Las bolsas tiemblan cada vez que algo inesperado ocurre. El dinero es más amigo de la tranquilidad que de los sobresaltos. Por eso, el sí en el referéndum sobre el Brexit cayó como un jarro de agua fría en la City londinense.
En algo más de dos kilómetros cuadrados atestados de rascacielos se concentra la mayor riqueza de Reino Unido. Alrededor del 12% de su PIB se gesta en estas oficinas, donde trabaja un millón de personas y cientos de bancos, brokers, gestoras de fondos, aseguradoras y agencias de rating venidos de todo el mundo hacen sus negocios, junto con los mercados de futuros, materias primas o metales preciosos.
En la City cada día se hacen negocios por alrededor de dos billones de euros, con ‘b’. Y se gestionan, por ejemplo, el 70% de los productos financieros derivados de tipos de interés dominados en euros.
En la City cada día se hacen negocios por 2 billones de euros
Allí están asentadas entidades de todo el mundo, desde Estados Unidos, Japón o China hasta Ghana, Malasia o Bermudas. Y todo, según explica Oriol Carreras, miembro del servicio de estudios CaixaBank Research, por el denominado “pasaporte financiero”. “Estas entidades, al instalarse en Reino Unido, pueden operar en toda la Unión Europea”. Es la puerta de entrada a un mercado mucho más amplio. Y es precisamente esa ventaja la que ahora está en la cuerda floja, en la medida en que el Brexit se haga realidad.
“Ese pasaporte es lo que más preocupa, porque se puede perder con la salida de Reino Unido de la UE. Y eso implicaría que muchas entidades deban tener dos sedes centrales en Europa, una allí y otra en el continente, lo que disminuiría el atractivo de Londres para las operaciones en la UE y, por tanto, también afectaría a su competitividad”, argumenta.
¿Dónde ubicar la nueva City europea?
En el momento en el que Theresa May activó el artículo 50 del Tratado de Lisboa para salir de la UE, una decena de entidades financieras de gran peso anunciaron su intención de dejar Londres. Fueron, entre otras, JPMorgan, Goldman Sachs, HSBC, Lloyds y UBS. Lo que no está claro, todavía, es a dónde irían.
“Hoy en día no existe en la UE ninguna ciudad capaz de ejercer el roll de la City”, confiesa Carreras. Sin embargo, rompe una lanza a favor de Frankfurt. “Se ha hablado de Dublín, pero implicaría mucho riesgo para el país, porque una City de esa envergadura movería muchas más veces su PIB. También París podría atraer parte de ese sector financiero. Pero yo creo que el candidato más fiable es Frankuft, donde además está la entidad reguladora europea. Pero tampoco ahora mismo tiene la capacidad para ser la City y crearla de golpe es complicado”, insiste.
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Lo que está claro, a tener de los expertos, es que Reino Unido va a salir perdiendo en este caso. Así lo cree Joseba Madariaga, responsable de estudios económicos de Laboral Kutxa: “Desde luego, la parte negativa de todo este proceso recaerá en Reino Unido, no tanto en el resto de países europeos. El Brexit alterará el flujo de bienes y servicios, aunque todavía no sabemos en qué medida ni cómo quedará. Por ello, muchas entidades financieras se trasladen a otras plazas en las que ofrecer esos mismos servicios”.
“Quizás al principio los cambios de sede sean algo más cosmético, pero a la larga, le va a pesar a Londres. La City perderá competitividad”, añadía Carreras, de CaixaBank Research. Ambos consideran que los efectos para España serán más medidos.
En primer lugar, porque la exposición de las entidades financieras al mercado inglés es menor. Ni CaixaBank ni Laboral Kutxa tienen operativa en Reino Unido, como tampoco sus clientes. “No nos afecta directamente. Nuestro negocio es terriblemente interno”, resalta Madariaga. “No forma parte de nuestro core”, destaca Carreras, para quien entre las firmas españolas, Santander “es la que más expuesta está”.
“La City perderá competitividad”, afirman diversos responsables de entidades financieras navarras
Más costes financieros
Aun así, las consecuencias se dejarán notar de una u otra forma. Para Oriol Contreras, lo más destacable sería un encarecimiento de los “costes financieros”.
“Hay mucha operativa de bolsa que se opera desde Londres. Lo habitual entre quienes quiere comprar y quienes quieren vender es que haya un intermediario, que agrupa todas las compras para luego revenderlas y así minimiza los riesgos de impagos, por ejemplo. Eso disminuye costes de transacciones, operativas y tipos de interés”, explica Oriol Carreras.
“Pero, si Reino Unido sale de la UE y el Banco Central Europeo pide que esto se realice bajo su paraguas, realizando una partición de mercados, estás disminuyendo la capacidad de estos intermediarios a diversificar riesgos y puede encarecer la operativa”, argumenta, no sin evitar reconocer que son mercados “obtusos y difíciles de comprender”.
“Las exportaciones tienen un peso importante en el PIB foral y el Brexit puede afectar a las empresas”
Sin embargo, para Joseba Madariaga, los efectos negativos para España en general, y Navarra en particular, irían más por la vía de los ingresos, en aspectos como las exportaciones, las inversiones o el turismo.
“No creo que tenga grandes costes financieros. No tienen por qué encarecerse los productos o perder rentabilidad si solamente se trasladan las entidades de una plaza a otra. Eso no debería encarecer los servicios. Sin embargo, los ingresos sí que se pueden ver afectados. Navarra es una comunidad tremendamente abierta. Las exportaciones tienen un peso importante en el PIB y el Brexit puede afectarles directa e indirectamente. Habrá que ver cómo quedan las relaciones comerciales entre Reino Unido y la UE tras su salida”, explica.
También las inversiones son otro aspecto que habrá que analizar. “Sin duda, el flujo de inversiones que puedan venir de Reino Unido hacia aquí y las que pudieran dirigirse hacia las islas británica, se va a ver alterado, pero no sabemos estimar todavía en qué medida”. Ante este panorama, lo único claro es que el Brexit ha generado mucha incertidumbre.
“Afecta a empresas y agentes económicos por igual y paraliza. Los que están ya en Londres han parado las inversiones en el exterior, y los que quieren realizarlas en suelo británico también, porque no saben cómo van a quedar las cosas. El escenario ahora es complejo”.
Más allá de estos primeros síntomas que se puedan apreciar, como la depreciación de la libra y el frenazo en las inversiones, los mayores cambios se producirán el 30 de marzo de 2019. Ahí se verá si los costes aumentan, si los ingresos bajan, si Reino Unido coge aire tras este varapalo y si el resto de Europa aguanta la salida de uno de sus socios económicos más potentes.