Normalmente, cuando pensamos en la idílica Galicia, la mente nos traslada a una playa paradisíaca rodeada de montañas y rociada de una fina llovizna. Jesús Mariñas lo confirma: esa imagen es exactamente así. Pero él creció en un entorno, quizá, un poco diferente. A pesar de que el simpático acento gallego parece haberse desprendido de su voz, su infancia transcurrió en un pequeño pueblo de Ourense. La estampa que protagonizó cada día de su niñez la tiene grabada «a fuego» en la memoria. Por eso le resulta sencillo sonreír al describir el paisaje. El río Sil serpenteaba sosegado bajo un puente románico, que en invierno se cubría de nieve. «Cuando hablan de Galicia, te esperas turismo y mar. Allí, sin embargo, todo era muy rural. Y eso me encantaba», rememora con ternura.
Aunque de vez en cuando jugaba al fútbol, su deporte favorito no tenía nada que ver con los balones y las porterías. Antes que los regates, prefería las regatas. Con una ilusión casi tangible, agarraba un remo, lanzaba cuidadosamente su piragua al río y comenzaba a navegar. Sobre el agua, rodeado de naturaleza, se sentía feliz. De hecho, ha seguido disfrutando de este deporte hasta hace relativamente poco. «Hasta hace dos años, formaba parte de la Federación Navarra de Piragüismo. Pero vayamos por partes, sigamos con Galicia…», apostilla mientras expande la mirada hacia el horizonte.
Nuestro protagonista describe la suya como una infancia «divertida, alegre y ajena al mundo digital». «Sabía lo que era pescar y cazar porque salía de casa y lo veía», expresa. Ensimismado, contemplaba a diario a sus vecinos, equipados con un hacha para cortar leña. En invierno, cuando la nieve aterrizaba en el pueblo y su manto blanco enterraba las calles, todos tenían palabras de agradecimiento para esa madera que habían cortado con tanto esfuerzo y que arropaba las casas con un calor acogedor.
RUMBO A LOGROÑO
A los once años, sin embargo, su vida dio un giro. Acostumbrado a residir en su Ourense natal bajo el cobijo de sus padres, estos tomaron la decisión de trasladarle a Logroño para que viviera con sus tíos y sus primos. «En el pueblo, había una escuela para todos, y adolecía de una educación como la que se empezaba a alumbrar en las ciudades», explica.
Recuerda aquella etapa con especial cariño. Forjó infinitas amistades, y eso le ayudó a crecer «mucho» a nivel personal: «Cuando miro hacia atrás, destaco la enorme cantidad de personas que he conocido. Me llevo un trocito de cada una de ellas en el corazón».
«Cuando miro hacia atrás, destaco la enorme cantidad de personas que he conocido. Me llevo un trocito de cada una de ellas en el corazón»
Aquel niño de grandes inquietudes pronto se dejó cautivar por las Matemáticas y el Dibujo Técnico. Los números le divertían. Tanto es así que, cuando algún adulto le preguntaba cuál era su profesión soñada, no tardaba mucho en responder: «Quiero ser arquitecto». Pero, a veces, cuanto más nos empeñamos en algo, más tardamos en conseguirlo. Y el sueño de Jesús se truncó.
A la hora de seleccionar un centro académico donde formarse, se decantó por la Universidad de Navarra, dispuesto a instruirse en el ámbito de la arquitectura, que tanto le atraía. Sin embargo, no logró alcanzar la nota de corte. Entonces, cobró sentido un conocido refrán que reza así: «Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana». Mientras paseaba por el campus, se topó con la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales y le hablaron sobre la carrera de Administración y Dirección de Empresas. «Suena muy bien», pensó. Y se lanzó a la aventura.

A pesar de su vocación por la arquitectura, nuestro protagonista se decantó por especializarse en el sector financiero.
El colegio mayor Larraona recibió a nuestro protagonista con los brazos abiertos. Allí conoció a gente de aquí y de allá, de diferentes culturas, religiones, ideologías… «Yo veo a una persona. Nada más. El sector en el que trabajo está marcado por patrimonios financieros, pero mi acercamiento siempre es desde la bondad y el cariño», precisa para remarcar acto seguido que la microeconomía, la dirección estratégica y los mercados financieros pronto acapararon toda su atención. «Durante la etapa universitaria también me metí a optativas de Periodismo y Arquitectura, aunque lo de ser arquitecto ya lo había dejado atrás…», ríe a sus 46 años.
SUS INICIOS EN SEGUROS E INVERSIONES
Su primer empleo fue como técnico en la Oficina de Salidas Profesionales de la Universidad de Navarra, donde durante un año acercó el ámbito empresarial a diferentes alumnos y les facilitó la búsqueda de prácticas. Después se adentró en el mundo de los seguros, de la mano de Norte Hispana Seguros, que más tarde fue adquirida por Grupo Catalana Occidente. Permaneció en la firma dos años, primero como jefe del equipo comercial y, más tarde, como director de la sucursal de Pamplona. Posteriormente dio el salto a Aegon Seguros, donde ocupó el cargo de responsable comercial de Vida. Debido a su gran trayectoria, la compañía premió a Jesús con un viaje a Vietnam, al que acudió con tres amigos y el equipo internacional de Aegon Seguros. «Estuvimos un par de semanas conociendo el país de norte a sur. Fue una experiencia increíble», reconoce.
