A pesar de ser hija única, su casa solía estar llena de gente. De hecho, no era raro que los vecinos de Cadreita llegaran con la merienda bajo el brazo para ver algún partido de fútbol o la telenovela del momento. Aunque algunos de ellos simplemente pasaban a saludar, al final terminaban estirando la tarde y relatando anécdotas de tiempos pasados entre risas. Desde pequeña, Inés García entendió que en esta vida todo puede compartirse. El pan, el tiempo, las penas, las alegrías… Percibía el mundo como una casa donde todos caben si una aprende a ensanchar el corazón.
Su familia poseía una pequeña tienda de ultramarinos. Allí, además de vender diferentes productos, su abuela compartía decenas de recetas con los vecinos. «Era muy buena cocinera, hacía unos platos exquisitos. La cocina y lo social son dos cosas que me han acompañado durante toda mi vida y que han configurado mucho mi personalidad», expresa Inés segundos antes de recordar las frecuentes visitas del butanero o el médico del pueblo, que solían degustar agradecidos las anchoas fritas de su abuela. «Crecí entre cazuelas y táperes. Nuestra casa era como un club social. ¡No podía bajar en pijama porque siempre había alguien!», apostilla entre carcajadas.
Aunque un día soñó con trabajar como fotógrafa profesional, más tarde se decantó por estudiar Sociología en la Universidad Pública de Navarra (UPNA). Etapa que recuerda con especial cariño: «Por diferentes motivos, no terminé Bachillerato, así que tuve que prepararme el acceso a la universidad para mayores de veinticinco años. Me volví una empollona y me enorgullezco mucho de ello. Les sacaba una década a mis compañeros, pero pasé momentos maravillosos».
ESTAR EN CONTACTO CON LAS PERSONAS
Un día, de pronto, recibió una llamada. Fundación Secretariado Gitano deseaba expandirse hacia la Comunidad foral, y para ello necesitaba a una persona que liderase la sede navarra. Nuestra protagonista no lo sopesó demasiado y enseguida aceptó el desafío. «Ya son veinticinco los años que llevo al frente de la organización aquí», subraya para acto seguido remarcar que, actualmente, cuenta con 82 sedes en catorce comunidades autónomas repartidas por todo el país.
«En la fundación veíamos que había muchas personas que querían trabajar, pero no tenían oportunidad de entrar en el mercado laboral ordinario. Necesitaban un empujón. Y por eso montamos la empresa de inserción Nabut, donde soy administradora», relata. La compañía ofrece servicios de limpieza y de catering. Para esta última línea de negocio se fundó, dentro de Nabut, El Fogón Errante, firma que gestiona la cafetería del Parlamento de Navarra y del Club de Marketing, y el bar del Molino de San Andrés en Villava.
Ilusionada, nos invita a conocer las instalaciones de El Fogón Errante. Nada más entrar, un sabroso olor a pollo asado nos abre el apetito. Un cocinero observa orgulloso el horno mientras, unos metros más allá, su compañero da forma a la masa de unas croquetas. «Aquí preparamos la comida para eventos y arriba tenemos las oficinas. Contratamos a personas que tienen ganas de trabajar, pero no encuentran oportunidades para hacerlo», detalla Inés, consciente de que la impronta culinaria que le dejó su abuela siempre estará presente.
Su espíritu social le llevó a ser nombrada recientemente presidenta de la Asociación de Empresas de Inserción de Navarra (EINA). Cargo que no es la primera vez que ejerce: «Hace más de una década también presidí la organización. Ahora, a mis 62 años, asumo de nuevo este reto con ilusión».
HACER VISIBLE LO INVISIBLE
En concreto, la asociación está compuesta por diecinueve compañías de sectores muy diversos, como la jardinería, la construcción o la agricultura, y todas ellas comparten un mismo objetivo: insertar en el mercado laboral a personas con dificultades. Para que una empresa sea considerada de inserción, al menos el 50 % de su plantilla debe estar en riesgo de situación de vulnerabilidad. En este sentido, los empleados reciben formación y acompañamiento: «Por ejemplo, los trabajadores de Nabut suelen permanecer unos tres años en la empresa. Cuando aprenden, se marchan. Nuestro objetivo es que no nos necesiten y se hagan independientes. Así que, en cuanto pueden, vuelan solos».
«Nuestro objetivo es que los empleados se hagan independientes»
A la asociación acuden, sobre todo, familias monoparentales, madres solteras y personas con problemas para entender el idioma. «Vienen derivadas del Departamento de Derechos Sociales. Todavía hay muchos prejuicios y, precisamente por eso, es importante darles visibilidad. Es gente como tú y como yo que simplemente está pasando por un momento delicado. Nos podría pasar a cualquiera», expresa Inés justo antes de recordar que la consolidación de las empresas de inserción es clave para mejorar la vida de muchas personas.

Nuestra protagonista dirige la Fundación Secretariado Gitano en Navarra desde hace veinticinco años.
Para nuestra protagonista, estar en contacto con personas de diferentes nacionalidades supone descubrir el mundo a través de otros ojos y de otras historias. Podría considerarse una gran coleccionista de voces y una oyente empedernida de relatos que cruzan continentes y sobreviven al desarraigo. Cada día, su oficina se convierte en un punto de encuentro donde convergen acentos, costumbres, heridas y esperanzas. Por eso habla con un cariño casi tangible cuando desvela que, hace un par de años, su familia le regaló un viaje a Senegal. Allí residían varias personas con las que había forjado amistad en el pasado. «Me habían contado cosas increíbles sobre el país», sonríe. Aquel viaje no cambió su vida. Pero sí confirmó lo que ya sabía: las fronteras más reales no están en los mapas, sino en las miradas que no se cruzan.
Lo cierto es que viajar es uno de sus hobbies favoritos y, con frecuencia, visita San Sebastián. Allí pasa horas contemplando cómo el mar lame con elegancia la orilla. Inmersa en sus pensamientos, de vez en cuando viaja al pasado para recordar momentos de su juventud. «Tocaba el clarinete en la banda del pueblo. Aunque ya he dejado atrás esa afición, la pasión por la música y pasear entre paisajes bonitos siempre formará parte de mi historia», susurra después de mencionar que, de alguna manera, el sonido de las olas comparte armonía con las melodías que solía ensayar una y otra vez en su Cadreita natal, como si el océano y su clarinete compartieran un mismo idioma.