Apenas lleva un par de días en Pamplona. Desde que se mudó a Bruselas para ejercer como asistente en el Departamento de Seguridad y Gestión de Crisis del Consejo de la Unión Europea, percibe cada detalle de su ciudad natal como un «gran tesoro». Quizá por eso, móvil en mano, fotografía el quiosco de la plaza del Castillo con una ternura especial.
Le sorprende cómo el tiempo parece haberse detenido en ciertos recovecos, como si esperaran pacientemente su regreso. El olor a café recién hecho que escapa de la cafetería Iruña, las voces mezcladas de los transeúntes… Pasea por la calle Mercaderes, rumbo a la plaza de Los Burgos. Antiguamente, allí se alzaba los almacenes Unzu, donde su madre trabajó durante muchos años. Para María Crespo es inevitable sonreír al verse de niña serpenteando por las escaleras mecánicas que entonces adornaban la entrada del comercio. Aunque todo ha cambiado, algo en su esencia permanece intacto. Como si la memoria y el presente se dieran la mano justo en ese rincón, donde su corazón vuelve a latir al ritmo de casa.
De su padre heredó la inquietud por la cartografía. «Era muy montañero y vivíamos rodeados de mapas», rememora segundos antes de añadir que, tal vez precisamente por eso, se decantó por estudiar Geografía e Historia en la Universidad de Navarra. Durante aquellos años de formación, sucedió algo que más tarde se estudiaría en todos los colegios: la caída del muro de Berlín. «Era un momento geopolítico muy complejo y lo estábamos viviendo en directo», apostilla.
Algo que también marcó de alguna manera su trayectoria fue la «apuesta clara» que sus progenitores hicieron por los idiomas. Con apenas seis años, ya recibía clases particulares de francés. «De repente, mi madre nos subía a mí y a mis dos hermanos al coche y ponía rumbo a Francia para comprar queso y yogures. Desde pequeñitos aprendimos a comunicarnos en inglés y francés», sonríe.
APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES
Fue de las primeras estudiantes de la Universidad de Navarra que disfrutó de un Erasmus. Así aprendió a «aprovechar las oportunidades» que se le presentaban por el camino, y se marchó a Inglaterra, a la Cheltenham University. A su regreso, comenzó a forjar su trayectoria profesional.
Navarra Electrónica fue la primera compañía donde trabajó como administrativa. Más tarde, fichó por Industrias del Mueble Arco hasta que se unió a Concoex, empresa fundada por su padre y especializada en la distribución de material deportivo. «Recuerdo limpiar y poner etiquetas a tapices que luego se usaban para artes marciales, como el judo», expresa antes de narrar su aterrizaje en el Centro Europeo de Empresas e Innovación de Navarra (CEIN), donde permaneció casi seis años como especialista técnica y administrativa. Entonces, se planteó un nuevo reto.
«Tuve dos hijas y necesitaba dar un paso en cuanto a la conciliación familiar. Pensé que lo mejor era ejercer como funcionaria», explica para narrar brevemente su trayectoria en los departamentos de Salud y Vivienda del Gobierno de Navarra, el Instituto Navarro del Deporte y de la Actividad Física, y el Instituto Navarro de Administración Pública (INAP). Pero con la llegada de la pandemia, decidió dar otro giro a su carrera profesional.
SU LABOR EN EL CONSEJO DE LA UE
Se inscribió en una convocatoria y, en pocos meses, consiguió una plaza para trabajar en el Consejo de la Unión Europa como asistente en el Departamento de Seguridad y Gestión de Crisis. De ahí que solicitara una excedencia como funcionaria del Gobierno de Navarra para marcharse a Bruselas, donde lleva dos años.
El Consejo de la Unión Europea se reúne una vez al mes para realizar diferentes formaciones, a las que deben acudir los ministros de los veintisiete países. «Para que esa reunión se ejecute, antes se tienen que preparar los temas que van a tratar», aclara María al tiempo que hace hincapié en que esa es su principal labor. «Me encargo de producir documentos, agendas, actas… Doy soporte para que los ministros tengan el trabajo preparado, especialmente en asuntos que tienen que ver con defensa», apostilla.
En concreto, nuestra protagonista pertenece al Grupo de Consejeros de Relaciones Exteriores, creado a raíz de la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania. «La UE debe defenderse y, precisamente por eso, hay que destinar más recursos a la defensa. El miedo es libre y hay muchos países asustados, aunque yo soy optimista», valora tras puntualizar que en algunas naciones, como Alemania o Polonia, se está instalando de nuevo el servicio militar obligatorio.
«Es un momento geopolítico interesante. Cuando alguien hace el típico comentario de ‘las carreras de letras no sirven para nada’, resoplo. Estudié Geografía e Historia y mira en qué situación estamos actualmente. Todo conocimiento es útil», asegura a sus 55 años mientras se dirige a un lugar que, pase el tiempo que pase, siempre le transmitirá una cálida sensación de hogar: el Café Iruña. Se acerca a la barra y pide un cortado. Mientras espera, reflexiona sobre todo lo aprendido. Cada detalle del pasado resuena en el presente: «Al final, comprender de dónde venimos es también una forma de cuidar hacia dónde vamos».