Al regresar a España, dedicó un tiempo a reflexionar. «¿Mi futuro está en el mundo asegurador o puedo crecer en otros ámbitos a nivel profesional y personal?», se planteaba. Aquel runrún resonaba en su cabeza una y otra vez, hasta que algo en su interior hizo ‘clic’ y se aventuró a emprender. Junto a tres amigos, fundó una correduría de seguros, pero aquella «aventura» no duró más de un año. «¿Éramos malos o estábamos mal organizados? No lo sé, pero el proyecto no logró despegar», lamenta.
«DARSE A LA SOCIEDAD»
Jesús anhelaba sentirse «realizado» y «feliz» consigo mismo y con su trabajo. De hecho, desde niño consideró que en este mundo no hay nada más bonito que «darse a la sociedad». Con este enfoque, aspiraba a convertirse en un gran asesor financiero y desarrollar su trayectoria profesional más allá del sector asegurador.
De pronto, se topó con un anuncio en la prensa. Una entidad financiera, cuyo nombre todavía estaba por desvelar, había comenzado un proceso de selección de personal. «No cumplía el perfil, y además entré tarde al proceso, pero el entusiasmo que tenía era tan grande que, finalmente, me ficharon», relata.
«Vinculas tu buen hacer con la necesidad de una familia de cuidar algo tan importante como su dinero»
Así, aterrizó en el Área de Banca Personal de Banesto. Allí trató con clientes que necesitaban asesoramiento financiero para consolidar sus ahorros y hoy, décadas después, considera que la entidad financiera fue su «gran escuela». Unos años más tarde, se trasladó al Departamento de Banca Privada, donde gestionó patrimonios de mayor envergadura. «Acompañé financieramente a los mejores usuarios. Para eso había que tener discreción y un mimo exquisito», apunta.
En total, permaneció seis años en la compañía hasta que Banco Santander absorbió Banesto. Entonces, pasó a trabajar durante cuatro años en el Banco Espirito Santo como gerente de Patrimonios: «Fue una etapa muy bonita porque era una entidad financiera muy dinámica y con un producto sofisticado. Gestioné patrimonios altos», puntualiza tras remarcar que, en el oficio del banquero, es fundamental relacionarse con diferentes personas para poder aprender. «Vinculas tu buen hacer con la necesidad de una familia de cuidar algo tan importante como su dinero», asiente satisfecho.
INTEGRIDAD Y HONESTIDAD
En un campeonato de golf organizado por la firma, conoció a la familia Arotzarena. Y, de nuevo, le surgió la oportunidad de emprender. Jesús pasó de ser un «nexo», que ponía en contacto a la familia con su entidad financiera, a crear un interesante proyecto junto a dos de sus miembros: Domingo y Salvador. Así nació la agencia de valores JDS Capital, en la que ejerce como socio director.
Lo cierto es que, hasta que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) dio el visto bueno a la iniciativa, transcurrieron dos años. «Teníamos que crear un expediente que cumpliese los requisitos y las exigencias que marcaba la CNMV para poder ofrecer servicios financieros de asesoramiento y gestión patrimonial», concreta nuestro invitado justo antes de señalar lo mucho que las casualidades pueden, a veces, sorprendernos.
El 9 de septiembre siempre ha sido una fecha importante para él porque es el día de su cumpleaños. También porque, hace casi una década, la firma recibió la licencia para ponerse en marcha. «En nuestro oficio hay una parte conductual muy importante: cómo gestionas tus emociones; cómo te relacionas con las personas; cómo analizas, seleccionas y valoras… Todo eso es clave. Nuestra esencia se basa en la integridad y la honestidad», especifica al tiempo que destaca cómo actualmente son siete los profesionales que forman parte del equipo de JDS Capital.
OFRECER «ORDEN ECONÓMICO»
Entre los clientes de la agencia destacan, por ejemplo, deportistas de elite y familias de la industria: «Mi trabajo es fascinante por la capacidad que me da de implicarme en la vida de muchas familias procurando ofrecer orden económico, organizando su patrimonio y haciéndolo crecer».

Jesús forjó su trayectoria profesional en Norte Hispana Seguros, Aegon Seguros, Banesto y Banco Espirito Santo.
Eso sí, la clave del mundo de la inversión es la paciencia. «La paciencia hace que otro se ponga nervioso antes que tú y malvenda un producto. En el ámbito patrimonial, el acierto llega cuando eres paciente», constata firme. Además, como consejo, Jesús incide en la importancia de respetar los planes automatizados de ahorro: «Hay que tener convicción de que lo que estás haciendo es lo correcto y no buscar atajos. Tampoco hay que esperar a que un adivinador te diga lo que tienes que hacer».
Pensativo, valora que el campo de la ciberseguridad irá ganando terreno en el sector de la inversión. Pero, más allá del análisis y la actualidad económica, el factor «vital» más importante de nuestro protagonista es su familia. Sus dos hijos y su mujer son el «pilar central» de su día a día. Por eso, le resulta inevitable sonreír al imaginarse escapándose un fin de semana cualquiera, junto a ellos, rumbo a cualquier punto de la geografía navarra. «Esas pequeñas cosas me dan la vida», concluye en un suspiro.