La cita es mañanera, pero tenemos que aplazarla porque le ha surgido un asunto de trabajo urgente en Lerín. Lo dejamos para primera hora de la tarde en la sede de CEIN, en cuya incubadora está Smart Comfort. Y cuando nos disponemos a entrar, Aida Loperena nos llama para decirnos que ha tenido que ir a auxiliar a una de sus dos hijas (tiene dos, de 7 y 9 años), que se ha dejado las llaves y no puede entrar en casa. Suerte que vive cerca, en Noáin. De modo que cuando por fin nos sentamos, pide disculpas y, necesariamente, tenemos que hablar de conciliación: “¿Cómo me apaño? Pues ya ves. Todo el día corriendo. Por la mañana, las llevo al colegio y, a partir de ahí, empieza mi jornada laboral. Unos días va su padre a buscarlas, otros yo, por la tarde las extraescolares… Es cuestión de organizarnos. Es verdad que trabajo muchas horas, pero los fines de semana intento desconectar. Es que si no, sería una locura. Y eso que a veces también me toca…”
“Mi madre era maestra. Y allá donde la destinaban iba con sus hijos, mientras mi padre seguía en Abaurrea con el ganado”.
Sus hijas saben las dificultades que Aida tiene para compaginar la vida profesional y la familiar: “Hay veces que tienen que venir aquí y se sientan a mi lado en la oficina a hacer la tarea”. Ella también pasó por algo parecido. Nació en Abaurrea Alta, su padre era agricultor y ganadero y su madre, maestra. “Cuando los tres hermanos éramos muy pequeños, como no tenía una plaza fija vivimos en varios sitios. En Pamplona, Noáin, Garralda, Aoiz… mientras mi padre seguía en el pueblo. Allá donde la destinaban íbamos nosotros hasta que ya le dieron una plaza fija en Ochagavía”. Eran tiempos en los que no se estilaban ese tipo de actitudes en las mujeres “y menos en un pueblo tan pequeño”. Pero es que “fue muy luchadora desde siempre y también adelantada a los años que le tocó vivir”.
Tras su itinerancia infantil vivió en Abaurrea Alta y estudió en Ochagavía hasta los 14 años, cuando se marchó para asistir al instituto de Burlada. “Recuerdo mi infancia como una época feliz, ayudábamos en casa y en ese entorno ganadero te toca hacer de todo. Pero al vivirlo desde muy pequeña, no lo ves como un trabajo sino como algo natural. Todos mis amigos hacían lo mismo. Me extrañó que compañeros de clase de Burlada lo único que hacían era poner la mesa. Yo decía, ¡eso cómo puede ser! Porque nosotros hasta habíamos cocinado desde críos”.
COMO HEIDI EN LA CIUDAD
“Como Heidi en la ciudad”. Así dice que se sintió al llegar a Pamplona para empezar en el instituto. “El domingo por la tarde se me ponía un bolo en el estómago porque tenía que irme del pueblo”. Creció y fue viendo las cosas de otra forma. Con 17 años empezó a trabajar durante el verano en un hotel rural de Abaurrea Baja: “Mis padres no querían, pero me apetecía tener mi dinero”. Después lo hizo en Volkswagen, los veranos y los fines de semana, a la vez que estudiaba Ingeniería Técnica Agrícola en Industrias Agroalimentarias en la Universidad Pública de Navarra. “Y algunos Sanfermines trabajaba en bares, era una culo inquieto”.
En TRW tuvo lo que denomina su “primer trabajo profesional”, luego la contrataron en Excavaciones Olloquiegui: “Cuando me llamaron para tener la entrevista, les dije: ¿Qué pinto yo en una constructora? La chica que me atendió me comentó que ella había estudiado lo mismo… Es curioso, hay muchos agrícolas en la construcción, no tenemos muchas salidas laborales en lo nuestro y las que hay no están bien pagadas”, apunta.
Le ofrecieron ser jefa de obra en Construcciones Merino Arregui estando embarazada de su hija mayor. “Se lo dije al dueño en la entrevista y me respondió: ‘¿Y? ¿Estás enferma?’. No, para mí no es un problema, asentí. ‘Pues para mí tampoco’, remató él. Eso hizo que me diera cuenta de la empresa en la que entraba. Estuve encantada, el trato fue siempre ejemplar, pero yo tenía el gusanillo de montar algo por mi cuenta”.
