La sexta ronda de negociaciones, que se celebró los días 9 y 10 de noviembre, fue un claro ejemplo. Nada reseñable, más allá del semblante serio y cariacontecido del negociador de la Unión Europea, Michel Barnier, al hacer balance de las jornadas de trabajo. “No esperen hoy de nosotros ni anuncios ni grandes decisiones”. No los había, como venía ocurriendo en los meses pasados. En los encuentros de este mes los acercamientos fueron más “técnicos” que políticos. Seguían vivas las grandes diferencias, sobre todo, en lo referente a la cuantía económica que Reino Unido deberá abonar a la UE en concepto de compromisos adquiridos durante su pertenencia de la Unión y a la delicada situación de Irlanda del Norte.
“Para alcanzar nuestro objetivo común, que es organizar una salida ordenada con un acuerdo, vamos a tener que trabajar intensamente en las próximas semanas antes del siguiente Consejo Europeo”, que tendrá lugar los días 14 y 15 de diciembre, resaltó Barnier, quien aún fue más allá ante las preguntas de los periodistas. “¿Puede confirmarme que va a necesitar clarificación o concreción, como quiera usted llamarlo, por parte del Reino Unido en las próximas dos semanas para poder pasar a la segunda fase de la negociación en diciembre?”, inquirió una periodista alemana. “Mi respuesta es sí”. Tajante. Sin grandes alardes ni mayores explicaciones. Sí. Dos semanas. Catorce días. Si en ese tiempo no ha habido avances, el Consejo Europeo no dará paso a la segunda fase, que es la que más interesa a Reino Unido, y en la que se debatirá el estatus que mantendrán los británicos con respecto a la UE, sobre todo, económico.
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Ese “suficiente progreso” que exige la Unión Europea para pasar al otro tema de discusión debe ser “real y sincero” y darse en las tres áreas claves: derechos de los ciudadanos, Irlanda del Norte y la factura económica, que son, insistió Barnier, “inseparables”. “No se trata de hacer concesiones, ni ellos ni nosotros. Trabajamos sobre hechos, sobre bases legales y sobre compromisos precisos”, recalcó.
A MEDIANOCHE
Lo único claro, a día de hoy, es la fecha de no retorno. La primera ministra británica, Theresa May, anunció que será en la medianoche del 29 de marzo de 2019, hora continental, las once de la noche hora británica, cuando Reino Unido se desligue definitivamente de la Unión.
Para entonces habría que tener un acuerdo básico sobre estos tres puntos primordiales y sobre el nuevo estatus de las islas británicas, al margen de que se abra un periodo transitorio, como reclamó May, para adaptarse poco a poco a una realidad bien distinta.
Los británicos piden pragmatismo a la UE
Pero, para llegar a ese punto, aún queda mucho. De ahí que, al cierre de la sexta ronda de negociaciones, el portavoz británico, David Davis, volviera a pedir “flexibilidad y pragmatismo” para alcanzar un acuerdo de mínimos. “Se trata, ahora, de moverse hacia una discusión más política, que nos permita avanzar juntos”, animó, visiblemente más optimista que Barnier. “Y para eso ambas partes necesitamos fomentar la confianza tanto en el proceso como en un resultado compartido”, instó.
IRLANDA, UN GRAN RETO
Entre los tres temas claves, Irlanda se ha convertido en el gran quebradero de cabeza. Mientras los derechos de los ciudadanos parecen ir por buen camino y el tema de la factura económica sigue teniendo el compromiso británico de que “los europeos no pagarán más ni recibirá menos”, el asunto de Irlanda del Norte tiene otras connotaciones.
El pasado conflicto entre ambos territorios, con un grupo terrorista de por medio, el posterior acuerdo de paz de Viernes Santo y las peculiaridades de la región hacen que cada paso deba darse con pies de plomo. Establecer una fuerte frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, que sería lo normal tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea, volviendo las aduanas y eliminando la zona Schengen, no parece una opción viable. Pero las alternativas son complicadas. “Tenemos que identificar las soluciones técnicas y regulatorias necesarias para evitar una frontera dura a la vez que preservamos la integridad del Mercado Único”, manifestó Barnier.
La vía pasaría, según propusieron, por flexibilizar el comercio con Irlanda del Norte. Pero sólo ahí. Algo que no termina de convencer a Reino Unido. “Seguimos firmes en nuestro compromiso de evitar cualquier infraestructura física entre el norte y el sur, pero sólo podremos concretar estos aspectos en el contexto de la futura relación entre Reino Unido y la Unión Europea. Respetamos el deseo de la Unión Europea de proteger el Mercado Único, pero eso no puede ir contra la integridad constitucional y económica del Reino Unido. Voy a ser claro, las especiales circunstancias de Irlanda del Norte y la necesidad de buscar soluciones específicas no pueden suponer la creación de una nueva frontera dentro de Reino Unido”, sentenció.
Así las cosas, habrá que analizar a principios de diciembre en qué punto están las negociaciones y si finalmente se puede dar paso a la segunda fase de cara a Navidad. El problema es que el tiempo corre y el 29 de marzo de 2019 está cada vez más cerca.