El pasado día 5 asistí a una interesante conferencia del Profesor Francisco González Bree sobre innovación y modelos de negocio, una disciplina novedosa y con muy distintas facetas en las más prestigiosas escuelas.
Por otra parte, esta semana he participado en un debate on-line sobre “Leaderhip values on innovation” –valores del liderazgo en la innovación– en el que participábamos profesionales del coaching y la innovación en desarrollo de personas y de negocio.
Entre unos y otros, los verdaderos actores de la innovación se pasan las reglas y modelos por el arco del triunfo y los analistas los encumbran a categoría de gurús, mejor cuanto más jóvenes, mientras en las empresas se busca contratar “talento” que después se somete a procesos de ISO, estructuras jerárquicas y procedimientos de trabajo muy tecnificados que consiguen transformarlos, al cabo del tiempo, en “mano de obra”, que se despide por redundante.
Tengo para mí que hemos perdido de vista que las empresas son conjuntos de personas que utilizan la tecnología y el capital para satisfacer una necesidad real, humana (y por ende cambiante) de un mercado concreto. Y nos vamos dando cuenta de que la clave está en trabajar con las personas.
Estoy convencida de que estamos viviendo los albores de un nuevo ciclo en el que lo realmente innovador es el cambio de enfoque, que a su vez provoca la necesaria remodelación de los modelos de negocio.
De enfocarnos en los procesos o en los resultados, hemos pasado a trabajar sobre aquello que los conforma y los origina: la manera en la que fluyen y se relacionan las capacidades únicas e intransferibles de cada una de las personas que trabajan en su equipo.
Las empresas que realmente se abren a esta innovación transforman su modelo de negocio y pasan del control jerárquico a basarse en las leyes naturales que gobiernan sistemas complejos de relación y adaptabilidad humanas. Estas redes de capacidades se auto-organizan y se re-organizan para responder a las necesidades cambiantes del consumidor, el accionista y el entorno.
En definitiva, conforman un grupo de profesionales haciendo en equipo lo que mejor saben hacer para conseguir un objetivo común. Equipos con un liderazgo catalizador e inspirador. Enriquecen a cada una de las personas que forman su verdadera cadena de valor, les alientan a aportar, adaptarse e incluso a equivocarse, a expresar su mejor versión en comunidad con los demás.
Por experiencia sé que cualquier empresa puede introducir esta innovación, por experiencia se también que requiere perseverancia y compromiso, ya que no estamos acostumbrados a ello y entre un modelo y otro se produce un “interregno del caos”, un desconcierto que hay que encauzar a través de herramientas que encumbran dos de las capacidades más bellamente humanas: la autocrítica humilde y la comunicación.
Todos los procesos que he acompañado comienzan por reconocer desde el accionista y el gerente hasta la última incorporación, que somos perfectibles y desear verdaderamente saber qué podemos mejorar juntos, como un verdadero equipo que juega en las grandes ligas: los mercados globales.
En esta era de la innovación, todo, absolutamente todo, comienza en las personas, las únicas capaces de innovar.
Marta Martínez Arellano
Mentor-Coach de desarrollo personal y profesional