Pues sí, aquí estoy nuevamente reflexionando acerca de experiencias vividas, es cierto que a veces puede parecer más difícil escribir sobre uno mismo, «desnudarse», pero a mí me resulta más cómodo escribir sobre vivencias y experiencias reales, que sobre mundos virtuales.
El caso es que no sé a qué se debe, pero quizá estar cercano a las fechas finales de este tumultuoso año, hacen que me encuentre más reflexivo de lo habitual, haciendo el típico repaso a las cosas que he hecho bien (alguna ha habido, creanme), y a las que no han sido tan acertadas (alguna más de las que me gustaría…)
Pero ahí están, las buenas y las malas, todas nos han acompañado en este año y si me permiten, voy a centrarme en las primeras, en las que más orgulloso me siento y que creo más me han ayudado. No busco con ello dar ninguna lección, simplemente pienso que es más fácil contagiarse de acciones y consejos positivos, por lo que si de algo les sirve, será un placer para mí.
Creo que no soy el único que hoy en día tiene la sensación de tener un exceso de inputs, factores externos, que le intentan influir en su vida, ahí están los anuncios televisivos, las interminables tertulias políticas, los comentarios en redes sociales, pero no quiero centrarme tanto en estos factores «lejanos», me gustaría que cada uno pensáramos en nuestro “círculo de confianza”, en las personas que nos influyen y están muy cercanas a nosotros, lo que podríamos denominar contactos de grado 1 (familiares, amigos, compañeros de trabajo, vamos, los que cada uno de vosotros tenéis en vuestra agenda del móvil).
Cuántas de esas personas os influyen de verdad y en cuantas de esas confiáis con los ojos cerrados, que gran pregunta, ¿verdad?. Estoy seguro que si hacéis ese ejercicio, todas las personas que incluyáis dentro de ese selecto grupo tendrán un denominador común, serán personas SINCERAS, personas que no necesitaran mostraros otra cara diferente, personas que siempre os darán el consejo desde su corazón, sin pensar en como eso les puede afectar a ellos, solo pensaran en ti y en lo que consideran mejor para tus intereses, eso es lo que yo denomino mi «archipiélago de sinceridad». Esas pequeñas islas, que como islas que son, son individuos diferenciados, pero que en tu fuero interno forman un conjunto, un archipiélago.
Permitidme que os invite a hacer un ejercicio, repasad vuestra agenda y pensad cuántos de ellos entrarían en vuestro archipiélago de sinceridad, haceros vuestro mapa con esas islitas y tendréis diseñado vuestro «viaje» particular, coged de vez en cuando un ferry e ir a visitar esa isla, aprovechar para preguntarle por las cosas importantes, tomaros la molestia de desplazaros y seguro que no os arrepentiréis, ya que encontrareis respuestas sinceras a preguntas vitales, y eso, lo sabéis igual que yo, no se paga con dinero.
Las personas sinceras no lo dicen, lo demuestran, son consecuentes y siempre están ahí. Que pocas veces nos equivocamos cuando depositamos nuestra confianza en una persona sincera.
Por todo esto, quiero aprovechar este medio para agradecer a mi archipiélago de sinceridad, lo mucho que me han ayudado en este año, lo fácil que han hecho esta travesía y lo afortunado que me siento de tenerlos a mi lado. En unos días volveré a visitaros, ya he sacado billetes.
Jose Antonio Ascarza, socio Oniria Consulting