Tenía interés en conocer más de cerca a Javier Esparza y su proyecto político. Entre otras cosas para comprobar si era cierto lo que me decía de él algún “pope” del periodismo nacional. “Se la va a pegar”, “no está hecho”, “no le veo con carisma político”. Y en ese plan.
Ciertamente, puede que el candidato de UPN no esté preparado para lo que algunos (a estas alturas) aún consideran la alta política: las frases que construyen titulares -vacíos pero aparentes-; la habilidad para interpretar los discursos; o para emocionar con tono mitinero un auditorio.
Para entendernos, Esparza –eso es lo que descoloca a los habituados a tratar con políticos al uso- es un tipo normal. ¿Eso es un handicap? Dicho de otra manera: ¿puede ganar las elecciones un “profe” de colegio?
No lo va a tener fácil. A unos meses de las elecciones, todavía es un candidato desconocido por muchos votantes. Llega tras un proceso de guerra interna en su partido (lo que le deja maniatado a la hora de tomar algunas decisiones). Y el contexto tampoco le ayuda: las encuestas apuntan a un periodo de inestabilidad sin precedentes (el PSOE no encuentra su suelo, Podemos desvirtúa cualquier encuesta, no se descarta ni siquiera que Ciudadanos pueda entrar en el Parlamento foral…).
Con ese panorama, buena parte de sus posibilidades de éxito pasarán por que Esparza sea capaz de convertir en virtud lo que para muchos es su principal debilidad: la falta de pedigree (casta, dirían algunos) político.
En su discurso no aparecen las verdades absolutas, escucha, busca y acepta el consejo. Ha estado en la moqueta del gobierno; pero también en el tractor. Quiere ser presidente, pero también sabe que –tarde o temprano- su futuro pasa por volver a dar clases.
Y sí, tiene pinta de ser de esos tipos que, si les prestas 20 euros, te los acaban devolviendo. Lo que –créanme- es mucho decir en la política actual.
José Luis Pérez
Director de Informativos de COPE