Parecía que faltaba taaanto y ya de sopetón, ¡estamos en Navidad! De aquí a nada nos encontramos compartiendo chanzas y champán mientras volvemos a plantearnos un nuevo reto para el año entrante.
Y como falta tan poco tiempo, quiero agradecerte que me hayas acompañado a lo largo de estos trimestres, explorando nuevas formas de conseguir lo que deseas, revisando metas, transformándolas en motivación, en objetivos “MARTES” con sentido. Buscando alternativas a callejones sin salida y afrontando cada trimestre con nuevo ánimo.
Hoy que casi se nos acaba el año, este periodo que inauguramos hace nada y tal vez se nos ha escurrido entre los dedos, te propongo que no hagas listas nuevas que ahogar entre burbujas, que dejes de lado los “DVDs” (“debo de…”) y los hayques, y te dediques un ratito para celebrar y agradecer
Nos hemos exigido mucho a lo largo de estos meses. Y a veces con tanta lista y objetivo, hemos dejado de estar en nuestra vida para juzgarla o “asistir” a sus resultados. A la hora de hacer balance, te propongo que dejes de lado las fotos fijas y las fotos finish… y dediques todo tu esfuerzo a agradecer, a paladear y revivir el año, este que vamos a cerrar de aquí a nada.
Yo tengo mi propio ritual. Hace años que en la cómoda de casa descansa un tibor con tapa. Cada día, e incluso a veces dos veces en el mismo día, introduzco en él un papelito en el que he escrito ese motivo cualquiera, que en ese día y momento concreto me pareció digno de celebrar. Suelo ponerle la fecha. Lo escribo con cuidado, para que quede bien grabado.
En la última semana del año, escojo un día. Un rato para mí. Me siento junto a la chimenea con el tibor en el regazo y voy sacando uno a uno los papelitos que he ido acumulando a lo largo del año, mientras voy reviviendo ese logro de enero, ese festejo de marzo, esa alegría de junio o esa sonrisa que alguien me regaló un día cualquiera de octubre… Cada papelito lo paladeo con cuidado antes de quemarlo
Es para mi un momento de celebración, una especie de gimnasia vital necesaria. Tenemos muy desarrollado el músculo de la crítica, del derrotismo y del juicio. Por eso yo a lo largo del año me regalo cada día unos minutos de agradecimiento y de celebración. En esta última semana, al hacer balance, me permito este exceso de gratitud, una orgía de positivismo.
Este gesto tan sencillo me obliga día a día a fijarme en cosas que me gustan, que me gusta celebrar, ejercita mi músculo de “ver esas cosas buenas” que habitan conmigo mi vida. Y al final del año me guía como un hilo de Ariadna a lo largo de un laberinto de recuerdos para que no me pierda ni uno solo, ayudándome así a abordar el inicio de un nuevo ciclo.
Pruébalo, tal vez a ti también te sirva
Marta Martínez Arellano
Experta en Desarrollo Personal y Ejecutivo
Miembro de la red internacional BVC® de gestión por valores