Decenas de lápidas brotan de la tierra. La habitual lluvia que riega el terreno y el cielo encapotado, que lo cubre todo con su manto gris, hacen de esta una estampa, quizá, un tanto lúgubre. No es una escena de una película de terror, tranquilo. De hecho, ni se trata de una película, ni provoca terror. Lee con mucha atención. Bienvenido al cementerio de Etxalar.
Al pasear por la zona, lo primero que llama la atención son las construcciones pintorescas del entorno, cuyos colores se complementan con el verde brillante de los montes que las rodean. Enseguida, el recorrido nos guía hasta la Iglesia de la Asunción, que se alza majestuosa ante la mirada amable de vecinos y turistas. Hasta el siglo XIX, el cementerio del pueblo se situaba en la entrada principal de la iglesia. En el jardín de esta, sobre las tumbas de los fallecidos, se clavaban en el suelo unos monumentos funerarios que recibían el nombre de «estelas discoidales». Antiguamente, se creía que estos elementos de forma circular actuaban a modo de señal, pues los vivos anhelaban que el recuerdo de los muertos perdurase en el tiempo.

Hasta el siglo XIX, el cementerio del Etxalar se situaba en la entrada principal de la Iglesia de La Asunción.
Hoy pueden verse unas cien estelas discoidales en Etxalar, en el exterior de su iglesia. Cuenta la leyenda que, cuando el almacén de la capilla se vio envuelto en unas obras para su remodelación, se descubrieron estos monumentos funerarios en su interior. Repartidas entre el cementerio antiguo y el actual, dan la bienvenida a todo aquel que desee indagar sobre las infinitas historias que esconden sus piedras. En concreto, estas estelas funerarias tienen forma de disco encarado hacia el sol. Sobre ellas se grababan símbolos paganos como rosetas hexagonales o flores de la vida, aunque también poseen representaciones cristianas. Estas piezas se pueden encontrar en algunas zonas de Europa Occidental, Rusia e incluso Oriente Medio, y eran comunes en los fosos medievales de la comarca de la Matarraña (Teruel) y en el País Vasco francés, donde se conocen con el nombre de «hilarri» y es frecuente la presencia de lauburus.

Antiguamente, se creía que las estelas discoidales actuaban como «señal», para que el recuerdo de los muertos perdurase.
Un halo de misterio también inunda el Palacio de Gaztelua, edificado en la lejana Edad Media. Si escuchas en silencio y te concentras, quizá seas capaz de imaginar los disparos de viejas armas que en su momento utilizaron los soldados desde la torre de defensa.
A estas alturas ya debes haber confirmado que, efectivamente, Etxalar es capaz de hechizar a sus visitantes. Los enigmas intrigantes que habitan en el cementerio también están presentes en la ermita de Santa Cruz. Construida durante el siglo XVI, su interior acoge una imagen de Jesucristo fechada en el XVII. En el jardín exterior, repleto de cruces de épocas muy variadas, todavía resuenan los ecos de leyendas pasadas. Los rumores cuentan que, antiguamente, las brujas de la zona celebraban allí sus akelarres.