Su historia comienza en pleno corazón de Artazu, a escasos cuatro kilómetros de Puente la Reina. Allí, en una encantadora casa de piedra, residían sus abuelos. Con el tiempo, Ainara Galdeano comprendería que aquel hogar, más allá de ser un refugio, se convertiría en su escuela de vida. «Las casas de pueblo siempre necesitan arreglillos. Desde muy pequeña empecé a trabajar con cemento y a lijar o pintar muebles para ayudar a mis abuelos. Nunca pensé que aquellas pequeñas chapuzas que hacía guardarían relación con mi actual trabajo», expresa segundos antes de mostrarnos su taller.
Nada más cruzar el umbral, nos encontramos con un rostro conocido. El famoso Caravinagre, tan aplaudido en los festejos navarros, nos contempla con su clásica cara de circunstancia, frunciendo el ceño en una expresión, ciertamente, algo avinagrada. Mientras nos aproximamos para admirar los detalles, unos zapatitos corretean a toda velocidad a nuestras espaldas. Una niña rubia de mirada brillante se coloca ilusionada un zaldiko. «Es mi hija Aiala, que hoy no ha ido al cole porque está un poco malita. Tiene cinco años. Se lo pasa fenomenal con sus hermanos, Aritz y Heren, y los cabezudos y kilikis que creamos en el taller, ¿verdad?», sonríe Ainara fundiéndose con su niña en un abrazo.
Ambas nos guían hacia la sala de creaciones, donde nos recibe una gran escultura de arcilla a medio terminar. Nuestra protagonista sujeta un spray relleno de agua y espolvorea unas cuantas gotas para humedecer el barro. «Primero, hago un modelado de arcilla, lo divido en varias partes y lo cubro de escayola. Cuando esta adquiere todos los detalles de la figura y puede ejercer como molde, pongo cartón piedra, lo mojo en una mezcla de agua y cola, y lo corto en trocitos para pegarlos en la estructura poco a poco», explica para acto seguido recalcar que el proceso finaliza lijando y pintando la pieza.

Nuestra protagonista crea sus figuras usando arcilla, escayola, cartón piedra y una mezcla de agua y cola.
Lo cierto es que Ainara nunca pensó que la artesanía podría pasar de ser un hobby a un oficio. De hecho, tras cursar el bachiller artístico en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, estudió el Grado Superior de Educación Infantil y, más tarde, amplió su formación con Trabajo Social en la Universidad Pública de Navarra (UPNA). Así, forjó su trayectoria profesional como profesora en una guardería de Pamplona, especialista de apoyo educativo en diferentes colegios, educadora social en pisos de menores tutelados y contable en administración de fincas. Pero, desde hace poco más de un año, decidió cambiar su «estilo de vida». Y entonces, emprendió un original negocio artesano: «Es mi pasión y una buena manera de conciliar la vida profesional con la familiar porque el taller está en mi casa. Ya he hecho casi diez cabezudos, algún zaldiko e incluso estoy creando un Baby Yoda. Además, quiero elaborar también artículos decorativos y restaurar muebles».
APICULTURA, VITICULTURA Y SANFERMINES
Nuestra protagonista se describe como una mujer «muy sanferminera». Tanto es así que nunca falla en la celebración de la ‘Escalerica’ y, mes a mes, prepara junto a sus hijos la cuenta atrás para anudarse el pañuelo rojo al cuello. «¿Y queréis saber otra curiosidad? Mi marido llevó la comparsa de Pamplona y bailaba con su zaldiko«, resalta risueña tras detenerse a pensar que, quizá, las fiestas de la capital navarra son de alguna manera el hilo conductor de su vida.

En verano, Ainara traspasa el taller al exterior de su casa para trabajar así con el sol entibiando su rostro. La terraza ofrece unas vistas espectaculares de la Merindad de Estella y, además, posee unas inquilinas muy especiales: «Tenemos tres gallinas, una por cada hijo». Risueña, alarga el brazo hacia el infinito y, a lo lejos, señala un terreno con viñas. «También hacemos vino con familiares y amigos, es una tradición de mis antepasados. ¡En esta casa nunca nos aburrimos!», apostilla para remarcar que, además, elabora miel y propóleo a raíz de sus propias colmenas. Preocupada mientras nos descubre otros rincones del taller, advierte de que la «vespa velutina», comúnmente conocida como avispa asiática, poco a poco está acabando con las abejas.

Ainara ha trabajado como profesora en una guardería, especialista de apoyo educativo, educadora social y en administración de fincas.
Además de la artesanía, la apicultura y la viticultura, ejerce como concejala del Ayuntamiento de Artazu. Allí, de hecho, se guardan allí dos zaldikos en cuya creación participaron todos los niños del pueblo. «He recibido encargos para cabezudos de vecinos Sangüesa y solicitudes de ayuntamientos, como de Beire, y también imparto talleres en colegios», apunta tras detallar que, como mínimo, elaborar un zaldiko conlleva unas veinte horas de trabajo.
Antes de dar fin a la visita, nos ofrece un café y un trozo de bizcocho, que la pequeña Aiala contempla con ojos golosos. Después de la mirada permisiva de su madre, prueba una porción y, de nuevo, se enfunda su zaldiko y continúa correteando por la casa. «La verdad es que cada taller de imaginería tiene su propio sello. Mi idea es hacer cabezudos tradicionales pero diferentes, por eso le puse el nombre de Atipika al negocio. ¿Os confieso algo? A mis 40 años, si algo tengo claro es que el valor de lo artesanal es incalculable», concluye.
@valores_top🎭 Ainara Galdeano, la artesana que da vida a cabezudos, «kilikis» y «zaldikos». Tras años compaginando su trabajo como profesora, trabajadora social y administradora de fincas, Ainara Galdeano decidió transformar su pasión en oficio y fundó #Atipika, un taller donde esculpe figuras tradicionales con su propio sello. 🛠️ Desde #Artazu, ya ha recibido encargos de municipios como #Sangüesa y #Beire, manteniendo viva esta tradición artesanal. 📲 ¿Quieres leer la entrevista completa? Link en la BIO.♬ Loving Machine – TV Girl