La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote de Covid-19 como una pandemia el 11 de marzo de 2020. Tres años después, a falta de que se declare el final de esta emergencia de salud pública, persisten muchas incógnitas sobre un virus, el SARS-CoV-2, que ya ha infectado a 760,4 millones de personas en todo el mundo. Eso sí, varios estudios apuntan en una misma dirección: es capaz de propagarse más allá del sistema respiratorio e infectar otros órganos del cuerpo humano.
«Los profesionales sanitarios atestiguaron durante las primeras olas cómo este coronavirus afectaba también al sistema neurológico, digestivo o cardíaco de algunos pacientes. En aquel momento, no sabíamos por qué tenía cierta aversión por determinadas personas y se volvió prioritario investigar para ser capaces de predecir quiénes iban a tener más riesgo», explica la doctora Begoña López Salazar, investigadora en el Programa de Enfermedades Cardiovasculares que posee el Centro de Investigación de Medicina Aplicada (CIMA) y del Centro de Investigación Biomédica en Red Enfermedades Cardiovaculares (Cibercv).
Quienes deseen conocer más a fondo el proyecto pueden hacerlo a través de este enlace
Por eso, este grupo de investigación concibió un proyecto para profundizar en un ámbito concreto: el desarrollo de afecciones cardíacas tras la infección. Una labor que involucró también a los centros hospitalarios y clínicos asociados a la Universidad de Navarra y a Navarrabiomed.
La tercera ola de la pandemia, registrada entre enero y marzo de 2021, permitió a los médicos reclutar a pacientes hospitalizados por Covid-19 para este estudio. ¿Su objetivo? Identificar una serie de biomarcadores asociados al daño cardíaco en pacientes infectados por el coronavirus, así como sus implicaciones diagnósticas y pronósticas. De esta forma nació CESAR, una iniciativa coordinada por ADItech -a su vez agente coordinador del Sistema Navarro de I+D+i (SINAI)– y financiada por el Ejecutivo foral en la convocatoria de ayudas a centros tecnológicos y organismos de investigación para la realización de proyectos de I+D colaborativos.
Los biomarcadores son moléculas que se encuentran en la sangre y cuya presencia puede revelar una afección o una enfermedad. «En este sentido, funcionan como chivatos. Si determinamos cuáles están alterados en la sangre de pacientes Covid-19, podremos emplearlos para predecir el riesgo que un paciente tendrá de desarrollar una cardiopatía asociada a esta infección», añade López Salazar.
LA RECOGIDA DE DATOS
En primer lugar, los médicos del Hospital Universitario de Navarra (HUN) y de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) seleccionaron a pacientes que ingresaron en planta a causa de la infección por el coronavirus. Se excluyeron aquellos que se encontraban en una situación de dependencia por enfermedad cognitiva, de manera que el estudio logró reunir a «cerca de 180» personas. Los profesionales sanitarios realizaron a cada uno de ellos una anamnesis, un electrocardiograma, un ecocardiograma y una analítica, así como la toma de una muestra sanguínea que fue recogida por el biobanco de cada institución.
«Repetimos este procedimiento tres veces más: al mes, a los tres meses y a los nueve meses después de la infección. Así mismo, nos encargamos de recoger todos los datos asociados a la evolución del paciente, así como los datos clínicos asociados a la muestra. Fue un esfuerzo muy grande, teniendo en cuenta que estas labores no podían interferir con nuestra asistencia diaria. Pero ha valido mucho la pena», defiende la doctora Ana Abecia, cardióloga en la Unidad de Insuficiencia Cardíaca del HUN (Navarrabiomed).
Al mismo tiempo, los biobancos de cada una de las instituciones procesaron las muestras de sangre con el objetivo de homogeneizarlas y preservar la identidad de los participantes. Después de recoger la última tanda de muestras, el grupo de investigación del CIMA se dispuso a determinar todos los biomarcadores en sangre y analizar e interpretar toda la información obtenida.
LOS RESULTADOS
En primer lugar, CESAR ratificó que el perfil del paciente que ingresaba en el hospital a causa del Covid-19, era el observado por otros centros y en otros estudios. «El 84,4 % sufrían obesidad, el 44 % eran hipertensos, el 47,7 % fumaban y el 65,5 % eran varones», concreta Abecia. Así mismo, el estudio dio lugar a un diagnóstico accidental de una cardiopatía previa en el 15,5 % de los casos.
A juicio de la cardióloga, las cardiopatías más comunes desarrolladas tras la infección fueron el tromboembolismo pulmonar, la fibrilación auricular y la insuficiencia cardiaca. Así sucedió en «el 11,9 %» de los participantes. Al mismo tiempo, el grupo investigador constató que los pacientes que desarrollaron algún tipo de cardiopatía después del Covid-19 eran, «en su mayoría, pacientes sin enfermedades cardíacas previas».
Por su parte, en el análisis del CIMA se estudiaron específicamente aquellos biomarcadores asociados con la afectación del cardiomiocito, la célula contráctil del corazón, así como los relacionados con la matriz extracelular y la fibrosis miocárdica.
«Estudiamos unas 160 moléculas por cada muestra sanguínea recogida. Hemos encontrado que existen un grupo de moléculas alteradas en la sangre en los pacientes que desarrollan afectación cardíaca post-Covid-19, las cuales tienen una buena capacidad pronóstica para predecir el riesgo cardiovascular del paciente, independientemente de factores externos como la edad o la afección cardíaca previa», incide la investigadora del centro.
Así mismo, se observó que en «el 7,5 %» de los pacientes estudiados «existe una elevación mantenida en el tiempo» de dos biomarcadores asociados a daño. «Esto podría estar marcando un daño cardíaco precoz e incipiente. Pero, para poder comprobarlo, hace falta realizar el seguimiento de estos pacientes a más largo plazo y seguir dedicando esfuerzos a estudiar el posible daño cardíaco generado por este coronavirus«, concluye López Salazar.