetaca, cuyas historias se gestaron en torno a conversaciones con un café, los descansos entre clases universitarias o una servilleta garabateada en un bar. Según cifras del Mapa del Emprendimiento de 2022, elaborado por South Summit, el 60 % de las empresas fundadas en España ese mismo año tuvo entre dos y tres fundadores. Resulta evidente que la amistad es una de las mejores aceleradoras para proyectos empresariales.
Este también es el caso de Joaquín Galve e Íñigo Ollo, cuyos caminos se cruzaron en el Colegio Irabia-Izaga a la tierna edad de seis años. “Pero nos hicimos amigos una década después, cuando entramos en la ESO. Entonces ya soñábamos con montar algo nuestro algún día”, relata entre risas el primero. Un objetivo por el que ambos decidieron estudiar el Grado de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Navarra.
“Nos hicimos amigos cuando entramos en la ESO. Entonces ya soñábamos con montar algo nuestro algún día”
En 2011, Ollo se graduó en la modalidad bilingüe de esta carrera y logró formar parte de un programa para jóvenes emprendedores gestionado por la Cámara de Comercio de España en el Reino Unido, que le llevó a trabajar en Ferrovial. Posteriormente, realizó un máster en Consultoría de Negocios en Madrid y participó en un programa para jóvenes directivos de IBM, donde permaneció dos años. Por su parte y tras culminar un doble grado con Derecho en 2013, Galve fue becado por el ICEX para realizar un máster en Madrid. Después, trabajó durante un año en la Embajada de España en Guatemala y en el Departamento de Marketing Internacional de Congelados de Navarra, que le acogió otro año y medio más.
Pese a la distancia, estos jóvenes pamploneses se mantuvieron en contacto y estudiaban el sector agroalimentario en busca de una oportunidad de negocio. “Al final, hubo un acuerdo tácito porque Joaquín ya tenía experiencia en Congelados de Navarra y yo tengo familia de tradición agrícola en Álava. Eso sí, mirábamos sobre todo las tendencias más innovadoras. De hecho, al principio queríamos montar una empresa en torno a la elaboración de barritas energéticas, pero esa idea quedó paralizada”, detalla Ollo.
Hacia 2017, conocieron a un tercer socio que les llevó a considerar un segmento en plena expansión: los alimentos ecológicos. Así nació la firma tafallesa Graineco. “La idea base de esta iniciativa era envasar granos, cereales, legumbres y frutos secos que se producen en España, así como importar aquellos que no poseemos en el país. Nos lanzamos sin nada desde una pequeña nave del polígono La Nava y fuimos captando poco a poco clientes”, señala Galve.
El consumo de productos ecológicos se mantiene al alza desde hace una década. Entre 2012 y 2020, por ejemplo, la población española aumentó su gasto en este tipo de alimentos un 154 %, un porcentaje que se sitúa en el 67,42 % si se atiende al periodo comprendido entre 2015 y 2020. La irrupción de la pandemia no mermó este crecimiento. En 2020, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación cifró el gasto nacional en productos ecológicos en 2.528 millones de euros, un 7 % más que en 2019. Este crecimiento se mantuvo en los siguientes dos años, de modo que alcanzó los 2.856 millones en 2022.
El buen momento del mercado aupó también la actividad de Graineco, que en la actualidad tiene una capacidad de envasado máxima de 4.000 toneladas anuales de arroz, cereales, semillas, legumbres, frutos secos y cereales de desayuno. Actualmente, trabaja con cadenas de supermercados y tiendas especializadas en productos ecológicos, así como con comercios online. “Ya contamos con entre cincuenta y sesenta referencias que distribuimos a lo largo de España y en Francia bajo nuestra propia marca y algunas blancas para terceros”, celebra Ollo.
CREMAS DE FRUTOS SECOS ECOLÓGICOS
Tras consolidar la actividad de su primer proyecto, Galve y Ollo decidieron sondear las necesidades de sus clientes para ampliar sus actividades. De esta forma dieron con una segunda idea: elaborar tahines y cremas a partir de frutos secos ecológicos. “Empezamos nuevamente en una superficie pequeña del polígono Noáin-Esquíroz y con una demanda garantizada por parte de nuestros clientes”, rememora Galve. La nueva empresa nació bajo el nombre de Tikal Nuts.
Esta segunda firma se centra más en la exportación de diez referencias que, tras dos años de andadura, ya se comercializan también en Francia, detalla Ollo: “Todo es producto nacional. Garantizamos alimentos muy cremosos y de una calidad alta porque no usamos los trozos de los frutos secos, y nuestro molino es especial. Además, somos muy competitivos en precios porque tenemos pocos gastos estructurales. Esto nos está permitiendo cerrar acuerdos con agentes comerciales para llegar a más tiendas especializadas del país galo y a otros países como Portugal, Alemania o Reino Unido“.
La sociedad propietaria de Graineco y Tikal Nuts cerró 2023 con una facturación conjunta de 2 millones de euros, “un 100 % más” que el año pasado. También prevé seguir creciendo en 2024, año en el que tiene el objetivo de ingresar 3 millones con las actividades de ambas empresas. Para ello, emplean a siete personas y hasta cuatro trabajadores temporales “de acuerdo a los picos de trabajo”.
NUEVOS PROYECTOS
En vista del éxito cosechado, los dos socios, de 34 años, decidieron ampliar la superficie productiva en el polígono industrial de Noáin-Esquíroz. En concreto, adquirieron una nave de 2.000 metros cuadrados, a la que mudaron sus actividades en esta localidad. ¿El objetivo? Implantar sistemas automatizados y cuadruplicar la capacidad productiva de Tikal Nuts, que ya puede fabricar hasta 1.200 toneladas de cremas de frutos secos y sésamo al año.
Su nuevo objetivo es vender igualmente las cremas como materia prima para la fabricación de otros alimentos como helados, galletas, humus o barritas energéticas, así como elaborar referencias con “alto contenido de proteínas”. Además, implantarán en breve una nueva línea para producir hasta 800 toneladas anuales de harinas sin gluten bajo la marca Graineco. Una inversión que se sitúa “entre los 50.000 y los 60.000 euros”.
Tras quince años de amistad y seis de trabajo conjunto, Galve y Ollo observan con satisfacción los frutos de su trabajo compartido. “No nos imaginamos nunca llegar hasta este punto. Todo lo hacíamos porque nos gustaba la alimentación y queríamos aprender. Ahora queremos seguir creciendo y, por eso, tenemos más ideas en la cabeza”, incide el primero, al tiempo que el segundo asiente con la cabeza.