jueves, 12 diciembre 2024

Jesús Berisa, el hotelero ilusionado

En solo dos años ha pasado de gestionar un hotel en Castejón a poner en marcha el Pamplona El Toro y hacerse con la restauración de los establecimientos más singulares de la ciudad


Pamplona - 10 noviembre, 2018 - 06:00

Jesús Berisa en la cafetería de Baluarte, uno de sus más recientes negocios.

Jesús Berisa lleva la mitad de su vida en el mundo de la hostelería, 25 años de experiencia que arrancaron en el negocio que su padre montó para él y su hermana en su localidad natal, Azagra. “Si eres hijo de agricultor te queda el recuerdo de haber trabajado en la agricultura desde pequeño, y cuando mi padre puso en marcha el negocio nos parecía que, comparativamente con el campo, todo era maravilloso. Nos tocaba recoger tomates a 40 grados o coliflor a bajo cero, ibas a coger fruta y te comían los mosquitos… Ahora ha cambiado pero antes se sufría bastante en el campo”, recuerda con una leve sonrisa que parece tener poco de nostálgica.

En el establecimiento familiar se hizo con una buena formación de base de lo que es un negocio de hostelería. Se había convertido en un hostal con cafetería y restaurante. Además, durante algún tiempo Berisa y su hermana llevaron La Barca de Azagra, “y terminé por comprender que el negocio en volumen era más divertido, hacía que la restauración no fuese igual todos los días, y de alguna manera nos permitía soñar y tener iniciativa para hacer cosas. Organizábamos excursiones en barca por el río, montábamos capeas y traíamos espectáculos”.

Azagra se le fue quedando pequeña. Tenía claro que su experiencia y todo lo que había aprendido debía ponerlo en práctica en un hotel, en su hotel. Javier Catalán, de Zenit Hoteles, acababa de adquirir uno en obras en Calahorra e intenté comprárselo para terminarlo yo, pero acabó contratándome”. Asegura que nació -se supone que se refiere al inicio de su andadura laboral- “con el pensamiento de autónomo, y solo trabajé ese año por cuenta ajena”. Fue el primer director que tuvo el Sancho el Fuerte después de que lo dejara Cecilio Catalán, y tras ese año llega al Villa de Castejón.

Allí fue evolucionando societariamente con el arrendamiento de varios establecimientos hoteleros, “y me quedé con los que tenían más riesgo y más posibilidades hasta que me estabilicé en el sector”. El Villa de Castejón marchaba muy bien… hasta que la sombra de la crisis oscureció todo. La reacción de Jesús Berisa fue, probablemente, la contraria a la que cualquiera hubiese adoptado: comprar el hotel y reformarlo, “invertí en el peor momento de la crisis, pero fuimos el establecimiento que mejor iba en el peor momento de la crisis”.

También se encarga de la restauración en el parque Senda Viva, “que es algo muy complejo por la gran variabilidad de comensales, puede haber días de mil y de cinco mil, lo haces con eventuales y plantillas que oscilan entre 60 y 100 personas”.

“Todos los días tomamos decisiones importantes, pero al final lo importante es visionar el futuro, ¡eso sí es difícil!”.

Los hoteles Villa de Castejón y Pamplona El Toro -del que luego hablaremos-, la restauración de Senda Viva, Baluarte y Navarra Arena… ¿No sería más sencillo si no fuesen espacios tan dispares? Su rostro, aparentemente reacio a delatar emociones, parece querer dar a entender que ha conseguido que le hagamos esa pregunta. “La verdad es que siempre he tenido la iniciativa de contar con establecimientos que se diferencien unos de otros, tanto en producto como en instalaciones, es algo que me hace vibrar y evolucionar, innovar y ser creativo. Me sigo ilusionando ahora igual que hace 25 años, esto me da mucha chispa”. 

Berisa letrero

Jesús Berisa se curtió en el establecimiento familiar de Azagra.

¿Nos equivocamos si decimos que es un autodidacta? Pues no. “Estudié primero de electrónica y lo dejé porque no me gustaba. Le planteé a mi padre estudiar fruticultura porque de todo lo que tenía era para mí lo más bonito, pero él no quería que continuásemos en el campo, nos hubiera montado cualquier tipo de negocio con tal de que no fuéramos agricultores. Acabamos en la hostelería como podíamos haber acabado en cualquier otra cosa, y sí que estando ya en el negocio familiar hice un curso de iniciativas empresariales, en el CEIN, que fue realmente formativo, también logre un nivel alto en informática… Pero lo cierto es que el negocio te permite tener una gran formación si estás muy implicado”.

