jueves, 12 diciembre 2024

amaya-erro-navarracapitalEn mi post anterior, publicado hace unas cuantas semanas, relataba las “andanzas” de un proyecto colectivo que iniciamos hace algo más de un año: la Asociación Kratos, de pensamiento crítico. Me considero, por tanto, una convencida de la fortaleza que la participación colectiva tiene en un proyecto. Y si ese proyecto es un proyecto empresarial, creo que la colaboración de un numeroso grupo de personas puede implicar grandes logros.

En el último año, he trabajado con dos estudiantes en el marco de sus Trabajos Fin de Grado. Ambos han investigado sobre la micro-financiación en masa o crowdfunding, tanto en España como en Francia –Jorge Pueyo, alumno de ADE, trabajó el caso español, mientras que Víctor Iriarte está finalizando el análisis de esta cuestión en Francia, aprovechando su Erasmus en París-. También tuve la fortuna de realizar, hace tres meses, una estancia de investigación en la Universidad de Hasselt, en Bélgica, para trabajar sobre innovación abierta (open innovation).

A partir de estas experiencias, me gustaría compartir algunos aprendizajes que considero pueden ser de interés.

En primer lugar, de mis alumnos he aprendido que el crowdfunding no es algo nuevo. Víctor Iriarte me recordaba cómo la construcción de la Torre Eiffel, la composición de obras por parte de Mozart o los mismos cimientos de la Estatua de la Libertad se financiaron a partir de las aportaciones de una multitud (de hecho, “crowd” significa precisamente multitud en inglés).

Yo añadiría que tenemos un claro ejemplo de esta financiación colectiva muy cercano: la financiación del Monumento a los Fueros en el Paseo Sarasate. Como reza la letra de Iñaki Lacunza, que la Cofradía repetirá estas fiestas de San Fermín, el monumento fue “sufragado por cuestación popular”.

Una segunda enseñanza sobre la fuerza de la participación colectiva es que ésta puede ayudar a las empresas a innovar. La innovación abierta se basa precisamente en incorporar aportaciones de personas internas y externas a la organización para crear nuevos productos y servicios y colocarlos con éxito en el mercado (Henry Chesbrough, 2003).

Así lo hizo la empresa Lego, que en los años 90 se dedicaba un negocio diferente del actual, y evitó la quiebra de la empresa gracias a contribuciones externas a Lego. Es más, su colaboración en 1998 con el MIT constituye un buen ejemplo de éxito de la colaboración entre una empresa y el ámbito de la investigación académica (Para más información, hacer clic aquí).

En realidad, estamos hablando de una forma abierta de aprender.

Como tercera idea, lección que aprendí de Jorge Pueyo, el auge que se prevé en el crowdfunding en los próximos años. Las redes sociales e Internet han facilitado el contacto y la colaboración entre los ciudadanos, y la falta de acceso a la financiación bancaria junto a la incertidumbre de la rentabilidad y retorno de inversiones financieras pueden actuar como motores de una alternativa financiera.

Me gustaría relatar más aportaciones, que a mi juicio son de gran interés, pero trataré de sintetizar, y resaltar cuatro únicas ideas. Como cuarta y última idea, comentar el retraso que tenemos en España, y también en Navarra, sobre estos temas, si nos comparamos con nuestros socios europeos.

Así, la normativa en otros países es anterior en el tiempo a la normativa en España. Probablemente, la tradición de la financiación bancaria en nuestro país, y la participación de las entidades financieras en foros de negociación no han contribuido a agilizar el desarrollo del crowdfunding en España. Nuestra propia cultura tampoco ha ayudado al desarrollo de la participación colectiva en innovación.

En este contexto, la iniciativa “yo apoyo el crowdfunding” surgió como plataforma para promover la legislación sobre crowdfunding, en el marco de la Ley de Mecenazgo en el Estado. Precisamente, Navarra dispone de su propia normativa en relación a la Ley de Mecenazgo (la ley foral de mecenazgo cultural), si bien se circunscribe sólo al mecenazgo cultural.

Como conclusión, considero que merece la pena “pisar el acelerador” en estos temas, raíces de un modelo económico nuevo. Y es que considero que disponemos de los mimbres necesarios para poder actuar.

Amaya Erro
Doctora en Economía y Profesora de la UPNA

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