¿Existe un entrelazamiento cuántico entre los coronavirus y las naves espaciales Voyager? Hace treinta años, Voyager-1 hizo un selfi colectivo icónico, que contenía un mensaje de humildad. Desde seis mil millones de kilómetros, retrató la tierra como una mota de polvo azul pálido, suspendida en un rayo de luz en la inmensidad del universo. La nave espacial transporta información confinada en una cápsula de tiempo con imágenes y sonidos de seres vivos y lleva también inscrito, en un disco de oro, un mensaje de esperanza concebido por Carl Sagan, informando que aquí y ahora hay vida inteligente.
En 2003, la OMS identificó el riesgo del coronavirus SARS-CoV-1 y la NASA anunció que Voyager-1 estaba abandonando la heliosfera, aunque realmente lo hizo en 2013. Ese mismo año, despegaron hacia el premio Nobel Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, publicando en Nature ‘Reescribiendo un genoma’.
2013 fue también un año importante para combatir el coronavirus con nuestro sistema de salud. Se puso en marcha el Laboratorio Unificado de Navarra (LUNA); se apostó por la seguridad clínica, con el Sistema Nacional de Notificación y Aprendizaje para la Seguridad del Paciente (SiNASP); se inició el proceso de adquisición de equipamiento y sistemas de información clínicos para poner en marcha las UCI que hoy están operativas; y se dio el impulso definitivo para crear el Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA), integrado en nuestro sistema navarro de innovación (SINAI) y que lidera proyectos estratégicos como NAGEN, con los que Navarra está en la vanguardia europea en la utilización de datos genómicos para la medicina personalizada de precisión.
Voyager-2 llegaba al espacio interestelar con nuestras voces el año pasado. Sincrónicamente, el coronavirus SARS-CoV-2 emergía en la tierra apelando a toda la humanidad con un mensaje de la naturaleza que debemos interpretar glocalmente. Ambos almacenan unos treinta mil elementos de información: los ingenios espaciales, en memorias electrónicas de dieciséis y dieciocho bits; las cápsulas biológicas, en moléculas de ARN con bases nitrogenadas de doce a dieciséis átomos. Aunque en su camino hacia la inmensidad del espacio las naves Voyager ya están muy lejos de nosotros, los datos de sus instrumentos nos siguen llegando fielmente. Seguimos conectados emocional y físicamente, y podemos continuar asombrándonos con el infinito y lo infinitesimal. Es más, uniendo las moléculas nanoscópicas de ADN de todas las células de un solo ser humano, conseguiríamos una molécula de dimensiones astronómicas capaz de alcanzar cada Voyager y volver a la tierra.
Para conmemorar 2020, varios medios de comunicación han creado cápsulas de tiempo, con imágenes, sonidos y datos de todo el año. Y, por primera vez, los mensajes digitales se han confinado en moléculas de ADN para que perduren miles de años. Leer y escribir bits de información en átomos de moléculas biológicas es una nueva tecnología exponencial. Para acelerarla, acaba de nacer la alianza de almacenamiento de datos en ADN, liderada por Illumina, Twist y Microsoft, de modo que en pocos años podremos almacenar eternamente y gratis una cantidad ilimitada de datos en volúmenes microscópicos.
“En la era digital, la inteligencia colectiva de la ciudadanía debería poder gobernar con transparencia nuestros sistemas de educación, justicia y salud, transformándolos disruptivamente”.
Navarra celebrará el fin de año confinada. Esta decisión política pretende proteger nuestra salud biofísica. Sin embargo, puede tener un impacto negativo en nuestra salud mental y emocional. En la era digital, la inteligencia colectiva de la ciudadanía debería poder gobernar con transparencia nuestros sistemas de educación, justicia y salud, transformándolos disruptivamente. Es imprescindible respetar derechos y libertades individuales, cuidando el planeta y las múltiples dimensiones de nuestra salud individual y colectiva. La pandemia está confirmando que los sistemas públicos de salud deben estar integrados globalmente, garantizando localmente su seguridad, efectividad, puntualidad, equidad, eficiencia y humanidad. Es urgente priorizar la prevención y la promoción de la salud, recalcando la importancia de la alimentación, el ambiente y la justicia social.
En este año internacional de la enfermería, Naciones Unidas ha declarado el 27 de diciembre como el ‘Día internacional de la preparación para epidemias’. La fecha señala también un hito histórico: por primera vez, los ciudadanos en Europa han empezado a recibir una vacuna que encapsula un mensaje biológico para que nuestras células fabriquen partes inocuas del virus, entrenando al sistema inmunológico. Ese día celebramos el cumpleaños de uno de los padres de la microbiología moderna, Luis Pasteur, y a partir de ahora recordaremos cada año que, a pesar de todas las recomendaciones, no estábamos preparados para prevenir ni afrontar una pandemia como la de la enfermedad Covid-19. En 2020, el sistema de salud pública y el mercado fallaron a un sistema público de salud que hace tiempo necesitaba acelerar su transformación.
Programar células vivas para que almacenen o trasformen información, energía y materia es un nuevo superpoder de la humanidad, que implica una gran responsabilidad. La biología sintética está emergiendo con la convergencia de la biotecnología con las ciencias de datos y la ingeniería, y Navarra puede aprovechar esta oportunidad con los fondos Next Generation EU y Horizon Europe, impulsando conversaciones y acciones que hagan posible la innovación para el bien común y el reparto con justicia de la riqueza que las personas empoderadas con capacidades STEAM pueden generar cooperando éticamente. Confinado en este acrónimo hay también un mensaje de esperanza que nos invita a ser humanos, desarrollar nuestra imaginación colectiva y soñar. Porque, con las mismas letras, también puede escribirse AMETS.
Juanjo Rubio
Ingeniero biomédico y gerente de la Asociación Unidad de Innovación Social de Navarra