Amaia Mutilva ha dado un giro radical a su vida, casi tan abrupto como las montañas que ama ascender a la carrera. Esta pamplonesa de 33 años, que reside en Obanos, crea desde hace tres contenido en Instagram relacionado con sus trails, el ciclismo y la nutrición, donde ya cuenta con más de 26.000 seguidores. Y, tras más de una década trabajando como ingeniera, ha cambiado de aires para fundar una agencia de marketing, que abrió sus puertas hace dos meses.
Durante la pandemia, comenzó a subir vídeos y fotos en Instagram de manera periódica. Así, en apenas seis meses, pasó de 300 a 10.000 seguidores. De ahí que se haya convertido en embajadora de numerosas marcas como Conor Bikes, Coros, Compex o Binter. “Todo el mundo se volvió muy montañero en ese momento. Y comencé a subir una foto al día, pero sin ninguna intención. De repente, mi cuenta empezó a crecer de una manera que no me lo creía”, relata a Capital Sport.
Mutilva siempre había mostrado un gran interés por las redes sociales. A pesar de que trabajaba como ingeniera en una multinacional, tenía claro que deseaba probar nuevas experiencias profesionales. Por eso, en 2021 cursó un Máster de Marketing Digital en la UNIR con la esperanza de iniciar así una nueva etapa: “Me di cuenta de que, si no quería malvivir, tenía que ser autónoma. Pero me daba pánico”.
“Todo el mundo se volvió muy montañero en la pandemia. Y comencé a subir una foto al día, pero sin ninguna intención”
Sin embargo, su cuenta de Instagram la impulsó para dar el paso. Y es que varias marcas y negocios relacionados con el deporte contactaron con ella para que gestionara sus redes sociales. Ahora suma cinco clientes, a los que ofrece también ofrece formación para la creación de contenidos. “Al final, abrirme una cuenta e ir creciendo y mostrando lo que hago me ha llevado a esto”, relata.
La pamplonesa “flipó” la primera vez que una empresa quiso patrocinarla: “La chica que me llamó me ayudó y, a raíz de aquello, hemos hecho amistad. Me orientó y tomé todo aquello como referencia”. En la actualidad, por un paquete de publicaciones, suele pedir como mínimo 200 euros, pero tiene una norma. “Nunca acepto una colaboración de algo que no recomendaría a mi madre o a mi amiga”, asegura.
CARRERAS DE MÁS DE 100 KM.
Durante años, Mutilva pensó que “no estaba hecha” para el running. Pero en 2014, a modo de prueba, se dio una oportunidad y comenzó con apenas cinco kilómetros. Después, al gustarle la naturaleza, decidió cambiar el asfalto por la montaña y cubrir recorridos de entre doce y quince kilómetros. De modo que, poco a poco, fue aumentando progresivamente las distancias hasta completar los 67 kilómetros de una prueba celebrada en Leitza. Allí sintió “que podía correr más de cien”. Y así lo hizo.
En 2021, recorrió 103 kilómetros del Circuito Buts, que unía Vitoria con Pamplona. Y el año pasado logró finalizar en 32 horas el Euskal Trail, de 133 kilómetros, un desnivel positivo de 8.000 metros y que comenzó en Baigorri. “Estas competiciones tienen un 60 % de componente físico y un 40 % de mental. Por la cabeza te pueden pasar miles de cosas y hay bajones y subidones que se deben gestionar”, remarca la deportista, que además tiene la fortuna de que suele recuperarse bien tras las pruebas.
A pesar del mérito que tiene acabar una carrera de esta envergadura y dificultad, Mutilva tiene los pies en el suelo y admite entre risas que no es “una una buena corredora”: “Lo realmente duro es ser constante y cumplir con los entrenamientos. Hay días en los que me ejercito sola, nevando y durante ocho horas y me pregunto ‘¿qué hago aquí'”.
No obstante, cada año se marca una serie de objetivos con su entrenador, David Ferrández. La comunicación con él es tan cercana que el preparador sabe más de ella “que mi propio novio”. Para lograr las metas, ambos trazan un plan semanal, que incluye trabajo de fuerza en el centro TDN, carrera de montaña y bicicleta por asfalto.
El proceso a veces resulta tan duro que, antes de la propia competición, Mutilva ya “desea cambiar el chip“. En este sentido, la bicicleta se ha convertido en su refugio cuando se siente saturada. Eso sí, intenta evitar prepararse durante el verano porque no tolera bien el calor y siempre hace un alto cuando llegan las fiestas de Pamplona. “San Fermín es sagrado”, resalta.
Gracias a su trabajo en Instagram, ha podido conocer a algunos de sus referentes, como Lexuri Crespo o Cristina Palomo. Y ha descubierto lugares como Canarias, Andorra, Barcelona e Italia, entre otros: “Si no hubiera crecido mi perfil de la red, solo me habría limitado a correr carreras. Te invitan o incluso te pagan por ir a los destinos. Al final, estos viajes tienen un coste y hay que saber administrar el dinero”.