Atesora recuerdos tan vívidos en la memoria que, aunque «ha llovido» desde entonces, parece que «todo sucedió ayer». Por eso, compartir momentos de su niñez no le supone demasiado esfuerzo. Risueña, Irache Echeverría solía corretear de aquí para allá jugando con los corderos que sus padres criaban. Toda una sinfonía de tiernos balidos la acompañaba allá donde iba. «Daba de comer a las ovejas y mis padres se encargaban de ordeñarlas. La granja la fundó mi padre justo un año después de que yo naciera, así que ha crecido conmigo», atestigua mientras nos invita a conocer a las grandes protagonistas de su explotación ganadera y agrícola.
«¡Beee, beee!», escuchamos tras la puerta de una gran nave. Al adentrarnos en el recinto, recibimos toda una oleada de miradas. Decenas y decenas de cabecitas blancas se amontonan, buscando un hueco para observar a los desconocidos que acaban de aterrizar en su hogar. Curiosas, se aproximan a nosotros. «Vienen a hacernos una entrevista, chicas», explica Irache a sus ovejas, que parecen tranquilizarse al oír su voz. Unos metros más allá, varios corderos juegan con montones de paja. Ante esta estampa plagada de belleza, no podemos evitar sonreír. «El mejor momento del año es cuando nace un corderito. Da mucho trabajo, pero merece muchísimo la pena», apostilla nuestra protagonista.
PASIÓN POR LA GANADERÍA
Paseamos por Legaria siguiendo los pasos de Irache, que conoce el pueblo «como la palma de su mano», ya que nació y creció allí. Siempre fue más de ciencias que de letras y, aunque nunca tuvo realmente claro qué quería ser de mayor, permitió que el proyecto que con tanta dedicación y cariño fundó su padre finalmente guiase sus pasos. «Veía el trabajo que él desempañaba, y me gustaba. Pero al acabar el colegio tampoco tenía tomada una decisión al 100 %», explica justo antes de detallar que, para disipar sus dudas y escoger un rumbo, optó por imprimir todas las carreras universitarias que la Universidad Pública de Navarra (UPNA) ofrecía. Esta sí, esta no, está sí, esta no… Poco a poco, tachó aquellas que no le satisfacían y subrayó las que sí lo hacían. Solo «sobrevivieron» tres opciones: Magisterio, Veterinaria e Ingeniería Agrónoma.
Al trabajar durante unos meses como monitora en un campamento de verano, descartó la primera opción. Pensó que, tal vez, la docencia no era lo suyo. Así que se decantó por la Ingeniería Agrónoma. Más tarde, la vida le enseñaría que es posible combinar ambos ámbitos.
Aunque en su casa las grandes protagonistas eran las ovejas, lo cierto es que Irache sentía, en un inicio, más devoción por las vacas. «De hecho, incluso quería hacer el Trabajo de Fin de Grado sobre ganadería bovina», ríe. Al finalizar su formación, fichó por la compañía estadounidense General Mills, donde trabajó durante unos años en su sede de San Adrián. Con más de veinticinco líneas de producción, la fábrica navarra es experta en la elaboración de fajitas y burritos mexicanos, tortillas, salsas y nachos, y distribuye sus productos a más de treinta países.
COGER LAS RIENDAS
El Instituto de Agrobiotecnología IdAB-CSIC buscaba un profesional para realizar una tesis doctoral, y el perfil de Irache encajó a la perfección. «Pero durante todo este tiempo no dejé de colaborar en la granja de mi familia. En los cuatro años que duró la tesis, compaginé ambas labores», rememora. La finalización de la tesis coincidió con la jubilación de sus progenitores. «De repente, cogí las riendas de la granja. Y, además, me quedé embarazada», relata tras remarcar que lidera la explotación desde 2021.
«El ganadero no tiene fiesta ningún día. No quiero sacrificar la cabalgata de Reyes o el festival de fin de curso de mi hijo»
Muy atentos al son de las memorias y vivencias que nuestra protagonista narra ilusionada, no nos habíamos percatado del nubarrón negro que, poco a poco, se aproxima hacia nosotros. Un remolino de viento nos despeina y, antes de que la lluvia nos alcance, nos invita a protegernos de la tormenta al calor de su hogar. «Pasad, pasad. ¿Queréis un café calentito?», pregunta amable. Agradecidos, aceptamos su propuesta. Una exquisita decoración navideña colma todos los rincones y, con la alegría propia que se respira en estas fechas tan señaladas, continúa compartiéndonos su historia.
