De su infancia recuerda las infinitas guerras de bolas de nieve con las que se divertía en pleno invierno. Volaban como proyectiles, cortando el aire en un trayecto fugaz antes de estallar en una explosión fría contra las espaldas de los contrincantes. Los copos caían a toda prisa, salpicando todo de blanco, como si el cielo quisiera vestir el mundo con un manto nuevo, inmaculado, que invitaba a la aventura. «Aventura. Qué palabra más bonita», murmura Tamara Romero al son de sus memorias, plagadas de «instantes memorables».
Y es que ha sido precisamente ese espíritu aventurero el «ingrediente» que, de alguna manera, ha forjado su camino y le ha brindado la oportunidad de visitar países de distintas partes del mundo, la mayoría de veces como «mochilera»: «Nunca me he hecho esa típica pregunta de ‘¿qué quiero ser de mayor?’. Incluso hoy, a mis 45 años, tampoco. Desde niña tuve claro que prefería crecer en aventuras. Simplemente me visualizaba con una mochila recorriendo el planeta, eso me ponía los pelos de punta».
El primer lugar donde residió tras dejar atrás su Pamplona natal fue Madrid. Después, Benidorm y Baleares. Pero enseguida sintió que España se le «quedaba pequeño». Así que, con apenas 19 años, cogió su mochila y recorrió Francia, Argentina y Brasil. Allí trabajó como camarera, socorrista y cuidadora de niños. «También aproveché para formarme en distintos ámbitos. Por ejemplo, realicé cursos de masajes», apostilla.
EL CARIBE, UN PARAÍSO
La primera vez que pisó Costa Rica se enamoró. Aunque solamente permaneció un mes allí, fue suficiente para que se encariñara de la calidez de su gente, la exuberante naturaleza y el «ritmo relajado» de la vida local. Decidió que algún día volvería. Y así fue. «Pisé el Caribe y pensé ‘aquí me quedo’. Lo vi como un paraíso. Sentí que mi corazón me pedía quedarme, aunque no tuviese ni la más mínima idea de qué iba a ser de mí. Volví a España a por mis cosas y regresé para instalarme. Ya llevo catorce años aquí», expresa risueña.
«¿De qué voy a vivir?», «no tengo amigos aquí», «¿cómo me voy a buscar la vida?»… Enseguida, una eterna retahíla de preguntas se amontonaron en su cabeza. Pero pronto aquella nube de miedo e incertidumbre se esfumó, eclipsada por la belleza de un país que, «desde el minuto cero», ya había aprendido a amar.
«España lleva mucha delantera respecto a la educación canina»
Durante dos años, Tamara residió en la localidad de Puerto Viejo de Talamanca, rodeada de una frondosa selva. Son infinitas las anécdotas que atesora en la memoria. Lo cierto es que catorce años en Costa Rica «dan para mucho» y ha vivido experiencias de todo tipo. Todavía recuerda la boa gigantesca que apareció un día entre su ropa o las arañas de tamaño desorbitado capaces de colarse por cualquier recoveco. «Son parecidas a las tarántulas. Me encariñé con una de ellas y le puse el nombre de ‘Paquita‘», apunta entre carcajadas. «También solía bañarme en una playa que durante el día parecía tranquila, pero al caer la noche… Se plagaba de caimanes. Hay gente que lo ve en National Geographic. Yo he tenido la suerte de vivirlo», apostilla para acto seguido realizar una recomendación: en caso de visitar el país, hay que sacudir bien las sábanas antes de dormir, por si «algún bicho ha venido a visitarte».
AMOR PERRUNO
Aunque la mayoría de momentos que pasó en plena selva fueron «divertidos», un acontecimiento marcó para siempre su estancia allí. Su perrita ‘Kira‘, a la que había adoptado recientemente, sufrió un accidente que acabó con su vida. «Estábamos jugando en el jardín de casa y, de pronto, a mis pies apareció una serpiente terciopelo. La mordió y no sobrevivió al veneno», lamenta.
Aquel suceso sembró en su corazón un nuevo deseo que no tardaría en germinar: anhelaba formarse como educadora canina. Así, se mudó a San José, la capital del país costarricense y, mientras estudiaba, trabajó como mesera en algún que otro local de la zona, paseadora de perros y vendiendo pizzas en la playa. Al poco tiempo, el instituto de etología y bienestar animal Fogaus contrató sus servicios. Y así comenzó una nueva aventura.
Su «amor perruno» le llevó a adoptar a ‘Coffe‘ y a ‘Bruno‘, que le acompañan allá a donde va. Y, junto a su profesor, pronto impartió el primer curso de educación canina «amable» de Costa Rica. «Uno de los problemas del país es que la mayoría de escuelas enseñan cosas que en España se enseñaban hace 40 años. España lleva mucha delantera respecto a la educación canina», explica justo antes de desgranar en qué consiste la metodología amable. Mientras los métodos tradicionales abogan por el uso de herramientas como collares de ahorque, este sistema se basa en comprender las emociones del perro: «Yo no uso educación a la fuerza y con miedo, eso es lo que me diferencia de otros educadores».
LA METODOLOGÍA AMABLE
El primer paso consiste en estudiar el entorno del animal. Si este presenta problemas de conducta, debe buscarse la causa que los provoca. Los paseos, la alimentación, los niveles de estrés, su manera de socializar… «También existen muchos casos en los que los perros son agresivos por problemas físicos, como un dolor de cadera. Hay que proporcionarle herramientas para que pueda gestionar los estímulos que le generan ese malestar», concreta.
Tras una década de experiencia en el sector, Tamara hace especial hincapié en la importancia de dar un «paseo de calidad». Lo más correcto es emplear un arnés en forma de H para que el movimiento articular no se vea limitado: «En cualquier caso, lo ideal es que la correa se maneje sin tensión». Además, la correa corta, que suele tener una longitud de metro y medio, debe utilizarse únicamente para perros con problemas de visión u otras patologías.
A pesar de vivir a miles de kilómetros de su ciudad natal, lo cierto es que lleva impregnada la esencia navarra. «Los navarros solemos usar el ‘ico’ para todo. Al llegar al Caribe, solía decirle a la gente eso de ‘¡qué majico eres!’. Y, al final, todo el mundo me acabó conociendo como la ‘Mágica’, pensando que el término venía de la palabra magia y que yo me llamaba así», concluye risueña mientras, a lo lejos, los ladridos de su perra parecen aplaudir su relato.
Esta entrevista forma parte de la Estrategia NEXT del Gobierno de Navarra.