Al sol de julio, Pamplona tiñe sus calles de blanco y rojo. Mires donde mires, cuadrillas de jóvenes y mayores pasean de aquí a allá, orgullosos de portar su pañuelico bien anudado al cuello. Entre abrazos y risas, la gran mayoría de ellos disfruta de un tardeo por el corazón de la ciudad. Este año, parece que precisamente esa es la tendencia, pues las noches han perdido algunos fans por el camino. Txarangas, algún que otro vermú, saludar a conocidos (y desconocidos) a su paso por los bares… Lo cierto es que la forma de salir está cambiando. Y a esta moda, que empezó a ganar peso en la pandemia, también se suman los sanfermineros.
En la Estafeta, mientras suena la conocida “Mi gran noche” de Raphael en uno de los bares, cuatro chavales bailan entre carcajadas. “¡Cómo echaba de menos esto, tío!”, exclama uno de ellos al tiempo que da un par de saltos al son de la melodía. Cerveza en mano, alarga la mirada y sonríe (todavía más) al contemplar la infinita marea roja y blanca que inunda la ciudad. Su nombre es Xabi García, tiene 25 años y el tardeo durante los Sanfermines es su “plan favorito del mundo”. ¿Por qué? La respuesta la tiene clara, no tarda demasiado en contestar: “Es mucho más agradable estar por la calle a la luz del día. No hay tanto borracho y hay muy buen rollo. Te haces amigo de todo el mundo”.
Pocos metros más allá, un grupo de chicas camina en cadena, agarrándose unas a otras de la mano. Entre el feliz caos, tratan de esquivar codazos y pisotones para poner rumbo a la plaza de toros. Pero por el camino se entretienen y, casi sin darse cuenta, chocan conmigo. Mientras entonan un “perdón”, consulto sus planes para estos Sanfermines. Originarias de Santander, este es el tercer año que pisan las calles de Pamplona durante las fiestas de la ciudad. “Vinimos una vez simplemente por probar. Nos lo pasamos genial y desde entonces siempre reservamos estas fechas”, relata Ana Bellido, de 28 años. Tras sus palabras, su amiga Beatriz López aclara que, desde hace un tiempo, todas ellas prefieren el tardeo antes que la noche: “Nosotras no somos de salir hasta las seis de la mañana. Preferimos salir de casa sobre las 14:00, comer un bocadillo en cualquier lado, ir por la calle con nuestra bebida y volver relativamente pronto, sobre las 03:00. Ahora vamos a la salida de las peñas. ¿Te vienes?”.
“Por las tardes es cuando más gente hay. Pamplona cada vez tiene más tardeo y menos noche”
Así, me uno a la cadena de mis nuevas amigas y, en fila, sin soltarnos la mano, abandonamos la Estafeta. Mientras esperamos el retumbar de tambores, platos y trombones, observo el entorno. Jóvenes y mayores desean algo de beber. Con la mirada, buscan el local que parezca menos lleno pero, nada más entrar, asumen que no será fácil conseguir una copa sin tener que esperar un buen rato. Hasta que, de pronto, fijan la atención en un pequeño puesto situado en la calle, con un cartel que señala su nombre: La Terraza del Labrit. Tras la barra, un camarero prepara kalimotxos a toda velocidad. “Es una locura, por las tardes es cuando más gente hay. Pamplona cada vez tiene más tardeo y menos noche. Yo lo achaco a la pandemia, porque a raíz del Covid-19, con el toque de queda, se empezaron a poner más de moda los planes de salir a la tarde”, declara Ignacio a Navarra Capital.
UNA TENDENCIA AL ALZA
Sin embargo, Nacho Calvo, secretario general de la Asociación de Hostelería y Turismo de Navarra (AEHN), asegura que el auge del tardeo viene de antes y que, desde luego, no es una novedad de estos Sanfermines. “La noche ha perdido mucho, pero no solo en Pamplona, en toda España. Antes de la pandemia ya se empezó a poner de moda salir a las tardes, y ahora se ha consolidado todavía más”, concreta para acto seguido añadir que esta nueva realidad se refleja en un descenso en las reservas de las cenas. “El encierro, el vermú, la comida, los toros… Cuando llegas a la cena, no te apetece más, estás un poco saturado”, apostilla.
Casi sin darnos cuenta, el reloj marca las 22:50 horas. Una gran ría blanca y roja pone rumbo a la estación de autobuses. Los fuegos artificiales son otro de los espectáculos favoritos de jóvenes y mayores. “El ambiente de los fuegos es guay porque hay tanto familias con niños como gente de nuestra edad. Es un plan diferente. Cuando se acaban, vuelves a la fiesta con la sensación de haber visto un show“, detallan Sofía Filgueira, Celia Martín y Marta Paz, de 23 años, después de contemplar el estallido de colores en el cielo y prepararse para regresar al Casco Viejo.
“La noche ha perdido mucho, pero no solo en Pamplona. Antes de la pandemia ya se puso de moda salir a las tardes, y ahora se ha consolidado”
00:30. En la calle San Nicolás, Patxi y Unai, de 57 y 54 años, dan un último sorbo a su copa y buscan un cubo de basura. Tras toda la tarde bebiendo y cantando, han decidido que es hora de marcharse a casa. “Salir antes y retirarse antes hace que mañana no tengas resaca y aproveches más el día. Nosotros llevamos haciéndolo años, y también la gente de nuestro entorno”, detallan.
Un poco más allá, en El Tinglado, tres jóvenes andaluzas que residen en Zaragoza bailan reguetón mientras entablan conversaciones con gente de aquí y de allá. Laura Arjona, María Rubiales y Alba López, con una mezcla de cansancio y entusiasmo, apuntan que han llegado a las 08:00 horas en tren: “Nos iremos mañana a mediodía. Nos ha costado 3 euros el viaje. No sabemos muy bien a dónde ir. ¿Qué nos recomiendas?”. Antes de que pueda responder, un muchacho alto, de nombre Héctor, se une a la conversación. “En la Estafeta es donde mejor se está, os lo vais a pasar bien. Yo corro el encierro en ese tramo en unas horas”, revela. Después de cantar a pleno pulmón varias canciones, reconoce que él aguanta el tardeo y la noche “todo seguido, sin problema”. “Algunos chavales se han vuelto un poco flojos. ¡Estamos en San Fermín y hay que vivirlo al máximo!”, proclama.
En Navarrería, un corrillo de gente capta mi atención. “¡Eh, eh, eh, eh!”, gritan con los brazos en alto. Tras la multitud, Carla Bardají y Joao Fitas, de 21 y 25 años, “construyen” una enorme torre de vasos verdes reutilizables. “El año pasado te daban un euro por cada vaso que devolvías. Al principio hemos empezado por ese motivo, pero eso ya no se hace. También queríamos limpiar un poco la calle, la gente ha apoyado la idea de colocar unos vasos encima de otros, y ya hemos recolectado 125”, afirman. Alegres, ambos también asumen que “la tarde es mucho más divertida que la noche”. Me despido de ellos, algo engullida por la marabunta, no sin antes compartirles una sonrisa y colocar mi vaso vacío en la cima.