«Mi vida es un poco locura. Todos los domingos, a las siete de la mañana, estoy en pie para ordeñar a las ovejas. Esa es, tal vez, la única pega que le encuentro a este trabajo», reconoce. En este sentido, Irache anhela que se produzca un cambio para mejorar la calidad de vida de los profesionales que se dedican a la ganadería. Lo cierto es que, en este sector, conciliar la vida laboral con la personal se torna un asunto complejo: «El ganadero no tiene fiesta ni un solo día. Considero que tenemos que cambiar el chip. No quiero sacrificar la cabalgata de Reyes o el festival de fin de curso de mi hijo. La gente no habla de esto, y es importante impulsar un cambio».
Precisamente esta es la raíz de uno de los muchos problemas que atraviesa el sector: la falta de mano de obra y la ausencia del relevo generacional. «¿Quién querría trabajar en esto, con el esfuerzo y el sacrificio que supone? Imagínate tener 18 años y plantearte no tener ni un sábado libre. Es hora de que las cosas cambien», defiende con firmeza al tiempo que incide en la importancia de «organizar el trabajo» para poder descansar. Por ejemplo, algunos domingos se turna con su hermano, que también trabaja en la granja, para tener el día libre.
GANANDO EN EFICIENCIA
La primera decisión que tomó para trazar el camino hacia esa conciliación familiar y profesional que tanto anhela tuvo lugar en 2021, justo en el instante en el que cogió las riendas de la granja. Por aquel entonces, eran mil las ovejas que habitaban la explotación. Número que Irache redujo a 600. «En mi entorno querían ampliar las instalaciones y edificar otra nave. Dije que no. Lo correcto era reducir el rebaño. Al tener menos animales, tienes más espacio y más control», señala satisfecha de aquella decisión.
«Las mujeres siempre hemos estado en un segundo plano, sobre todo en este sector. Es importante visibilizar la presencia femenina»
«Ahora produzco los mismos litros con un 40 % menos de ovejas respecto a hace tres años. Hemos mejorado el rendimiento», acentúa orgullosa tras superar los 200.000 litros de leche producidos al año. ¿El secreto? Mejorar la genética y la «morfología» de las ubres del rebaño a través de la inseminación artificial. Fue su hermano quien se decantó por esta estrategia: «Así los animales producen igual o más que antes, pero con menos gasto».
Además, la explotación, que suma en total entre 55 y 60 hectáreas, produce cereal, cebada, forrajes y trigo. La inquietud de Irache por «cultivarse» y aportar su granito de arena al proyecto fundado por su padre le llevó a hacerse con el ‘Premio A Mujer Profesional Autónoma’ de CaixaBank a nivel nacional el pasado diciembre. Con este galardón, obtuvo una dotación económica de 6.000 euros para destinar a acciones de formación empresarial y personal y, además, tendrá acceso a un máster online de IA e Innovación en la escuela de negocios digital Founderz.
Según el ‘Informe Mujer Autónoma 2023’, elaborado por la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), en España hay 1,2 millones de mujeres autónomas, lo que representa el 36,8 % del total del colectivo. Al conocer estos datos, nuestra protagonista suspira: «Las mujeres siempre hemos estado en un segundo plano, sobre todo en este sector. Es importante visibilizar la presencia femenina. Por eso, este premio es un impulso para nosotras».
CERRAR EL CICLO
Pero la trayectoria profesional de Irache va más allá. De hecho, no olvida aquella corazonada que sintió de niña al sentirse cautivada por el mundo de la docencia. Por eso, cuando en 2023 la UPNA le ofreció ejercer como profesora e impartir la asignatura de Producción Animal, no dudó en dar el «sí». Desde entonces, compagina la enseñanza con sus labores como ganadera: «Estoy todo el día yendo y viniendo de Legaria a Pamplona y, aunque parezca un poco locura, me encanta lo que hago. A mis 34 años soy muy feliz».
Desde hace un tiempo, un runrún revolotea por su cabeza: le encantaría crear una quesería y vender quesos a pequeña escala. Para ella, supondría «cerrar el ciclo». «Sería un sueño cumplido», constata mientras nuestro encuentro llega a su fin. Parece que, fuera, la tormenta amaina. La lluvia ha cesado, pero el viento no. Así que nos abrochamos bien los abrigos justo antes de responder a la pregunta que Irache nos lanza ilusionada: «Bueno, ¿qué os ha parecido la granja?». En una mirada cómplice, sonreímos: «¡Es la leche, nunca mejor dicho!».