La luz del sol entra a raudales por la ventana del salón y baña en tonos dorados la estancia principal de su hogar, en Alsasua. Susana Santano, de 48 años, se sienta en su sillón mientras mueve las manos con destreza entre ovillos de algodón azules, rojos, negros y blancos. Sus dedos se deslizan con soltura por el hilo, entrelazando cada punto con la paciencia de quien ha repetido la maniobra millones de veces y con la serenidad de quien encuentra en este gesto una paz cotidiana. Mientras teje, su mente viaja atrás en el tiempo. Se ve a sí misma de niña, observando en silencio a su madre, fascinada por la precisión con la que trabajaba. El ritmo de entonces es el mismo que ahora repite casi sin darse cuenta, como si su cuerpo hubiera memorizado aquellos movimientos con precisión quirúrgica.
A pesar de la pasión por el ganchillo que sentía desde pequeña, su soltura en los estudios le llevó a cursar Sociología en la Universidad Pública de Navarra y un grado superior en Marketing y Comercio en su Alsasua natal. Sin embargo, en 2013 se quedó embarazada de su primer hijo y, desde entonces, optó por dedicarse en exclusiva a su crianza (actualmente tiene dos). Fue precisamente en 2022, durante una semana en la que los pequeños estaban enfermos, cuando la necesidad de relajarse revivió su amor por la costura. «Como quedaba poco para mi cumpleaños, decidí autorregalarme unas agujas y volver a practicar. En cuanto empecé a subir mis creaciones a Instagram, varias amigas me encargaron pedidos. Nunca olvidaré la primera diadema que cosí y vendí», rememora Susana emocionada.
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Susana Santano, de 48 años, pronto abrirá una tienda online para vender todos sus productos.
Desde aquel momento ya no pudo parar. Chaquetas, bolsos, monederos, chupeteros, llaveros… Artículos propios, personalizados o por encargo. La alsasuarra encontró en el croché una nueva forma de vida que fusionaba su afición con su trabajo. Incluso, en marzo de 2024 decidió compartir su conocimiento con otras personas y comenzó a impartir clases semanales a más de doce alumnos. «Aprendemos el punto básico y luego cada uno va desarrollando sus proyectos: jerséis, carteras, chales… Me encanta el ambiente acogedor y terapéutico que se genera. Para muchos tejer es una forma de desconectar del estrés diario y socializar. Para mí también es un subidón de autoestima, ver de lo que eres capaz con aguja e hilo es impresionante», resalta.
EL SALTO A LOS MUÑECOS
En esa línea, Susana dio un paso más y se embarcó en creaciones más complejas como amigurumis, pequeños muñecos de animales, frutas o personajes infantiles como Elsa, de Frozen, o Ariel, de La Sirenita. Poco a poco fue incorporando figuras del Olentzero y Mari Domingi u otras más relacionadas con la tradición alsasuarra como Momotxorros o los quintos de Santa Águeda.
«Son personajes muy representativos de la zona y me pareció muy bonito recrearlos. Varias familias me han encargado algunos para los más pequeños. Comienzo tejiendo desde las piernas hacia arriba, los relleno con guata y agrego los detalles de manera separada. Hay muchos muñecos de plástico en el mercado y estos son de algodón, lo que los hace más sostenibles y menos tóxicos. Además, se pueden lavar», detalla Santano.
Por ahora, vende sus creaciones en ferias, donde el Olentzero es su producto estrella, o a través de sus redes sociales bajo el nombre @susanacrochets. De cara al futuro, espera crear su propia página web para implementar la venta online, así como acudir a mercadillos de toda la Comunidad foral: «Siempre llevo a las ferias la primera chaqueta larga que tejí. Es una forma de mostrar mi trabajo y ya se ha convertido en un talismán. Es importante que se reconozcan la calidad y el trabajo de las piezas manuales, así como el valor añadido de que una persona la haya cosido solo para ti».