Lo hizo en 2012. Durante la baja maternal de su segunda hija aprovechó para poner en marcha una franquicia de venta de instalaciones de energías renovables y de sistemas eficientes de calefacción. “Pero se me quedaba un poco cojo el abanico de soluciones que tenían”. Comprobó que los propietarios de grandes naves gastaban “dinerales” para calentarlas sin conseguir el confort que buscaban pese al elevado consumo energético. Un comercial que trabajaba con ella le comentó que había visto en internet un sistema de calefacción por infrarrojo lejano. Investigó, lo probó, empezó a venderlo e hizo las primeras instalaciones.
“Tienes un proyecto que te ha costado mucho levantar, que tiene futuro. Pero si no consigues la financiación, es para tirarte de los pelos”.
¿Qué es eso del infrarrojo lejano? Afortunadamente, su respuesta no es técnica: “No te haces a la idea hasta que no sientes esa sensación de calor tan diferente. Estamos acostumbrados a sistemas de calefacción que calientan el aire, pero el infrarrojo lejano calienta directamente los cuerpos como lo hace el sol en la naturaleza. El aire no coge tanta temperatura, pero la sensación de confort es mucho mayor tanto para personas como animales, incluso podría ser para las plantas”. Smart Comfort se centra en la instalación de calefacciones industriales por infrarrojo lejano automatizadas y adaptadas a las necesidades del cliente. “Al no calentar el aire, puedes hacerlo solo en una zona sin que se te escape el calor, con un gran ahorro energético en electricidad”.
EL PROYECTO AVIR
En 2016, Aida Loperena se alió con Gabriel Viscarret, experto en informática y automatización industrial, para echar a andar el proyecto Avir, la aplicación del sistema en explotaciones ganaderas. “Ahí era necesaria una automatización muy potente y entraba en juego el conocimiento de la ganadería. Si en las personas produce confort y eficiencia energética, los beneficios que tiene en los animales son mucho mayores, porque al aumentar el bienestar crecen mejor, la carne es más sana y, al final, sube la rentabilidad para el ganadero”.
“Es todo un riesgo. Tienes una idea, sí, pero tienes que validarla y no sabes si vas a conseguirlo o no”.
La idea era muy buena, tanto que nada más presentarla recibió el Premio Iníciate 2016 de CEIN al proyecto más innovador. Y después han llegado varios más, como el que les fue concedido en marzo en una importante feria ganadera en Zaragoza, que valora especialmente por venir del sector con los positivos efectos comerciales que eso puede tener. Pero no ha sido fácil. Por ejemplo, en el mercado no había paneles de infrarrojos aptos para ganadería, así que tuvieron que diseñarlos y dotarlos de una automatización propia. Han sido tres años de desarrollo, experimentación y pruebas, durante los que Smart Comfort ha crecido hasta tener siete personas en su plantilla, incluidos los dos socios iniciales: “Este mes terminamos un I+D que estamos haciendo y la segunda prueba piloto en granja para empezar la fase comercial del sistema Avir. Continuamos con el sistema para personas, ahí sí que estamos comercializando y vendiendo”.
Los recursos así obtenidos han ayudado a financiar el desarrollo del sistema Avir, pero no son suficientes. El Gobierno de Navarra les ha concedido dos subvenciones, que recibirán en su momento, y mientras tanto han recurrido a los bancos y entidades de capital riesgo para poder emprender la fase de comercialización. “Ves pender de un hilo un proyecto que te ha costado mucho levantar y sabes que tiene futuro. Pero si no consigues la financiación, es para tirarte de los pelos. Si eres una empresa consolidada, tienes unas cuentas que enseñar. Pero si eres una ‘startup’, apenas dispones de nada… Se tienen que fiar del proyecto, tienen que confiar en ti. Yo confío en que todo salga bien.”
“El premio de AMEDNA es un doble reconocimiento: al proyecto y a todo el equipo que lo formamos y por ser mujer emprendedora”
Su esfuerzo ha tenido premio, literalmente: el que concede la Asociación de Mujeres Directivas y Empresarias de Navarra (AMEDNA) a la Emprendedora 2019. Al recordárselo, se le ilumina la cara y muestra su satisfacción “porque es un doble reconocimiento: al proyecto y a todo el equipo que lo formamos y por ser mujer emprendedora”.
Además, dice que le llega en un momento muy bonito. “Es que no deja de ser todo un riesgo. Tienes una idea, sí, pero tienes que validarla y no sabes si vas a conseguirlo o no. Los pasos que vamos dando han sido positivos y ya por fin vamos a salir al mercado. Estamos ante un cambio de ciclo y que en este momento me hayan dado el premio me ha hecho una gran ilusión. Y bueno, la repercusión que ha tenido…”. Espera, además, que el galardón ayude a concienciar a otras mujeres para que opten por las carreras técnicas y científicas.