Miguel Guerendiain, jefe de tráfico de La Villavesa en los años 60, contactó con los responsables de los Grandes Viveros del Faro de Fuenterrabía, empresa que se estaba montando entonces, porque buscaban un representante para Pamplona. Durante algún tiempo compaginó ambas actividades, hasta que en 1972 abrió con su esposa, Alicia Apesteguía, una pescadería en el número 36 de la calle Tafalla y dejó la empresa de autobuses. Distribuían el pescado de los viveros y el que traían desde las lonjas no solo entre los pescateros de la ciudad: abastecían a prácticamente todos los restaurantes y hoteles, así como a la cocina del entonces llamado Hospital de Navarra.
El negocio creció tanto que requirió la incorporación paulatina de los cinco hijos del matrimonio: Patxi, Ramón, Miguel, Eduardo y Raúl. La clientela tenía que esperar su turno en una cola que incluso salía hasta la calle para comprar pescados y mariscos, siempre frescos. “Casi no teníamos competencia”, indica a Navarra Capital Ramón, quien señala que todos los hermanos llegaban a la pescadería conforme iban terminando los estudios primarios.
El éxito animó a los Guerendiain a abrir otro establecimiento cinco años después en la avenida de Pío XII, que iba dejando de ser una carretera mal pavimentada para transformarse en el eje de una cotizada zona residencial. Pero no fue esa la única razón por la que eligieron ese emplazamiento. “Es que mi padre tenía cariño a ese barrio porque vivió cerca, en un chalé de Iturrama Nuevo que construyó el abuelo cuando volvió de Argentina”, detalla Ramón. Además, contaban con un puesto en el centro de distribución para profesionales del sector de la alimentación Mercairuña desde su apertura. Allí recibían el pescado y marisco que compraban en fresco en las lonjas y que, además de abastecer a las dos pescaderías, también vendían a minoristas de Pamplona.
Alicia Apesteguía se hizo cargo del local de Pío XII y los hermanos iban rotando por las establecimientos y Mercairuña según las necesidades, además de conducir los vehículos donde transportaban el pescado. En ambas tiendas instalaron grandes peceras donde mantenían vivos mariscos como langostas, centollos y ostras, que hasta hace pocos años se vendían habitualmente.
“Me temo que, cuando nos hayamos jubilado todos los de mi generación, bajará la persiana la mitad del comercio de Pamplona”
Fueron años de prosperidad, los compradores seguían acudiendo y en fechas señaladas, como Navidad, las ventas eran espectaculares, incluida una cantidad de kilos de angulas que hoy resulta impensable. “La gente gastaba mucho en comer. Como las madres solían estar en casa, se ocupaban de la compra de los alimentos”, reflexiona Ramón, que durante los últimos veinticinco años ha sido el responsable del establecimiento de Pío XII.
El negocio marchaba muy bien, pero a costa de unas agotadoras jornadas de trabajo que comenzaban a las dos de la madrugada y acababan “a las tantas” en el caso de la calle Tafalla, y sobre las 15:00 horas en la segunda pescadería, que no abría por las tardes. “No tuve no un día de vacaciones hasta que me casé. Mi mujer decía que era madre soltera”, evoca Ramón.
LA JUBILACIÓN
Tras la jubilación de los padres, fueron los hermanos los que asumieron la gestión del negocio. El paso de los años trajo cambios, alguno de los hermanos también se jubiló, otro abrió su propia pescadería, un tercero cambió de actividad… A su vez, la empresa familiar se dividió, Ramón continuó al frente de la pescadería de Pío XII, que pasó a llamarse Pescados Guerenpez, y Raúl, que se asoció con uno de los empleados para seguir adelante con la de la calle Tafalla, cerró su tienda el 11 de septiembre de 2021, cuando el establecimiento estaba a punto de cumplir cincuenta años.
Ahora le toca el turno a Guerenpez porque a su titular le ha llegado la hora de la jubilación y no ha encontrado a nadie que quiera relevarle en la tienda. “Hoy nadie quiere un trabajo tan sacrificado, prefiere ocupaciones que no requieran tanto esfuerzo. Me temo que, cuando nos hayamos jubilado todos los de mi generación, bajará la persiana la mitad del comercio de Pamplona”, vaticina entristecido Ramón. “Me da pena dejarlo porque me gustaba mi trabajo… pero algún día tenía que ser”. Ese día ha llegado. Este sábado, 24 de febrero, cerrará la verja de su local para no volverla a abrir.
“No tuve ni un día de vacaciones hasta que me casé. Mi mujer decía que era madre soltera”
Ahora, al mirar hacia atrás y desde la experiencia de sus aproximadamente cincuenta años tras el mostrador, indica que la pescadería ha cambiado poco. No se presta a la venta online y sus clientes prefieren ver el género in situ: “Sí hay más gente que te hace encargos por WhatsApp o teléfono, pero lo demás es como se ha venido haciendo siempre”.
Recuerda también los buenos tiempos “que no van a volver” porque es muy difícil luchar contra las grandes superficies y también porque han cambiado los hábitos sociales y de consumo. “Los jóvenes prefieren no cocinar”, atestigua. Además, niega que el alza de los precios del pescado y los mariscos haya sido determinante en el descenso de las ventas, ya que “proporcionalmente no se han encarecido tanto como otros alimentos”.
Ramón lamenta la sobreexplotación piscícola, que hace que la variedad de especies y la cantidad que se puede consumir sea cada vez menor. La acuicultura viene a suplir en parte la ausencia de algunos pescados que antes procedían de la pesca, cuyas capturas se han visto reducidas también por la imposición de cuotas. “Entre una cosa y otra, nos lo han ido poniendo cada vez más difícil. Antes apenas teníamos que importar, nos abastecíamos en Pasajes, Fuenterrabía o San Juan de Luz, pero últimamente tenemos que traer pescado de Escocia, Holanda…”
Aún quedará un Guerendiain al frente de una pescadería, Miguel, cuyo establecimiento se encuentra en el barrio de Iturrama. Pero por poco tiempo, en un par de años alcanzará la jubilación y la saga que durante décadas lideró el sector pescatero de Pamplona dirá adiós definitivamente. Las despedidas nunca son alegres, pero Ramón lo relativiza insistiendo en que “algún día tenía que ser”, y tiene claro que no va a aburrirse a partir del sábado: “Tengo muchas cosas para hacer. Soy muy curioso, me gusta aprender y la historia me encanta”.