A estas alturas del siglo XXI, casi todos nos hemos comprado uno o varios teléfonos móviles. Tenemos una necesidad, comparamos dispositivos y precios y lo compramos. Aproximadamente a los pocos años el teléfono nos empezará a dar problemas, bien de espacio o bien de actualizaciones, por lo que tendremos que deshacernos del nuevo y comprar otro. El antiguo (que, a lo mejor, apenas tiene tres años) va, seguramente y en el mejor de los casos, a un punto verde. Todo ello sigue la lógica: producir, adquirir y deshechar; es decir, una economía lineal.
Veamos qué pasa en la naturaleza. Los árboles crecen, cuando llega el otoño sus ramas quedarán despobladas de hojas y frutos o semillas, que caerán al suelo. Las hojas servirán de abono y, las semillas, o bien prosperan o bien acaban como sus compañeras las hojas. El llamado “ciclo de vida” es circular.
Los humanos somos los únicos que hemos generado una economía lineal. El problema es que, según estadísticas del Instituto Ellen Macarthur, si el planeta consumiera lo que consume Estados Unidos, necesitaríamos ahora mismo cuatro planetas como la Tierra para poder almacenar tal cantidad de deshechos.
A priori, la economía circular no aboga por consumir menos, sino por revolucionar los sistemas de producción, utilización y desecho. La economía circular se basa en diversas ‘Rs’ a saber: Rediseñar, Reutilizar, Reparar y Reciclar.
Tal y como recoge el instituto francés de Economía Circular, ésta se basa en siete principios clave:
- el diseño ecológico para reducir al mínimo los impactos ambientales en el desarrollo de un producto
- ecología industrial mediante la optimización de recursos,
- economía funcional en la que se favorece el uso a la propiedad
- la reutilización (reémploi) de los productos de circuitos económicos que ya no satisfacen las necesidades de los consumidores primarios
- la reparación de los artículos que puedan encontrar una segunda vida
- la reutilización de componentes de un producto que pueden ser reparados o retirados y;
- el reciclaje, cuyo objetivo es volver a utilizar las materias primas a partir de los deshechos.
Los conceptos de la economía circular son, pues, horizontales. La apuesta de la Comisión por la economía circular es clave, puesto que la incorporación de este concepto en una propuesta conlleva, inevitablemente, un plus a la hora de posibilidades de financiación.
La Comisión Europea ha dispuesto para los próximos programas 650 millones de euros dirigidos a proyectos de economía circular, y prometen financiación flexible para inversiones en este tema (H2020, Life, SME Instrument, etc..). EASME tiene en su web (ver aquí) un apartado específico para la economía circular en la que podemos encontrar múltiples ejemplos de proyectos que han sido financiados. Por ejemplo, paneles de protección de ruido hechos de neumáticos reciclados entre otros muchos.
Para estar en primera línea hay que estar preparados. Por ejemplo, se acaba de constituir Circular Europe Network en la que participan, entre otros, socios europeos de la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria, AERESS. Es solo un ejemplo, existen múltiples redes y asociaciones europeas en este sentido como la European Network of Environmental Professionls o ACR+, entre otras.
Otros países, como Francia, han creado una agencia específica y dedican webs exclusivas a posibilidades de financiación de proyectos, información sobre redes en esta materia e información sobre agenda de eventos en Bruselas. Los tres son informaciones clave para poder disponer de los elementos necesarios para desarrollar estrategias y proyectos que puedan optar a financiación.
Entendemos que una buena información previa a los ciudadanos, las empresas y a los operarios es la primera clave para que exista una buena organización y que Navarra pueda convertirse en vanguardia de la economía circular.
Mikel Irujo Amezaga
Delegado del Gobierno de Navarra en Bruselas
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