Está claro que no le asustan los retos ni las dificultades, más bien ocurre lo contrario: “Bueno, sí, los negocios tienen ese componente ilusionante de generar iniciativas, de ir evolucionando con cosas nuevas… Hacer siempre lo mismo es muy aburrido, y además en la hostelería tienes que innovar porque sorprender al cliente es muy difícil”. Hablando de retos, ahí tiene el del Hotel Pamplona el Toro. Él no lo ve así, “tiene todas las características para ser un hotel experiencial, yo digo que es el futuro de la hotelería y estamos trabajando para que ese futuro esté presente ya en El Toro. Desde el principio pensé que era el hotel ideal que debíamos tener como crecimiento de lo que éramos”.

De la agilidad de su visión para los negocios da una idea su siguiente reflexión: “Como por las obras de reforma del Hotel El Toro tenía que estar mucho tiempo en Pamplona y vivir de lleno el negocio te obliga a estar en la plaza, decidí que nos hubiera ido mejor en Pamplona teniendo una mayor cifra de negocio para así buscar sinergias y una mayor efectividad de las inversiones que estábamos acometiendo”. Y se lanzó a gestionar la restauración de Baluarte, de la que en un minuto expone múltiples ideas para convertirlo el algo distinto, en una referencia gastronómica y sensorial.

“Como decía mi padre, todo consiste en madrugar antes que los demás y trabajar más que los demás”.

Tampoco está mal el desafío que supone el Navarra Arena. Admite que “es algo diferente, algo que nunca hemos hecho”, pero de nuevo lo minimiza porque dice que “lo que hacemos en Senda Viva es más difícil, allí en periodos de hora y media damos de comer a tres, cuatro, cinco mil personas en lugares distintos, y en el Navarra Arena lo importante es beber, la comida es el complemento, eso simplifica bastante las cosas”. Además ha sumado al proyecto al grupo Kabiya, más especializado en bares de copas.

Por cierto, desde que dio el salto de Castejón a Pamplona solo han pasado dos años, se ha movido muy deprisa… “bueno, el único secreto de todo lo que hago está, al final, en algo que decía mi padre, todo consiste en madrugar antes que los demás y trabajar más que los demás. Y si estás muy dedicado, muy encima de las cosas, tienes un gran equipo y pones interés en hacer las cosas bien pues acabas hasta ganando dinero… pero en ese orden, si no hay esfuerzo las cosas no se hacen bien, y si no se hacen bien las cosas tampoco se gana”. Sus establecimientos ya aparecen bajo una identidad genérica, Eventshotels. ¿El germen de una futura cadena? 

El sorteo de la Gorda de Navidad granjeó una gran amistad entre Xabier Gabriel de la Bruja de Oro y Jesús Berisa.

El grupo cuenta con 100 empleados fijos y una cantidad de eventuales variable pero que no baja de los 500. Factura algo menos de 10 millones y en un par de años espera llegar a los 14. “Crecer pasa por tener equipos muy consolidados, puestos de trabajo muy profesionalizados  gente que vibra con los colores de la empresa y tiene una gran formación”, añade a continuación como si adivinara la pregunta que le íbamos a hacer. “Cuando contrato busco personas que se impliquen y que tengan interés en querer ser, si tiene una formación mejor, pero si no se la damos. Así conseguimos un personal que es muy de la casa, que se siente estable, seguro, y está relativamente bien pagado, y como nuestra evolución es de crecimiento está muy motivado”.

“Hacer siempre lo mismo es muy aburrido, y además en la hostelería tienes que innovar porque sorprender al cliente es muy difícil”.

Berisa, quien también se sacó de la manga el sorteo de la mayor cesta de Navidad del mundo, La Gorda, no recuerda haber tenido “baches importantes” aunque sí “tensiones de tesorería, días en los que todo el que estaba cerca me ha prestado dinero para salir adelante. Pero es que si no hay inversión tampoco hay evolución, y un negocio de hostelería requiere una inversión constante porque el cliente nunca quiere ver las cosas igual, las instalaciones tienen que estar siempre bien, limpias y actualizadas, a la moda podríamos decir”.

Eso de endeudarse nos da bastante respeto a los que no somos negociantes, pero como se ve no le ocurre lo mismo a Jesús Berisa, quien piensa que “todos hemos nacido con el riesgo”, y de nuevo recurre a su padre, “que cada mañana miraba al cielo para ver si iba a llover, granizar o qué iba a pasar”. “Bueno, el riesgo se mide y lo tienes asumido, pero no lo pierdes de vista .Todos los días tomamos decisiones importantes pero eso también te da seguridad, y al final lo importante es visionar el futuro, ¡eso sí es difícil!”, concluye, no sin antes insistir en que ese es su medio natural, “vivir la vida de una manera intensa, asumir riesgos, ser creativo… es algo que me llena muchísimo”.

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