Según un informe llevado a cabo por la empresa Mordor Intelligence, expertos en investigación de mercado y asesoría, el tamaño del mercado de materiales y fabricación aditiva se estimó en 78.930 millones de dólares en 2024, y se espera que alcance los 202.170 millones de dólares en 2029, creciendo a una tasa compuesta anual del 20,70 % durante el período previsto (2024-2029).
Así, podemos afirmar sin tapujos que la fabricación aditiva, comúnmente conocida como impresión 3D, está marcando una verdadera revolución en la producción del siglo XXI: lo que alguna vez fue considerado ciencia ficción hoy es una realidad que está transformando diversas industrias y aspectos de la vida cotidiana.
La historia de la impresión 3D se remonta a los años 80. En 1986, Charles Hull fundó 3D Systems y patentó la primera impresora 3D comercial, basada en la tecnología SLA (estereolitografía). Apartir de 1992, las primeras impresoras SLA llegaron al mercado y, en 2006, aparecieron las impresoras 3D de escritorio, lo que favoreció el acceso a esta tecnología para aficionados y pequeñas empresas. Un gran avance para el acceso a esta tecnología tuvo lugar en 2005, cuando Adrian Bowyer, profesor de la Universidad de Bath, lanzó una iniciativa de código abierto que permitió a los usuarios construir sus propias impresoras 3D de bajo costo. Este avance democratizó la tecnología, permitiendo a más personas explorar sus aplicaciones y trabajar con diversos materiales.
Sin embargo, sin duda el verdadero punto de inflexión llegó en 2010, cuando la expiración de patentes clave desató una explosión de innovación y una significativa reducción de costos.
Una de las primeras aplicaciones de la impresión 3D fue en el campo de la medicina, cuando los investigadores empezaron a utilizar la impresión 3D para crear recubrimientos sintéticos a partir de células del propio paciente. Este avance dio pie al desarrollo de tejidos personalizados, mejorando notablemente los tratamientos médicos y la calidad de vida de los pacientes de la época.
Desde entonces, las aplicaciones de la impresión 3D en la medicina han sido numerosas y variadas. Se han creado prótesis personalizadas, implantes médicos, modelos quirúrgicos, instrumentos quirúrgicos y dispositivos de rehabilitación y se ha avanzado en la bioimpresión.
Un caso ejemplar del impacto de la impresión 3D se dio durante la reciente pandemia del Covid-19. En España, esta tecnología jugó un papel crucial al permitir la rápida producción de protectores faciales, mascarillas y otros equipos de protección personal (EPP) en un momento de escasez global. Además, se fabricaron componentes para ventiladores mecánicos, esenciales para el tratamiento de pacientes graves.
No obstante, más allá del sector salud, la fabricación aditiva esconde un mundo fascinante de aplicaciones industriales. Desde piezas para aeronáutica y defensa, hasta diseños intrincados en joyería, alimentos personalizados y estructuras arquitectónicas innovadoras. En cada uno de estos campos, la impresión 3D se destaca como la tecnología más sostenible y viable, capaz de producir piezas con propiedades funcionales y operativas óptimas, abriendo un sinfín de posibilidades que apenas comenzamos a explorar.

Un ejemplo destacado es la revolución que trae la impresión 3D es la construcción. Esta tecnología permite edificar viviendas en un tiempo significativamente menor comparado con los métodos tradicionales, llegando a imprimir casas en tan solo 24 horas. Además, la impresión 3D puede reducir los costes de construcción hasta en un 60 %, gracias a la menor necesidad de mano de obra y la optimización del uso de materiales. En este sentido, genera menos residuos y puede utilizar materiales reciclados.
Y es que la tecnología de impresión 3D ha centrado su nicho en sectores de alto valor añadido debido a sus numerosas ventajas frente a las tecnologías tradicionales como el mecanizado o la inyección de plástico. Entre sus ventajas competitivas destacan la flexibilidad y la innovación en el diseño, la capacidad de crear productos personalizables, y la posibilidad de trabajar con materiales que no son factibles con otras tecnologías, así como con nuevos materiales sostenibles hechos a medida. Además, la impresión 3D apuesta por la reducción de desperdicios, utilizando solo el material necesario para producir cada pieza. Todos estos aspectos posicionan y benefician a esta tecnología frente a las tecnologías más tradicionales que sufren de una conservación de formas y rigideces en diseño y uso de materiales, personalización limitada, costes elevados en procesos de serie corta y accesibilidad debido a la infraestructura e instalaciones que requieren.
En la actualidad, podemos decir que la tecnología de impresión 3D ha alcanzado un notable nivel de madurez, permitiendo una integración más eficiente en los procesos productivos. Sin embargo, esto no se detiene. La evolución de esta tecnología tiene un futuro prometedor.
Es factible integrar la Inteligencia Artificial (IA), la concepción de objetos en 4D que cambian de forma o función con el tiempo, y la adecuación para el procesado de materiales avanzados con características ventajosas respecto a los existentes. Todo esto unido a la apuesta por la sostenibilidad y la economía circular con desperdicio cero y la bioimpresión, que siendo una aplicación pionera solo ha sido el comienzo.
Apostar por la impresión 3D es una apuesta segura, ya que abre nuevas oportunidades para la creación de productos innovadores, mejora la eficiencia en la producción y permite una mayor personalización para satisfacer las necesidades específicas de los clientes.
Desde la Asociación de la Industria Navarra (AIN) seguimos impulsando los avances en la impresión 3D, tanto en el sector médico como en la transformación de la manufactura en los mercados de consumo. Promovemos la sostenibilidad mediante el desarrollo de materiales ecológicos y la integración de la impresión 3D con procesos tradicionales y nuevas tecnologías emergentes, tratando de atender las necesidades demandadas por la sociedad actual y haciendo frente a los retos tecnológicos que están por venir.
Cristina Díaz
Responsable de Fabricación Aditiva en la Asociación de la Industria Navarra (AIN)